Cómo convertir un proceso electoral viciado en uno ejemplar
Julio Abdel Aziz Valdez
Se rompió gran parte de las quinielas, los primeros lugares que las encuestas habían señalado como preferidos salieron como por arte de magia, y en su lugar quienes no figuraban ocuparon dichos lugares. La centroizquierda hace su aparición con un personaje anodino, sin carisma y con solo un apellido en su haber, y se cuela a la grande. Comenzaron a planificar cómo será su presidencia. Obviamente, en caso de que logren superar a su contendiente en la segunda vuelta electoral.
Ante este panorama tan sorpresivo es necesario acotar algunos puntos: primero, el hecho de que las empresas que hicieron los sondeos fracasaron rotundamente y esto se debió a un mal trabajo de investigación. Es necesario tener siempre en cuenta que la ciencia sirve precisamente para tener una visión más clara sobre el devenir. Segundo, el poder de la narrativa. Sobre esto ahondaremos a continuación.
Desde que el Registro de Ciudadanos invalidó la candidatura vicepresidencial de Jordán Rodas con el partido MLP, por anomalías claras sobre su finiquito, el periodismo militante y tanques de pensamiento comenzaron a señalar que el proceso estaba viciado, capturado por el pacto de corruptos, que organizaba un fraude electoral en la sombra, a pesar de que no sabían con certeza a favor de quien, “pero que se estaba cocinando, se estaba cocinando”, y sobre esto medios internacionales como CNN y BBC hicieron eco (ambos con una clara tendencia ideológica que hace cuestionar su imparcialidad).
Transcurrieron los meses, cayó la candidatura de Roberto Arzú, alguien que estaba en otra posición ideológica a Rodas pero que al final retoma el señalamiento de fraude, y termina con la caída de Carlos Pineda, quien comenzaba a aparecer en las ahora inservibles encuestas. Las condiciones para imponer la idea de que habría un fraude estaban en la mesa. Es más, un par de días antes de las elecciones, un artículo de New York Times hablaba de sobornos del gobierno al TSE, mostrando cuán afinada está la maquinaria mediática.
En fin, para el 26 de junio estaban programadas las conferencias de prensa anunciando la gran marcha contra el fraude, la unidad para la defensa del voto y demás, así es, alcanzar el poder con un golpe blando, pero ¡oh sorpresa!, nuevamente la ciudanía sorprende a propios y extraños y dice, “Arévalo parece ser una buena alternativa” y votaron por él, una decisión con la que no comulgo, pero al final es una decisión soberana.
Ahora me pregunto, ¿y si el resultado de las elecciones hubiera dado como resultado lo proyectado por las encuestas? En este momento las movilizaciones estarían en ciernes, como diría una diputada de Winaq: “defendiendo el voto”. Pero no, ahora es el momento de las alianzas, los partidos de izquierda, en primer lugar, están tocando las puertas del ungido o al revés, y luego seguirán aquellos que “no son tan de derecha”, hay que prepararse para entrar al bus de la izquierda del siglo XXI.
Aún falta una segunda vuelta electoral, y antes de que empiece la campaña nuevamente, hay que recordar que la UNE de Sandra Torres es la misma que cogobernó con el ya fallecido Álvaro Colom (2008 -2012) otro personaje que supo jugar con el apellido y que redefinió mucho de la estructura asistencialista y clientelar del Estado además de que impuso la narrativa del genocidio, él y todo su staff se definían como socialdemócratas y antes que él, Alfonso Portillo (2000-2004) un gobierno que enfrentó a la oligarquía guatemalteca, y si nos vamos más a la historia, el mismo inicio de la era democrática, con la Democracia Cristiana de Guatemala (1986-1991) que mandó a los militares de nuevo a los cuarteles y marcó el inicio del fin del conflicto armado interno en Guatemala y en toda la región. Aquí no hay nada que no se haya visto antes, en todo caso lo atípico es que nadie se lo veía venir, ni la ciencia al parecer.