¿Qué aprendimos? nada absolutamente
Desde la Revolución de octubre (1944), hemos venido escuchando acerca de conspiraciones en torno a los tres Organismos de Estado. Estas confabulaciones giran generalmente alrededor del Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Pero, por estos días los rumores que se esparcen de tuit en tuit , incluye ademas de los tres organismos estatales al Ministerio Público.
El proceso para llegar hasta donde estamos ha sido complejo, violento y de grandes pérdidas para el país. Sin duda, fue más agresivo que los intentos independentistas desde la llamada “Conjura de Belén” (1813), pasando por los intentos de descolonización de Atanasio Tzul (1820), eventos que provocaron encarcelamientos y ajusticiamientos de los involucrados.
A pesar de lo que conocemos de nuestro pasado, marcado desde el inicio de la conquista por Pedro de Alvarado (1524), las traiciones entre los pueblos que favorecieron la derrota de los quichés y en consecuencia la colonización, no hemos aprendido a valorar lo poco que hoy tenemos. Ni siquiera, nos sentimos guatemaltecos. Es común, escuchar en la mayoría de personas la expresión: ¡este país!; sutil manera de renunciar a su identidad. Pero, en fin, esto es parte de la libertad de pertenencia de cada uno.
La nación, es aglutinadora de quienes hemos nacido en este espacio geográfico llamado Guatemala, de este núcleo humano surgen por elección los responsables de la organización y funcionamiento del Estado. Siempre que concordemos con la definición generalizada de Estado, en cuanto a que es “Una agrupación humana, fijada en un territorio determinado y, en la que existe un orden social, político y jurídico orientado hacia el bien común, establecido y mantenido por una autoridad dotada de poderes de coerción”. Si es así, entonces somos la sustancia esencial de ese sistema; que tiene sentido y razón de ser siempre que el malestar ciudadano y la catarsis social, que lo libera derive hacia la génesis de una masa crítica, capaz de menguar y recanalizar las manifestaciones de malestar colectivo. Esto es, lograr el encuentro de un significativo y cualitativo número de personas, decididas a pronunciarse dentro del marco del Estado de Derecho, para plantear propuestas que faciliten salir de la situación actual, que no es la esperada. Mejor dicho, no es la esperada desde las elecciones post independecia (1825)[1].
Llegado al momento actual, ya no basta con gritar viva Guatemala por el triunfo de algunos guatemaltecos, en las pasadas olimpiadas de París, hay que ser parte de la búsqueda de una salida pacífica sin lloriqueos ante la comunidad internacional. Es momento de ser guatemaltecos, como también lo es, de que los llamados o auto denominados líderes de los partidos políticos, sea esa masa crítica catalizadora. Seguramente, esta propuesta será rechazada sin mayor análisis; pero es lo que hay. Y, hoy por hoy, los partidos deberian representar políticamente a los guatemaltecos.
[1] La constitución de 1825 estableció que eran ciudadanos «los habitantes del Estado que fuesen casados o mayores de 18 años, siempre que ejerzan alguna profesión útil o tengan medios conocidos de subsistencia