La violencia, un conflicto territorial pandilleril o…estrategia de desestabilización política
La coyuntura está centrada en la discusión sobre la indiferencia de los señores diputados, más preocupados en asegurar sus nuevos salarios; los nuevos cambios que trae la nueva ley 31-2024, que obliga la utilización del Número de Identificación Tributaria (NIT), casi en la totalidad de trámites de los guatemaltecos; los constantes incendios del vertedero de basura; la dinámica de la narcoactividad; la inoperancia de los puertos por falta de dragado; la entronización de los magistrados del TSE y la falta de debate final sobre la LEPP; la falta de mantenimiento de la red vial y los continuos accidentes, generadores de incertidumbre a pocas semanas del inicio de la Semana Mayor, y por supuesto la violencia.
Sí coincidimos en que la violencia homicida es multicausal o multidimensional como la enmarcan algunos expertos; entonces comprendemos que el análisis del fenómeno de violencia urbana que observamos, requiere la participación de un grupo multidisciplinario de expertos. No basta decir que la criminalidad es como intentar encontrar el vértice que une un triángulo.
Los guatemaltecos estamos preocupados por la escalada de violencia de estos primeros meses del año, que obligó a las autoridades de Gobernación a la instalación de las llamadas carpas de seguridad con acompañamiento del ejército, que a la fecha no han dado los resultados esperados de acuerdo con las estadísticas hechas públicas por el ministro de Gobernación, que registran entre 19 y 20 personas asesinadas durante los pasados fines de semana.
También, ha sido reconocido por las autoridades que entre el 70 y 80% de las víctimas son integrantes de las maras o pandillas, enfrentadas por el control territorial de algunas áreas de las principales cabeceras departamentales, rentables para el cobro de la extorsión.
El desconocimiento de los orígenes reales del incremento de la violencia ha dado sustento a la teoría, de que este repunte, es parte de una estrategia criminal con la intención de crear inestabilidad política. Particularmente, considero erróneo reconocerle al crimen organizado capacidad para elaborar una estrategia de desestabilización. Sin embargo, da lugar a suponer que los organismos de inteligencia tienen más de un indicio al respecto.
La experiencia y la teoría existente, en cuanto a la caracterización general del crimen organizado, permite afirmar, que históricamente los capos del crimen organizado no han pretendido ejercer la dirección o capturar[1] el Estado, sino influir o cooptar a los funcionarios públicos responsables de su contención. Lo que sí es probable, es que los asesinatos sean el resultado de pugnas por el control de espacios geográficos, altamente convenientes para la extorsión, lo que requerirá un esfuerzo institucional de inteligencia estatal, en el marco de la seguridad nacional.
Ojalá, que finalmente los diputados entren a conocer la LEPP, que regirá el próximo proceso electoral y que el ministro de Comunicaciones logre habilitar aunque sea, medianamente los pocos kilómetros de carretera existentes.
Y, por último, si bien no se concibe una estrategia de desestabilización mediante la ejecución de un plan criminal, es pertinente, reconocer que la violencia independientemente de su magnitud impacta políticamente en la estabilidad, especialmente cuando su reducción fue parte de la oferta de campaña.
Mario Mérida 18/03/2025
[1] Salvo el caso de Pablo Escobar Gaviria en Colombia, que fue diputado y posteriormente creyó que podía ser presidente. https://www.infobae.com/america/ (26 Sep, 2021)