La guerra
Igumeni Inés Auay, Dra. H.C. H.L
El estado de guerra que vivimos desde que yo me acuerdo, y ya son muchas lunas, avanza sin parar. No es solo una guerra de balas y cañones y ahora drones armados, perros de metal y “avellanas”; no es una guerra de esa clase cerca de nosotros. Pero estamos en una guerra que avanza. Es guerra de guerrillas; el enemigo salta en cualquier momento y aprovecha para hacer el daño, para robar y adueñarse de lo que no es suyo, para incumplir su palabra o compromiso, para engañar e intentar ganar todas las circunstancias a su favor (el de su bolsa) a cualquier precio.
Entonces vivimos en un estado de guerra y desconfianza continuas. Si entramos al mercado o la tienda o el centro comercial, o las oficinas privadas o de gobierno, lo primero que vemos son “seguridad”, uniformados con armas. Si miramos para arriba, vemos cámaras de seguridad que nos miran, cuando entramos a las casas, muchas están entre rejas con policías cuidando las casas, calles cerradas de grupos de casas que llaman “colonias” o “condominios”. Hasta cámaras dentro de las casas. Eso son las ciudades. En el campo hay grupos organizados de vecinos armados que cuidan. Hay teléfonos de emergencia. Botones de emergencia hasta en las universidades. Palabras clave. Y esta guerra se va imponiendo poco a poco. Casi que nos acostumbrarnos.
Esta guerra está en todos los frentes y se vale de todo, mordidas, balas, amenazas, extorsiones, coimas, sobornos, engaños, calumnias, etc. De todo menos honorabilidad, “palabra de hombre”, confianza. Esto se pierde a pasos agigantados en toda nuestra sociedad descompuesta. Dicen que el pescado empieza a podrirse desde la cabeza y ya se vuelve pudrición generalizada y depravada.
Pero la esperanza es lo último que se pierde. Son muchos más los que hacen la lucha por un frente o por otro, aunque el desgaste humano se vuelve a ratos insoportable. Son muchos más los buenos en esta guerra de sorpresas. Falta decidir unánimemente cambiar de bando y pasarnos al de los que no quieren que el país se vuelva un basurero, aunque clasificado y así podamos vivir realmente en paz y no en guerra. La esperanza no se pierde.