No apto para la juventud
Por William Kawaneh
Como catedrático universitario y miembro de la generación millennial, he observado la campaña de estupidización que la izquierda ha logrado infiltrar en este grupo.
A los jóvenes de esta generación, aún denominados como tal, se les caracteriza principalmente por ser revolucionarios, lo cual es cierto en muchos aspectos. Sin embargo, el hecho de pensar diferente o llevar la contraria no siempre es mejor. Como dice el dicho: «Si no está roto, no lo arregles».
Los millennials y la generación Z han sido víctimas perfectas de las ideas de la izquierda. Ideas como «vivir primero y trabajar después», o la noción de que el trabajo no es digno, sino que lo más importante es cómo se vive la vida social y la necesidad de pertenencia. Estos grupos viven bajo el miedo constante de la «cancelación», lo cual contradice el ideal revolucionario de libre pensamiento.
Esto significa que muchos jóvenes, quienes supuestamente representan el futuro de la sociedad y los futuros líderes, se alinean con las ideas populares simplemente para no sobresalir. Son revolucionarios, pero solo con lo que cantan las masas. Defienden lo que los demás defienden, pero sin demasiado fervor para evitar críticas. Esta actitud pusilánime y la necesidad de encajar, motivada por el miedo al qué dirán, es lo que nos está llevando a la decadencia.
La falta de ideas, de debates, y la carencia de inteligencia emocional para discutir, se han perdido. Todo se reduce a insultos o al “bloqueo” en redes sociales. Estos grupos creen ser libres, pero viven en un constante estado de libertinaje, donde no perciben las consecuencias de sus actos.
Como diría mi madre: «El que calla, otorga». Por su debilidad mental y miedo al rechazo, estamos avanzando hacia un callejón sin salida bajo la agenda globalista. Los jóvenes, por miedo, y otros por ser simples ovejas del rebaño, han comprado la idea de una vida relajada y del mínimo esfuerzo.
Existe un grupo aún más peligroso: los de en medio, sin carácter. Son aquellos que comulgan con ideas conservadoras o liberales heredadas de sus padres, pero caen en el mismo pozo de la necesidad de pertenencia y del miedo al qué dirán. Estos parásitos, herederos de una sociedad forjada por hombres y mujeres recios, disfrutan hoy de las comodidades que sus padres y abuelos trabajaron y lucharon para obtener, quienes incluso dieron sus vidas para librarnos del comunismo.
Los hombres de antes crearon buenos tiempos, pero ahora esos buenos tiempos han creado hombres débiles, sin carácter. ¿Cuánto más tendremos que caer antes de que estos acomodados cobren valor y defiendan con su propia voz las atrocidades que este gobierno de izquierda está cometiendo?