¿Qué se leía en el valle de la Ermita?
¿Cómo era la vida cotidiana en 1821? (II parte)
La firma del Acta de Independencia, el 15 de septiembre de 1821, culminó un proceso intelectual iniciado con la introducción de las ideas ilustradas o iluministas, cuyo foco era la Universidad de San Carlos (única del reino), y que se expresaban en periódicos como la Gazeta de Guatemala (1729).
Redacción
El mundo científico e intelectual que llevó a la independencia estaba en plena efervescencia desde 1789, gracias al impulso que fray Antonio de Liendo y Goicoechea daba a la enseñanza de ciencias como la física fundamental y los grandes trabajos de filosofía natural que estaban de moda en Europa, en la Universidad de San Carlos, narra la revista Diálogos.
Según historiadores, en 1785 los estudiantes de Guatemala tenían un conocimiento muy amplio y actualizado. Todos los aspectos de la ciencia y el pensamiento de la época eran seguidos atentamente por los estudiantes guatemaltecos en la última mitad del siglo XVIII. Además, los guatemaltecos eran aficionados a la literatura, especialmente la poesía que solía recitarse en reuniones familiares.
Y por supuesto, los libros religiosos eran la norma en la mayoría de hogares donde las familias sabían leer. Porque el analfabetismo era tan grande como la cuidadosa formación de los universitarios.
Aunque la universidad era un santuario del «iluminismo», fue la Sociedad Económica de Amigos del País la organización que agrupó a los ilustrados que anhelaban la modernización. Dicha sociedad fundó una escuela de Dibujo, una de Matemática y un Museo de Historia Natural. Además, en este grupo estuvo Ignacio Beteta, impresor y fundador de la Gazeta, inicialmente en Santiago de los Caballeros y que posteriormente se trasladó al valle de la Ermita. Todo este mundo de inquietud intelectual abrió el camino a las ideas de la emancipación política.
La libre expresión y el “periodismo de combate” llegaron juntos
A raíz de que Fernando VII restableció la Constitución de Cádiz, en 1820, los próceres guatemaltecos Pedro Molina, José Francisco Barrundia, Manuel Montúfar y Coronado, y José María Castilla, entre otros, fundaron El Editor Constitucional (julio de 1820).
El Editor Constitucional divulgó los conceptos de la Constitución de Cádiz; la independencia en Estados Unidos; el libre comercio y la diferencia entre “liberales y serviles”.
Días antes de que se proclamara la independencia, Molina sostuvo en un artículo que era momento de ser independientes.
También en 1820, José Cecilio del Valle, Mariano Larrave, Antonio Robles y José Ignacio Foronda fundaron El Amigo de la patria, de carácter educativo pero que pronto entró en debate con El editor constitucional, que cambió su nombre a El Genio de la Libertad, y que el 15 de septiembre de 1821, publicó un número especial dedicado a la independencia.