Vientos de cambio. Parte VI
“La Revolución la hizo el fuete del General Corado”
M de J Perez
Crnel. Cecilio Peláez
Ahora, el recuerdo de cada uno de los participantes en el movimiento militar del 19 y 20 de octubre, expresados en el libro Vivencias de la Revolución del 20 de Octubre de 1944, guiará la narrativa de los acontecimientos.
Luego de ser nombrado el General Ponce Vaides como Presidente provisorio para que convocara a elecciones generales, el carismático General Encarnación De León Corzo fue relevado como Comandante de la Guardia de Honor, nombrando en su lugar al General Francisco Corado.
Sustituyendo también al Segundo Jefe, Coronel Abraham De León Rodas por el Coronel Justiniano Higueros.
Ambos nombramientos fueron un desastre para el régimen.
El acto de relevar un Comandante por otro no es de mayor impacto si se trata de oficiales profesionales que saben comandar unidades de combate, el problema aquí fue que el nuevo Comandante, General Corado, no tenía una conducta adecuada para el rango y la responsabilidad del nuevo cargo, continuamente abusaba de su poder tratando de manera despectiva a sus subalternos.
El armamento moderno que recién había adquirido el General Ubico, consistente en tanques de combate, morteros, piezas de artillería, municiones, armas antitanque, vehículos y ametralladoras, estaba depositado en la Guardia de Honor.
Allí, en ese Comando, se encontraba de alta un joven Capitán de Artillería, Comandante de la batería de obuses, buen deportista y sumamente exigente en el cumplimiento de las obligaciones propias y ajenas; Manuel de J Perez salamateco de pura cepa, quien 24 años después, ya con el grado de Coronel, sería mi Comandante en ese mismo Cuerpo Militar, era el primero en dar el ejemplo, querido y respetado por sus compañeros oficiales, oficiales subalternos y por la tropa.
En sus memorias relata que al llegar los primeros tanques, fue necesario que otras unidades, dentro de ellas el Castillo de Matamoros, enviaran oficiales y tropa a la Guardia de Honor para ser capacitados antes de recibir el nuevo armamento; así llegó agregado el Capitán Francisco Javier Arana a quien le faltaba poco tiempo de servicio para ascender a Mayor.
Ya con el nuevo grado, fue nombrado Comandante de la Unidad de Tanques de la Guardia de Honor.
En los primeros días del mes de junio de 1944 habían principiado las expresiones populares con exigencias concretas, los universitarios por la autonomía, el magisterio y obreros por mejores condiciones laborales, renunció Ubico y con el nombramiento de Ponce como Presidente provisorio y sus intenciones de postularse al cargo, la inconformidad se avivó entre la población.
Según lo expresó el Capitán Pérez Jerez, a mediados del mes de agosto él ya había hablado sobre la situación política y militar con otros tres oficiales que lo acuerpaban a toda prueba, les preocupaba la inestabilidad social y el
mal ejercicio del mando en la Guardia de Honor.
Uno de esos días el General Corado le hizo una llamada atención injustamente al Teniente Rogelio Alvarado – elemento de la unidad de tanques- y en un arranque de cólera le pegó en el rostro con el fuete, este episodio obligó al Capitán Perez a hablar de inmediato con el Mayor Arana para exponerle lo inaceptable del suceso, considerado una razón más para conspirar contra el régimen de Ponce Vaides, Arana ofreció apoyarlos en las decisiones que tomaran.
Es obvio que la renuncia del General Ubico avivó las ansias de poder a los políticos que no encontraron acomodo en su gobierno, también era obvio que los Generales que ocupaban cargos de alto perfil se entusiasmaron en ocupar la silla presidencial, olvidando que el generalato es un reconocimiento a sus méritos profesionales militares y no una unción para ejercer el gobierno de la nación.
La oficialidad que comandaba las unidades de combate estaba en alerta máxima por los acontecimientos internos y externos.
Así fueron tomando cuerpo las acciones conspirativas , bajo el manto amenazador del recuerdo. En diciembre de 1940, el Dr Julio Carrillo Marín y el Sargento Primero Carlos Santa Cruz Fonseca con el apoyo de otros elementos, planificaron un atentado contra la vida del General Ubico, fueron descubiertos, procesados y condenados a muerte por los delitos de sedición y rebelión frustrada. El 28 de diciembre del mismo año, ambos y once más fueron fusilados en el Castillo de San Rafael de Matamoros.
Las medidas de seguridad se extremaron. Arana les confió que el Mayor Carlos Humberto Aldana Sandoval y el Coronel Carlos H Diaz, ambos ajenos a la Guardia de Honor, estaban dispuestos a contactar con los grupos civiles inconformes para apoyar el movimiento.
(Continuará )
