¿Cuánto cuesta una medalla olímpica? ¿Necesitamos al Estado?
Según la revista El Economista, el valor de una medalla de oro en estas olimpiadas ronda los 900 dólares, lo que representa en realidad el enchapado, de ahí el cálculo para las de plata y bronce sería más fácil, pero esto en realidad es un dato casi superfluo porque el valor de las medallas es simbólico. O sea, una medalla de primer lugar en cualquier deporte, tiene un valor por encima de eso para el que la haya ganado.
Pero no podemos ser tan románticos siempre, en realidad cada medalla si tiene un costo en metálico, y es tanto el tiempo, el esfuerzo y toda la infraestructura que se ha invertido previamente por parte de los deportistas junto con sus familias y los estados, o sea, no son gratis.
Para los que constantemente se quejan de que la baja cosecha de medallas es por la falta de apoyo de parte del Estado, en parte tienen razón, y es que la mayoría de las instalaciones deportivas en países como el de Guatemala forman parte de la red de estructuras que los gobiernos construyen, que por cierto son caras y deficientes como todo lo que hace el Estado, siempre detrás de ello hay corrupción e ineficiencia. Pero por otro lado está el apoyo monetario que se les da a los deportistas, lo que hace que estos al final se conviertan casi en empleados gubernamentales, y al parecer son los únicos a los que se les exige que tengan los mejores desempeños por su remuneración, a diferencia de todos los demás empleados y funcionarios.
Los Estados Unidos, quien sustenta el primer lugar del medallero siempre en juegos olímpicos, casi desde mediados del siglo pasado, su mayor inversor es la iniciativa privada, o sea, son las empresas las que invierten en los deportistas por cuestiones de marca y por qué no decirlo, por exenciones de impuestos, lo que es válido.
Pero por otro lado, tenemos a la antigua Unión Soviética o vaya Cuba, para no ir tan lejos, cuyos medalleros se dieron bajo la consigna de que obtener medallas era bueno para vender la idea de una revolución comunista gloriosa. Los deportistas se convirtieron, en medio de sociedades llenas de carencias, en verdaderos privilegiados, la elite.
La verdad, no puedo sino sentirme emocionado por los logros de los deportistas guatemaltecos en estas Olimpiadas de París 2024, pero ello no puede hacer que cerremos los ojos. Esas dos victorias se dieron no por la ayuda del Estado sino a pesar del Estado, y eso me alegra porque dice mucho de un estrato social que está siendo vigoroso no solo en cuestiones de creación de riqueza, sino en formación de cuadros profesionales y ahora deportivos. Viendo estos impulsos esperaría ver menos la intervención desastrosa del Estado en el deporte.
Claro, habremos de ver a los políticos colgarse de estos triunfos pidiendo más dinero, así es, dirigentes deportivos con vidas de lujo representando al deporte nacional en el extranjero, o peor aún, a un gobierno de turno fraudulento dándose baños de masas con los deportistas.
El deporte olímpico es una empresa familiar, ningún deportista de alto nivel emerge de la casualidad ni de la caridad, aun cuando en la mitificación de sus figuras así nos los presenten, no el deportista olímpico es el fruto de inversiones millonarias de parte de las familias, y la prueba de esto es que Cuba, una de las potencias del deporte mundial hoy ha regresado a su desempeño de las olimpiadas de México 68 y la razón es que toda la inversión anterior de parte del Estado era insostenible en el tiempo, hoy la miseria del socialismo, ha empobrecido mas a la sociedad y he ahí los resultados, y otra vez, antes de que me digan que la República Popular de China, siendo comunista, logró el segundo puesto del medallero. La respuesta es, sí son comunistas pero no fue con ese esquema que lograron sus medallas, gran parte de los deportistas chinos pertenece a la pujante clase media alta de la sociedad, como es el caso de Guatemala. Es el impulso de las personas por sobresalir lo que permite estos triunfos, y no la perversión de un Estado necesitado de propaganda.