Tailandia y Camboya, conflicto reactivado
Por Berit Knudsen
El 24 de julio, Tailandia y Camboya iniciaron un enfrentamiento armado en sus fronteras, con una docena de muertos —en su mayoría civiles—, decenas de heridos y 100 000 desplazados. Soldados tailandeses acusaron a las fuerzas camboyanas de haber lanzado cohetes que impactaron en una aldea civil y un hospital rural en los alrededores del templo Ta Muen Thom. En respuesta, Tailandia desplegó artillería y ataques aéreos, incluyendo cazas F-16, contra posiciones camboyanas en 12 puntos fronterizos, reactivando un conflicto latente por más de un siglo.
La raíz del conflicto gira en torno a la soberanía del templo de Preah Vihear, lugar histórico ubicado sobre un acantilado en la frontera norte de Camboya. Durante la colonización francesa, los mapas de 1907 y 1916 establecieron fronteras a favor de sus súbditos camboyanos con cierta ambigüedad. En 1962, la Corte Internacional de Justicia falló a favor de Camboya, otorgando la posesión del templo, sus riquezas y territorios, pero sin delimitar claramente las tierras adyacentes, convertidas en motivo de disputa militar.
Desde 2008, los enfrentamientos territoriales son constantes. El más reciente ocurre en contextos de tensión política en ambos países. En Tailandia, la primera ministra Paetongtarn Shinawatra fue suspendida tras una crisis interna, dejando al país con un liderazgo debilitado. En Camboya, el primer ministro Hun Manet, hijo del exdictador Hun Sen, busca consolidar su posición tras asumir el poder en 2023, transición hereditaria en un régimen autoritario que gobierna desde hace décadas.
El desequilibrio entre ambos países ayuda a entender el conflicto. Tailandia es una economía de ingreso medio con instituciones relativamente fuertes, aunque dominadas por militares. Tiene alianzas con Estados Unidos, Japón y mantiene relaciones pragmáticas con China. Su aparato militar es moderno y bien financiado. Camboya, en cambio, tiene una economía pequeña, con alta dependencia de la inversión y respaldo político de China. Su gobierno es autoritario, poco transparente y con un ejército limitado en sus capacidades.
Ambos países destinan entre 1 % y 2 % de su PBI al gasto militar, pero en términos absolutos la diferencia es clara: Tailandia, con una población cinco veces mayor, gasta cuatro veces el presupuesto de Camboya, con fuerzas armadas profesionales, aviación de combate y superioridad tecnológica. Camboya ha incrementado su cooperación militar con Pekín, reintroduciendo el servicio militar obligatorio, un intento por reforzar sus capacidades que refleja una escalada que podría durar más de lo previsto.
Pero el enfrentamiento entre estos dos países refleja una tendencia más amplia: los conflictos históricos no resueltos tienden a escalar con mayor facilidad en contextos de inestabilidad interna. Fronteras trazadas en tiempos coloniales, rivalidades identitarias e intereses de poder regional son factores de riesgo real. Tanto Camboya como Tailandia utilizan la antigua disputa territorial para reforzar liderazgos debilitados, movilizar el nacionalismo y desviar la atención sobre problemas internos.
El mundo enfrenta una combinación peligrosa: instituciones multilaterales que pierden influencia, liderazgos con incentivos cortoplacistas y una creciente militarización regional. En ese escenario, disputas como la de Preah Vihear, que deberían resolverse con diplomacia y acuerdos técnicos, generan víctimas, desplazamientos y enfrentamientos directos.
La escalada entre Tailandia y Camboya muestra que los antiguos conflictos no siempre están enterrados, pudiendo ser utilizados para desviar la atención durante una crisis interna. Pero también revela una preocupante tendencia: en un entorno internacional marcado por guerras abiertas, nuevos países optan por enfrentamientos directos ante la debilidad de los organismos multilaterales. Una chispa mal contenida puede convertir un foco latente en un nuevo frente de conflicto.