La derecha se equivocó
La actual generación hegemónica de la derecha perdió el foco. La esperanza está en una juventud libertaria mejor educada.
Por Fredy Abed Alabi
Siempre he sido un enamorado de la Libertad. Fui criado en ella, y aunque gocé de la orientación y guía amorosa de mis padres, no desperdiciaron una oportunidad para que yo aprendiera cómo disfrutar y administrar mi libre albedrío.
Este antecedente, sin duda, tuvo que ver con mi identificación con las ideas que pude aprender durante mi relación con el doctor Manuel Ayau. Siendo él un gran difusor del Liberalismo Clásico y de la economía de libre mercado, tuve la privilegiada oportunidad de informarme y conocer sus bases históricas y filosóficas; mismas que se fueron sumando con las obras de John Locke, Adam Smith, Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y Milton Friedman.
Lo primero que arroja este pensamiento, es que el Hombre es libre por naturaleza, que el Estado debe proteger nuestros derechos naturales (la Vida, la Propiedad y la Libertad), y que, de esos derechos, la Vida no solo es anterior, sino superior al Estado. La Vida humana, un valor supremo, es la fuente de toda ética y el fundamento moral de nuestras acciones. Por otro lado, la propiedad es la base de la libertad individual. Sin ella no hay responsabilidad, incentivos, ni posibilidad de cooperación voluntaria. En cuanto a la ley, pensadores como Bastiat y Hayek nos dicen que debe ser igual para todos y aplicarse con imparcialidad, ya que cuando se usa para beneficiar a unos a costa de otros, pierde su objetivo y se convierte en un instrumento de abuso. En una sociedad legítima y próspera, la ley no debía ser usada para imponer la voluntad de los gobernantes, sino para proteger los derechos individuales, naturales, de todos por igual. El Estado de derecho (Rule of Law) establece que nadie está por encima de la ley. Los gobiernos actúan solo dentro de los límites definidos por la ley, y no pueden intervenir arbitrariamente en la vida de las personas. Finalmente, sobre la guerra, de lo que hay mucho para decir de manera seria y académica, y no con los argumentos de los belicistas y negociantes de la muerte, pero que por economía de espacio y tiempo me abstendré de comentar, excepto para citar al mismo Frédéric Bastiat cuando dice: “Donde se respeta la libertad y la propiedad, los hombres comercian; donde se violan, los hombres pelean.”
Hace unos meses, interactuando en un grupo de conversación (ya no lo hago) supuestamente integrado por “libertarios”, que defendían con vehemencia las acciones económicas de un connotado gobernante, acciones que implicaban proteccionismo, barreras económicas, intervencionismo estatal, subvenciones, intervención en el mercado monetario y uso político del comercio internacional, yo les decía que nada de eso correpondía al Liberalismo o a la Economía de Mercado. La respuesta que obtuve fue de unos tres, nada más, los demás no opinaron, y ellos me decían con tono doctrinal, que en la situación actual, los que se apegan tanto a las ideas libertarias son tan malignos como los fanáticos del Socialismo y el Comunismo. No quiero abundar en detalles sobre la afirmación de tales dinosaurios ideológicos, pero lo que está claro es que ellos ya no están en capacidad de difundir las ideas de la Libertad y el Libre Mercado.
La juventud que actualmente aún no se ha hecho cargo del mundo, pero que muy pronto lo hará, no acepta tanta hipocresía y falsedad. Desprecia ver las justificaciones para los crímenes cometidos en los conflictos bélicos, mientras aprendieron que la vida es lo primero por lo que hay que velar; le repugna que hay lugares donde la ley se aplica dependiendo de ciertas características de los individuos, en una misma ubicación y por autoridades formales, cuando se les ha enseñado que todos debemos ser iguales frente a la ley; no comprenden porqué se les ha dicho que el derecho a la propiedad es natural y universal, y hay lugares donde la expropiación y el despojo es cotidiano; no olvidan que les hemos infundido el sentido de la responsabilidad en la rendición de cuentas para los culpables, y se exhibe sin vergüenza el castigo colectivo y devastador que afecta a inocentes, mujeres y niños de todas las edades. Y muchas cosas más, pero todo aceptado y alentado por los mismos dinosaurios que ya no son capaces de representar los valores libertarios; al mismo tiempo que le sirven a la izquierda, en bandeja de plata, la oportunidad de hacerse ver como una opción justa y humanista.
En lugar de ver congruencia, la juventud ve un mundo al borde de la destrucción, donde los dirigentes más poderosos se han tornado en los más peligrosos, la mayoría ancianos, llevando a la humanidad a través de una escalada irracional, a veces por la obcecación de dos o tres individuos.
La actual generación hegemónica de la derecha, en lugar de destilar la esencia del Capitalismo aquilatando sus verdaderas virtudes, y difundirlo como la vía que en libertad, justicia y responsabilidad, es capaz de volver próspera a una sociedad, ha cometido el grave desacierto de dedicarse a justificar personajes con actuaciones inaceptables hasta hace poco tiempo; a tomar partido en conflictos bélicos complejos que están lejos de poderse comprender sin análisis objetivo y profundo; a servirse de la censura y de la “cultura de la cancelación”, mientras se vocifera sobre la libertad; a identificarse con regímenes que ni por asomo son exponentes de un estado de derecho; a validar unas culturas e invalidar otras; involucrándose en temas religiosos; injiriendo en la vida sexual de las personas; etc., etc., etc. Así han llevado una discusión que podría haber sido valiosa y útil, a un nivel de agotamiento y desgaste que ya no produce interés en la juventud.
Los jóvenes ya lo están expresando y no debe sorprendernos. A ellos ya no les cala el decrépito modelo de propaganda que venía funcionando desde la Segunda Guerra Mundial. Modelo que consagraba a los “buenos” y demonizaba a los “malos”; maniqueísmo, por cierto, que ya no asusta a nadie. Por eso es que pareciera que, repentinamente, “el mundo se puso patas arriba”. Pero no, simplemente está despertando y pagaremos el precio de los desatinos.
La actual generación hegemónica de la derecha debe dejar paso. La esperanza es que viene una juventud libertaria intelectualmente honesta y mejor educada, que cree en valores universales, y que seguramente perseguirá la prosperidad en libertad, con justicia y responsabilidad.









