Realidad y controversias tras la investidura de Trump
Por Berit Knudsen
La investidura de Donald Trump como 47.º presidente de Estados Unidos marcó el inicio de una etapa que llamó “Nueva Era Dorada”, cargada de simbolismo, mensajes populistas, nacionalismo y controversias. Desde su discurso inaugural hasta las órdenes ejecutivas durante el primer día de mandato, Trump dejó clara su intención de romper con el pasado reciente, redefiniendo prioridades nacionales e internacionales.
Habló de unidad y valores tradicionales, posicionando a Dios, la Constitución y los principios fundamentales como pilares de su gobierno, con estilo grandilocuente. “Dios me salvó para hacer a Estados Unidos grande otra vez”, declaró. Prometió “restaurar el sentido común”, culpando a su predecesor por la decadencia que debilitó al país y ofreciendo revertir el declive con su lema “Hagamos grande a América otra vez”.
Recuperar el control del Canal de Panamá, renombrar el Golfo de México como “Golfo de América”, comprar Groenlandia, que Canadá se convierta en la estrella 51 de Estados Unidos y múltiples aranceles fueron controvertidas afirmaciones anteriores a la investidura.
En las primeras horas de su mandato, Trump firmó más de 200 órdenes ejecutivas materializando promesas de campaña, anulando 78 de su predecesor, abarcando temas polémicos.
Trump declaró emergencia nacional en la frontera sur para abordar la inmigración ilegal, el contrabando de drogas y la violencia de los cárteles designados grupos terroristas. Reactivó la política “Quédate en México”, obligando a los solicitantes de asilo a esperar en territorio mexicano mientras procesan sus casos, y ordenó la reanudación del muro fronterizo, emblemática medida inconclusa de su primer mandato.
Las órdenes ejecutivas sobre inmigración y diversidad generaron críticas de grupos de derechos humanos y organizaciones progresistas al negar la ciudadanía por derecho de nacimiento en territorio norteamericano a hijos de inmigrantes ilegales, afirmando que atenta contra la Constitución.
Declaró que Estados Unidos solo reconocerá los géneros masculino y femenino, eliminando programas relacionados con diversidad, equidad e inclusión (DEI). Además, ordenó iniciar el proceso de salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), criticando la gestión durante la pandemia de COVID-19. Retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, argumentando que el pacto verde perjudica la economía, y declaró emergencia energética nacional, expandiendo la producción de energías fósiles, reduciendo proyectos de energía renovable y mandatos para vehículos eléctricos.
En el ámbito internacional, las acciones de Trump han generado tensiones con aliados tradicionales. La amenaza de imponer aranceles del 25 % a México y Canadá en febrero por no tomar acciones para detener la migración y el tráfico de fentanilo; a Europa si no corrigen el déficit en la balanza comercial, así como a China, son algunas de las políticas proteccionistas que sorprenden a los liberales.
En el marco de la recuperación nacional, Trump decretó la creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental para reducir costos y burocracia en el gobierno federal, con el apoyo de Elon Musk; medida bastante más popular que las amnistías decretadas tanto por Biden, que indultó a su familia, como por Trump, quien perdonó a los 1,500 atacantes al Capitolio.
Finalmente, Trump deberá cumplir con sus promesas, incluidas las amenazas de resolver la guerra en Ucrania y los conflictos en Oriente Medio. Son rescatables las medidas que promueven la libertad de opinión para poner fin a la polarización alrededor de las ideologías de género y la cultura de la cancelación; pero su administración enfrentará el desafío de equilibrar sus decisiones con las tensiones generadas frente a aliados y opositores a nivel nacional e internacional. Una presión excesiva podría debilitar sus alianzas en momentos en que las fuerzas democráticas deben estar unidas para enfrentar el autoritarismo.