La aceptación de cargos, un clavo más en el ataúd de Semilla
Por Julio Abdel Aziz Valdez
Hay dos viejos refranes populares que nos pueden ayudar a entender el caso de la licenciada Ligia Hernández, recientemente liberada luego de haber aceptado su responsabilidad en el caso de financiamiento no registrado que hay contra el suspendido partido Semilla, que se detenta el poder del Ejecutivo. A ver: “la prisión no come gente” y “el que nada debe nada teme”, empecemos por el primero.
No es la primera vez que alguien es llevado a prisión aduciendo su inocencia. La privación de libertad jamás ha sido un impedimento para llevar a cabo una defensa y si hay suficientes prueba de la inocencia, pues el paso por aquel lugar será solo un momento desagradable pero fortalecerá la conciencia. Por el contrario, si la culpabilidad es demostrada, el castigo solo reafirma la determinación del Estado porque esto no vuelva a suceder.
Los dirigentes de semilla lo saben, y es por eso que se fueron por la defensa mediática de la tortura, o sea, intentan convencer a los incautos, de juez y MP obligaron a que la privada de libertad aceptara un delito que no cometió para que pudiera salir de prisión, la lógica ha dejado de ser la que nos enseña el refrán referido “el que nada debe, nada teme” pero al parecer mucho debe y mucho teme, en este caso que se cumpliera la condena total por el delito de ahí que con la aceptación de cargos su condena se redujera considerablemente.
El problema ahora es que se ha aceptado que hubo varios delitos, del cual fueron participes otros, diputados y funcionarios que forman parte de esta organización delictiva. Esos cómplices son los que ahora dicen que a la licenciada Hernández la presionaron para aceptar algo que no era cierto, pero no es así. A ver, no se trataba de una condena de años. Bien pudo sostener que era inocente y portarse bien en prisión y seguro hubiera salido antes, pero al aceptar los cargos redujo lo que para ella y todos los de su partido creen que es insoportable, sobre todo porque se han encumbrado en pedestales que no les corresponden, clásico en la izquierda toxica.
Entendamos que el no haber proporcionado información sobre el financiamiento del partido, es un delito mucho más grave que haber falsificado firmas o afiliar a fallecidos, y es que detrás de estos políticos pudo haber dinero ilícito, o como todos sabemos, pero hasta ahora no se puede demostrar. Dinero del extranjero, específicamente del gobierno norteamericano u otros que no han dudado en defender a su alfil centroamericano.
Aceptar los cargos es aceptar que hubo un concurso de delitos, que este partido nació de la podredumbre de sus dirigentes e ideologías que sustentan. Están usando todo su poder ahora para cambiar la narrativa, para hacernos creer que el problema es el Ministerio Público, que ellos son solo victimas de los poderes que se esconden en las sombras, y no, los responsables de estos son esos políticos que no dudaron en cometer delitos para llegar al poder.
A veces, en arranque de cólera, no he dudado en señalar a políticos de izquierda u otros que estén cometiendo delitos, como cobardes y la razón de esto reside en los fogosos discursos que usan para denunciar la corrupción (mal endémico en la administración pública) y luego cuando estos son señalados e investigados, simplemente salen huyendo queriendo con eso dejar la impresión que son intocables. La cárcel en Guatemala se ha usado como megáfono, si no veamos a Jose Ruben Zamora, a quien los separos le han ayudado mas a su negocio que el lavado de dinero que llevo a cabo.
La cobardía es no asumir en la práctica las consecuencias de sus acciones, esconderse en un discurso victimista, y suponer que el aplauso del gringo los redima del “hicimos lo incorrecto por una causa justa”.