Los infiltrados
Los infiltrados
Como si se tratase de un film de Martín Scorsese, fue definido por parte de los organizadores de la manifestación permanente en la Plaza de la Constitución el 9 de octubre la presencia de “extraños encapuchados infiltrados” que llegaron explícitamente a causar destrozos y vandalismo con el propósito de que la policía actuara parejo, y al hacerlo desalojaron a los buenos ciudadanos ahí presentes, no sin antes afectar con gases a niños y personas de la tercera edad (que son usados constantemente de figuras mediáticas por parte de los manifestantes).
Luego del zafarrancho, donde por cierto salieron heridos policías y los supuestos infiltrados, además de los “pacíficos ciudadanos”, todo regresó a la calma, y las pérdidas ocasionadas podían contabilizar en varios cientos de miles de quetzales, que haciendo un poco de memoria no es la primera vez que sucede, es más, ocasionalmente las mismas instalaciones municipales son vandalizadas, la diferencia ahora es que tanto los manifestantes como el mismo Estado han coincidido en afirmar que fueron infiltrados, pero… ¡un momento por favor!, si el Estado afirma que fueron infiltrados es porque asume que no son sus infiltrados. Esta técnica de desacreditación de una manifestación no es nueva, los estados lo han hecho por años, mandan a bochincheros a infiltrarse entre la gente honrada que ejerce su derecho a manifestar, y luego todo se desacredita, pero si el Estado dice que no son ellos, ¿Quiénes son?
Y esta duda me lleva a otra, si comparamos lo acontecido en la plaza el día de ayer, con los innumerables casos de bloqueos violentos, que por cierto aun persisten: cierres de comercios y mercados por la fuerza, las amenazas a automovilistas y transeúntes, vaya hasta las incursiones en la empresa de agua y hasta la misma persecución en sus viviendas de los funcionarios cuestionados, en realidad es casi nada, o sea, acaso ¿todo lo anterior también fue y es llevado a cabo por infiltrados? Reviso las notas de prensa al respecto y no veo ninguna declaración que lo afirme, es más, solo hay una curiosa noticia donde un diputado de Semilla se une a un grupo alegre de personas que están bloqueando en tráfico. Sí, el mismo que apoyaba a los ocupantes de a USAC a lo largo de un año.
Estas informaciones son por demás contradictorias, y si me permiten les daré mi punto de vista, creo que como toda protesta sostenida a través del tiempo, donde constantemente los organizadores alimentan con discursos llenos de odio y resentimiento ocasionalmente la violencia hace su aparición, ya sea en forma intencionada o no intencionada. Esos cientos de activistas que están extorsionando en cientos de comunidades son parte de las estructuras de base de la izquierda por un lado y por otro son los comunitarios de siempre que actúan por medio del pago en efectivo, como sucede siempre en campañas políticas.
Es curiosa la forma como Semilla y los organizadores visibles de estas jornadas terribles de protestas, que han alcanzado el nivel de verdaderos actos de terrorismo, es que no ha sido tan enfáticos en señalar el actuar de infiltrados como lo han hecho luego de lo acontecido en esa lluviosa noche del 9 de octubre. Al parecer, la elasticidad es mucha a la hora de definir que es un acto delictivo producto del accionar de infiltrados y que no, por supuesto, no son infiltrados los que paran el tráfico y amenazan como tampoco lo son las amenazas de muerte. Ahora estoy entendiendo por qué Semilla, únicos beneficiarios de estas protestas si es que llegan a tener éxito, afirman que todo esto son muestras de espontaneidad de la ciudadanía, lo cual es otra mentira porque hay una mesa de diálogo y en ella, además del Estado, está la flamante junta directiva de los 48 Cantones que son los responsables directos de las perdidas multimillonarias de los agricultores de Occidente y del desabasto de ingentes centros urbanos, incluyendo a su propia comunidad totonicapense.
Pues la versión alterna que sostenemos es que la violencia siempre estuvo y estará en estas protestas, es la escalada del conflicto, es el recordatorio perenne de que el sacar una bandera y gritar consignas con vuvuzelas no es suficiente si se trata de obligar los cambios presentes en la agenda, esta violencia la usa los 48 Cantones y su discurso etnocentrista que han alimentado por años, y ahora lo hace Semilla, quienes pueden ostentar el título de ser uno mas de los partidos que fomenta la violencia política en Guatemala.