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Fredy Abed Alabi

Fredy Abed Alabi

Los Estados-nación

8 de septiembre de 2025/en Opinión/por Fredy Abed Alabi

Como tales, nada ancestral en ellos. Emergen de la modernidad.

Por Fredy Abed Alabi

No poca gente ignora que no hay tal Estado italiano antes de 1861, alemán antes de 1871, griego antes de 1830, turco antes de 1923, etc. Los albores de algunos Estados pueden remontarse al tratado de Westfalia en el siglo XVII, como el caso de Francia; o el caso español, cuyo establecimiento pretenden los nacionalistas ubicarlo en 1492, con la rendición de Granada, aunque en realidad ese evento llevó a una alianza de reinos con organización política no unificada. En este último caso, la configuración moderna como Estado se asocia a la Constitución de 1812.

Los Estados-nación surgen como resultado del final de la Guerra de los Treinta Años, y la guerra de la monarquía Hispana con Flandes y las diecisiete provincias. La Paz de Westfalia (1648), ratificada entre los contendientes, junto al Emperador Fernando de Habsburgo (del Sacro Imperio Romano Germánico) y los príncipes aliados, dio lugar a un “nuevo orden” que se basó en un concepto distinto: el de soberanía nacional.

Esta modalidad priorizó el territorio delimitado, sobre las regiones y los pueblos que constituían patrimonios hereditarios de emperadores, reyes, señores feudales y otros gobernantes autócratas. Con esto, se crean las ideas del ciudadano y del derecho uniforme. El primero que reconoce al Estado como su marco legal, y el segundo que somete a todos los ciudadanos sin distinción alguna.

 ¿Y cómo era la organización política antes de los imperios? Los grupos humanos se organizaron en tribus y clanes, basados en familias, lenguas y conceptos religiosos, que generalmente habitaban áreas muchas veces de forma compartida con otros grupos, con gobernantes diferentes en las mismas regiones, de manera que varias naciones o pueblos ocupaban los mismos territorios, denominándolos de diferente modo en una lucha constante por tratar unos de prevalecer sobre otros; muchas veces en vasallaje a gobernantes más poderosos. Las delimitaciones geográficas eran imprecisas y por cierto inestables, aunque las mitologías digan lo contrario.

Los nombres correspondían a los pueblos y a las regiones de manera independiente, aunque más tarde floreció el arte de encontrar gentilicios para vincular a los pueblos con los territorios. En todas las regiones del mundo ningún pueblo es el primero ni será el último en habitar ahí. El factor racial es actualmente despreciable, y tratar de justificar la pertenencia a la tierra de manera exclusiva, mediante nexos ancestrales en un lugar, es simplemente ficción. Casi tan ficción como las infames leyes raciales de Nuremberg.

Como un caso particular hay que mencionar las Ciudades-estado. Estas no eran Estados-nación. Eran una especie de jurisdicciones puramente urbanas, que se organizaban cual municipios, pero que no excluían la existencia de varias para un pueblo. Por ejemplo, las ciudades fenicias como Tiro y Sidón; las de Ur y Uruk en Mesopotamia; las griegas (polis) de Atenas, Esparta, Corinto, Tebas y Mileto; y las de la península itálica antes de la unificación del Estado italiano.

Gracias a la creación de los Estados-nacionales, cuyas fronteras fueron trazadas de forma arbitraria por regímenes coloniales, en territorios ya poblados, actualmente hay naciones y pueblos sin Estado y Estados plurinacionales, así como naciones y pueblos repartidos en varios Estados. Un ejemplo fácil de digerir y que no obnubila el razonamiento lógico, al menos en nuestro país, es el de los kurdos. El pueblo Kurdo se encuentra disperso en varios Estados: Turquía, Irak, Siria e Irán.

Un Estado-nación no es legítimo porque se origine en tiempos remotos, porque ninguno lo hace. Es legítimo porque:

  1.  Tiene legitimidad jurídica. Esto proviene del Derecho Internacional y sus tratados. Se puede consultar en la llamada “Doctrina de Montevideo” de 1933.
  2. Disfruta del reconocimiento internacional.
  3. Tiene legitimidad política. Capaz de organizarse y de reconocer autoridad.
  4. Tiene legitimidad social. Es decir, es aceptado por su población.
  5. Tiene legitimidad moral. Lucha por sus ciudadanos.

En este tema no se ha dicho la última palabra, ni se dirá. Con el tiempo Estados nacionales han aparecido, desaparecido, fusionado, unido, separado, etc. Unos existen y otros quieren existir. Unos pueden lograrlo y otros luchan por llegar a ser. Al final, pareciera que el nacionalismo no fue una buena idea.

Etiquetas: análisis, Estado, política
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