Los elementos que perturban la paz
Cnel. Cecilio Peláez
Los últimos acontecimientos del país merecen ponerle mucha atención.
Mientras un Congreso, integrado con mayoría de rufianes, no es capaz de desarrollar una agenda que provea insumos para la búsqueda del bien común, objetivo ubicado tras caminos tortuosos e inexplorados, sÍ utilizan el
poder que ostentan legalmente para recetarse vacaciones inmerecidas e incremento ilegítimo a su salario. Como guinda al pastel ofrecen espectáculos indignos de damas que representan -aunque sea ilegítimamente- a un sector de la población cuyas necesidades de seguridad, salud y educación, son tareas pendientes.
El señor Arévalo, abusando de la disposición de recursos económicos a su cargo (aún no ha dicho dónde están los 50 millones de euros que le donaron en su viaje a Europa para desarrollo de Petén) ya tiene embelesados y empoderados a los
miembros del denominado 48 Cantones de Totonicapán, a tal suerte que ya se consideran un Estado dentro del Estado de Guatemala.
Ellos disponen quien entra y quien sale de esa cabecera municipal, ellos imponen penas corporales y pecuniarias a quienes no obedecen y cumplen sus disposiciones, sin dejar espacio a que decidan si tales instrucciones son legales o no.
Arévalo encontró en los avorazados líderes de la junta directiva de esos cantones a los personajes ideales que someten la población a su voluntad para que, persiguiendo unos dólares para su bolsillo o un cargo en el gobierno al que jamás hubiesen podido optar por capacidad, hagan al gobernante el trabajo sucio en bloqueos de carreteras o manifestaciones públicas en las calles capitalinas.
Las cosas llegan a tal extremo, que el mismísimo diputado Pérez se sube a la parte trasera de un vehículo estacionado frente al Congreso, desde donde los arenga exigiendo apoyo para una agenda perversa que, solo en su marchito cerebro cabe, pretende defenestrar a la señora Fiscal General.
Pérez abunda en el abuso a la ignorancia de los participantes en esa pantomima de expresión popular y les hace creer que son las AUTORIDADES ANCESTRALES, término que no cabe dentro de la legislación guatemalteca cuya Constitución Política establece y delimita funciones a los organismos de Estado y actitud irresponsable que contribuye empoderar más a esta masa de cabecillas que conducen bajo el terror a los indefensos habitantes de esa comunidad.
El miedo a entregar cuentas a la justicia ha enfermado de tal manera al gobernante, que ahora cree en sus mentira negándose a recordar la fraudulenta inscripción de su partido político y la serie de delitos que precedieron a su cuestionada juramentacion. En su delirio, prefiere endosarle las maldiciones a la Dra Consuelo Porras, cuyo deber consiste en aportar elementos de prueba a quien debe establecer la verdad de los hechos: un TRIBUNAL DE SENTENCIA.
Parece que Arévalo no está en uso de sus facultades mentales y volitivas y en su perturbación, está llevando a Guatemala a un estado de anarquía que fácilmente puede desembocar en una guerra civil de impredecibles consecuencias.