La Iberosfera, la nación y la reconquista*
Hermann Tertsch
Qué diantres es la Iberosfera se preguntaba recientemente un apreciado amigo en una discusión en las redes donde no faltaban los sempiternos listillos que utilizan cualquier oportunidad para atacar a VOX, a la Fundación Disenso y a su diario, La Gaceta… de la Iberosfera. Tanto en la derecha perdedora hasta cuando gobierna como por supuesto en toda la izquierda, desde la vegana y más allá de la carnívora, hasta en la caníbal, tienen un odio especial a todo aquello que representa el éxito de esta fuerza nacional española que es VOX. No debe extrañar. Ni molestar.
En un lustro VOX ha cambiado la política española y se ha convertido en un fenómeno de interés en todo el mundo. Y dónde fuera de España ha despertado pasiones, esperanzas, ilusiones y también odios y temores es en toda Iberoamérica, esa América hispana que se expande sin cesar hacia el norte recuperando para su cultura lo que en el siglo XVI y XVII era reino de España y más allá. Pasiones, esperanza y hostilidad. Sólo hay que recordar al presidente mexicano, López Obrador, decir en su programa matinal de televisión que había llegado a México una delegación de VOX liderada por Abascal que era peor que Hernán Cortés. Esta bienvenida aun hoy genera el orgullo de una gran medalla. Como lo son los colosales recibimientos en Colombia y en Perú un año después a la Cumbre de Foro Madrid, dos históricos eventos de cultura política conservadora que dejaron grato sabor y efectos políticos permanentes.
La «Iberosfera» es un concepto que circula por ahí desde hace tiempo y que algunos hemos adoptado para entender un espacio de acción común de toda la Hispanidad más Brasil y Portugal para coordinar una defensa común de intereses de Iberoamérica enlazándolos con la Europa de las naciones que queremos liberar del proyecto del megaestado socialista de la UE.
Son las naciones en pie con la cooperación entre ellas las únicas que pueden despertar en Occidente la fuerza necesaria para hacer frente a la deriva totalitaria común del comunismo criminal primitivo, de la socialdemocracia sofisticada y del proyecto globalista de las elites.
Este es el proyecto de revuelta democrática de las fuerzas nacionales para reactivar en América, por medio de su abrazo a Europa que está en España y Portugal, el mismo fenómeno que se produce en todo el continente europeo y que ya tiene en pánico a las elites que habían controlado a su antojo el proceso europeo sin sobresaltos. Desde Finlandia a Italia, desde Chequia y Hungría a España o Suecia, pero también en las hasta ahora guardianas del orden a combatir, Francia y Alemania, surgen con fuerza electoral y vigor social las alternativas de poder contrarias al globalismo.
Este fenómeno del globalismo, nadie confunda con el hecho de la globalización, es el proyecto final y más sofisticado de la alianza de todas las fuerzas colectivistas y antioccidentales hacia un poder mundial único de reglas irrevocables y métodos tiránicos para imponerlas. La pandemia brindó ocasión de un gran ensayo.
Este plan aleja definitivamente el poder de los pueblos, arrebata al individuo identidad y toda autonomía de conducta, le despoja de sus criterios y valores, liquida las libertades y combate los cánones de la civilización judeocristiana. Con el mismo, ya en marcha, se desvanece nuestra identidad surgida a lo largo de miles de años del acervo que definen los tres focos espirituales de Atenas, Roma y Jerusalén. Desaparecerían así la pulsión por la defensa de la libertad —de expresión, de pensamiento, de cátedra, de movimiento y tantas otras ya recortadas o amenazadas en muchos países—, de la propiedad, la vida y la dignidad humana, los valores conservadores.
Frente a este globalismo se presenta la revuelta de las naciones en defensa de su identidad y de la libertad de los individuos como clave de la misma. Y en este contexto la pujanza de las fuerzas nacionales en torno a VOX está demostrando ser tan ilusionante como eficaz en la apertura de cauces para esta lucha.
Es una iniciativa amplia, democrática y por tanto de naturaleza radicalmente antifascista y anticomunista. Es una iniciativa de frontal oposición a todo socialismo, se vista y disfrace como quiera. No busca compromisos con el socialismo, sino la derrota de este gran error de pensamiento que sólo ha traído desgracia, dolor y miseria a través del resentimiento, del odio y la violencia. Socialismo y comunismo son un trágico error no enmendable y como tal aspiramos a que la humanidad los supere como hizo con otras ideas crueles y perniciosas.
Por supuesto que es un problema que el concepto de la Iberosfera o iberofonía hayan sido manejados por gentes muy diversas e intenciones muy distintas. Porque da pie a algunos malentendidos que pueden complicarse en el actual estado de cosas tan revuelto. Que algunos aprovechan para buscar rédito político lo que no siempre es muy honrado intelectualmente pero políticamente comprensible. El proyecto de la expansión de la revuelta nacional y democrática de las fuerzas conservadoras para la Iberosfera que se espeje en el proceso europeo es inmensamente ambicioso para la introducción e cambios durante generaciones.
Poco o nada tiene que ver con los debates en reductos radicales y marginales de nacionalcomunismo o elucubraciones rojipardas que reducen el concepto a una mera y vacua iniciativa político-académica de revancha anglófoba y furiosa obsesión «antiOTAN». Lo primero se daría como venganza por todos los males causados a la Hispanidad en América y Asia por los poderes protestantes, ingleses y norteamericanos. Lo segundo, porque han establecido «casualmente» —y sin duda en muchos casos esta acusación tiene un origen cultural y no es una consigna interesada foránea— que la alianza de defensa de la actualidad, la OTAN, es símbolo y encarnación de todos aquellos males anglosajones a los que sumar todas las perversiones autodestructivas que el neomarxismo puso en marcha en Occidente en los pasados 80 años. Y por tanto la OTAN es el máximo enemigo a combatir y no Rusia, China, Irán o las fuerzas políticas, educativas y académicas de la hegemonía izquierdista en Occidente.
Presentan a la OTAN como una fuerza enemiga de las naciones soberanas, como si hubiera sido la alianza quien llevara a los brillantes y sesudos filósofos políticos de la Escuela de Frankfurt a envenenar la universidad norteamericana a partir de 1933. Como si fuera la OTAN y no el mundo académico el promotor del envenenamiento mundial por esos mensajes de vaciamiento y liquidación del ser humano, su conocimiento y la civilización occidental.
Ni Marcuse ni Adorno eran mandos de la OTAN sino académicos marxistas que dejaron sus ejércitos de discípulos en EEUU antes de volver a Europa tras la guerra. Para mayor guasa, muchos en ese frente «antiOTAN» encima pretenden que Vladimir Putin con su régimen criminal de siloviki del FSB y oligarcas disciplinados (los demás están muertos o en el exilio) sea uno de los remedios como supuesto protector de los valores occidentales. Este disparate alimentado por cierta estética del gran kapo de oligarcas tiene más popularidad de la que merece en ciertos grupos de la derecha. Y no siempre es propaganda pagada.
Está bien claro que Putin no es más defensor del cristianismo ni valores cristianos que Pedro Sánchez, Nicolás Maduro o Xi Jinping. Y la realidad de sus nexos con valores cristianos se limita a que tiene comprada a la iglesia ortodoxa, se pasea con un pope ortodoxo que le sale mucho más barato que la también adquirida compañía del excanciller Gerhard Schröder.
No es la OTAN la que emponzoña mentes y conductas. Son los profesores de universidad comunistas de diverso cuño que desde su irrupción hace casi un siglo en las universidades de elite norteamericanas marcan el pensamiento de todas las elites occidentales actuales. Son los mismos clérigos, más sofisticados, que tras mil sangrientos experimentos fallidos ahora pretenden acertar llevando a cabo, como Antonio Gramsci recomienda, la destrucción total del individuo, vaciado de identidad y ruptura de anclajes culturales o afectivos antes del cambio total de las estructuras de propiedad y producción. Siempre sin renunciar a ser la muleta de toda tiranía, sea rusa, china, islamista o quién sabe de dónde.
Así se construye una historia contra la OTAN como mera fuerza instrumental del poder norteamericano, cuando es eso, pero mucho más que eso. Porque es entre otras cosas la única garantía que pueden tener algunos países condenados por la geografía y por la historia a una exposición al chantaje y a la agresión exterior que otros no tienen. Por mucho que se respete, se quiera a Rusia o se admire su historia o a su gente, lo cierto es que lleva unos siglos siendo uno de los vecinos más peligrosos imaginables. En su defensa sólo se sale desde el desprecio a las leyes internacionales que Rusia había firmado con Ucrania y el desprecio a la soberanía nacional no sólo de Ucrania, sino de todos los demás países que Rusia ambiciona y ha invadido o justifica invadir. En la OTAN puede haber en el momento de máximo conflicto que es la guerra algún pepito grillo por razones geográficas. Hoy lo es Viktor Orbán. Pero nadie espere que Orbán se salga de la OTAN. Por el contrario, Viktor Orbán combina sus llamamientos a sacrificar parte de Ucrania con la conversión de Hungría en el gran productor de armamento y munición. Como industria de futuro. Esas armas no irán directamente al frente contra Rusia nuevamente por razones geográficas, de dependencia y de existencia de una minoría húngara en Ucrania que cambia la ecuación nacional en el conflicto.
Dada la debilidad argumental de la defensa de Putin se refuerza la agitación contra la OTAN. En un momento en el que está haciendo lo más noble que una alianza puede hacer, acudir en la defensa de una víctima que ni siquiera es miembro de la misma. Consciente, por supuesto, de que un triunfo del invasor supone pasar a primera línea. Parar al agresor es lo mejor que ha sabido hacer siempre la OTAN. Pasó en Berlín en 1961, pasó con los acuerdos de la Doble Decisión y pasa ahora con Ucrania. Cuando no pasó, como en el alzamiento de Hungría en 1956, se le reprochó mucho.
Ucrania no esta en la OTAN pese a que pudo ser admitida en 2008 si no llega a ser por la oposición de Alemania que, a nadie sorprenda, ha actuado como un agente de Rusia en la alianza desde la reunificación. Desde luego después del mandato de Gerhard Schröder, todo el SPD pasó, hoy lo sabemos, a defender los intereses de Rusia y establecer una alianza de beneficios mutuos y corrupciones personales a espaldas de la Alianza Atlántica.
Entiendo, por tanto, la apelación a la Iberosfera como una convocatoria a todas las naciones hispanas y lusas a unir fuerzas en este reto de preservar todos los tesoros de la civilización occidental de la que Europa y América son los dos pilares. Estos tesoros que la convirtieron en la sociedad de mayor éxito, eficacia y bienestar para la humanidad son ni más ni menos que el culto a la vida, al amor y al perdón, el sentido de trascendencia, devoción por la excelencia y la inteligencia, ambición por el conocimiento y la compasión.
Estamos por eso muy lejos de cualquier movimiento nostálgico de todo reduccionismo historicista identitario que llama a renovado odio contra la «Pérfida Albión» y a mear siempre, no ya mirando a Inglaterra como Blas de Lezo sino hacia la OTAN, lo que hará difícil saber hacia dónde mear. Nadie más orgulloso y más decidido a recordar y enaltecer la colosal obra civilizadora de España en todo el mundo, sólo comparable con la de Roma, que ha dejado un legado que es el terreno más fértil para esta gran reconquista de la libertad y el sentido para los pueblos hispanos.
Pero no vamos a utilizar ese precioso tesoro de siglos pasados para crear discordia en la alianza occidental ante peligros existenciales inmensos e inminentes para todos nuestros pueblos. Porque esta alianza es eslava, escandinava, hispana, germana, latina y muchas cosas. Cierto es que los españoles no tenemos con los EEUU las mismas experiencias que los polacos y que nadie nos puede pedir que los adoremos. No se trata de filias ni fobias. En todo caso hoy, con unos EEUU casi tan hispanos como anglos, lejos de ser un enemigo son el aliado poderoso para la lucha contra cualquier enemigo exterior.
Pero, además, EEUU, de cuyo mundo académico y potencia cultural ha partido toda la peste de las nuevas fórmulas ideológicas de coacción y disciplinamiento, va a ser un escenario en el que se dirimirá gran parte de la guerra civil occidental que decidirá si nos convertimos en peones clonados o seguimos por el contrario siendo seres humanos con afectos, conciencia, memoria e historia, derechos y voluntad.
Está más que demostrado que en la OTAN, al contrario que en la Unión Europea, sí se puede existir como estado soberano incluso abusando. Sin pagar las cuotas estipuladas y haciendo política hostil a la potencia hegemónica. España es un ejemplo de que se puede. Otra cosa es que eso beneficie sus intereses. No es el caso. Pero a los últimos jefes de gobierno de España, desde Zapatero, les ha dado igual. Culpar a EEUU de defender sus intereses es pueril. Lo que hay que denunciar a los gobiernos que no cuidan los suyos.
En todo caso la ambición que les esbozo es una amplia alianza atlántica, del Atlántico norte y del Atlántico Sur, en el que los narcocomunismos y socialismos hayan sido derrotados, nuestras naciones sean soberanas en su vida interna y sus pueblos estén compuestos de personas libres conscientes de su historia y su civilización. Y Occidente, liberado de ese enemigo interno, puede tener así una defensa sólida frente a las amenazas globales totalitarias.
La OTAN y sus apariencias y mandos dejarán de pretenderse woke cuando no haya gobiernos woke en los estados nacionales miembros. Esa tarea es acabar con la última actualización del asalto totalitario que intenta hacerse con el poder total por medio de sus vectores ideológicos e instrumentos de coacción y disciplina social.
Hoy muchos identifican con toda la mala fe a la OTAN con el LGTBIsmo y pueden hacerlo porque los gobiernos, a su cabeza la lamentable administración del corrupto y rijoso Joe Biden, son los embajadores de toda la ideología woke. Pero son vencibles, porque sus mensajes ideológicos —pese al inmenso y permanente esfuerzo propagandístico y las colosales sumas que se invierten en el misma— son frágiles frente a las convicciones, certezas y conocimientos con la profundidad de siglos cuando no milenios.
Los chicos de la Escuela de Frankfurt, los ideólogos precursores de todo lo que sucede con la tóxica cultura de deshumanización en Occidente, se hicieron a partir de los años sesenta con la educación, la formación, la información, la comunicación, la cultura, el entretenimiento y todo el espacio público. Y por supuesto, con la Iglesia. Lo conquistaron con todas las facilidades y sin batalla cultural alguna gracias a la indolencia, codicia, egoísmo, frivolidad y desinterés de las fuerzas supuestamente conservadores de la sociedad. Ahora toca la reconquista de todos estos espacios que se cedieron al enemigo en traición y pasividad. La Iberosfera es un marco de actuación de esta reconquista que ha de llevarse a cabo en todo Occidente.
Si no lo lográramos en estas próximas generaciones, todas estas disquisiciones y las demás que vengan serán gratuitas porque seremos esclavos y ya nunca más dueños de nuestra realidad. Para esta reconquista frente al enemigo interior tenemos que ser conscientes de que ha de mantenerse la defensa frente a fuerzas enemigas criminales y totalitarias de fuera y de dentro. Y no habría mayor victoria para los enemigos de este resurgimiento y reconquista de las naciones libres que la tentación de parte de las fuerzas conservadoras de abrazarse a tiranías o proyectos totalitarios, engañados por sus señuelos y su propaganda. Hoy, por ejemplo, el principal peligro para una gran gesta de las fuerzas conservadoras en el Parlamento Europeo es su infiltración por simpatizantes de Putin que destruyen la cohesión. Las naciones no piden ingresar en la OTAN para invadir a nadie ni para cercar a nadie sino para que no las invadan y para poder ser al menos tan libres como los países occidentales que viven lejos de amenazas tan evidentes con una Rusia bajo Putin.
Por eso es tan importante distinguir entre todo lo que despreciamos hoy en Occidente, que es mucho desde el propio Biden a las materias que les imponen a nuestros hijos en los colegios, y lo mucho que pese a todo ello nos distingue aún de la vida de los súbditos de los regímenes totalitarios que nos atacan, invaden y quieren destruir.
*Publicada el 29 de junio en La Gaceta de la Iberosfera.