La copa vacía que constantemente busca ser llenada
Todos queremos comprendernos mejor, vivir vidas más satisfactorias, tener una experiencia más rica de quiénes somos y saber cuál es nuestra contribución con la vida.
Todos queremos ser felices, queremos amar y ser amados. Queremos estómagos llenos y cinturas delgadas, queremos que nuestros niños sean felices y sanos.
Queremos tener éxito, queremos comer chocolate, queremos festejar. Queremos un buen hombre, queremos la paz mundial, queremos bailar. Una docena de rosas. escondernos debajo de las sábanas, ese anillo de diamantes. Queremos, queremos y queremos.
Y de repente te preguntas, de dónde surgen tus pensamientos, tus deseos, tus emociones, y cómo le haces para encontrar una plenitud duradera. Cómo le haces para encontrar ese camino espiritual, de leyes no físicas, que te hacen llegar a esa plenitud.
Porque ser espiritual es una palabra que significa muchas cosas para diversas personas. Pero por ahora, vamos a decir que todo lo que percibes más allá de tus cinco sentidos; si no puedes verlo, saborearlo, olerlo, sentirlo o escucharlo; puedes considerarlo espiritual.
Nuestro deseo de recibir, es la tendencia natural que nos motiva a buscar la plenitud y la felicidad. Ya sea que andes buscando seguridad, ayuda, amor, éxito, una relación, energía apoyo, reconocimiento, o buenos sentimientos sobre ti mismo; en todos los casos estás operando a partir de ese deseo básico de recibir. Los seres humanos no moveríamos siquiera un dedo si no fuera por un deseo interior.
La copa vacía que constantemente busca ser llenada. No hay límite para nuestro deseo.
La única forma de lograr plenitud es formando parte de un sistema en el cual tienes la oportunidad de transformar tú deseo de recibir sólo para ti mismo, (la atracción absurda del “yo,yo, yo”) en un deseo de recibir con el propósito de compartir.
Las leyes del universo son simples. Cada vez que recibes sólo para ti mismo, cada vez que tomas con avaricia, sin controlar tu deseo de recibir, sin dar algo a cambio, estás actuando contra ti mismo. Es cierto que recibirás lo que buscas, y te llenará por un segundo, ocasionado una sensación de placer, pero luego se producirá un cortocircuito y en lugar de alegría, encontrarás hastío y caos en tu vida.
Esto es como la ley de la gravedad.
La única forma de alcanzar la plenitud es recibir con el propósito de compartir con otros y no sólo para uno mismo. Y ser espiritual significa que estás allí para cuando los otros seres humanos te necesiten, que estás preparado para abandonar la zona de confort y ayudarles. Ahí es cuando la luz del creador puede fluir a través de ti y crear milagros en tu vida.
Entonces la receta es: Quiero algo, primero debo dar, quiero que las personas me escuchen, entonces debo escuchar a los demás. Quiero que se me respete, entonces debo respetar. Quiero ser amado, entonces necesito dar amor.
Cuando sólo te preocupas por ti mismo, el Creador no puede habitar en ti. Después de todo, ya hay alguien que se está ocupando de ti. Sólo cuando te preocupas por los demás, el Creador ve tu necesidad. Cuando devuelves y resistes el deseo de recibir sólo para ti, estás iniciando el proceso de la plenitud. Porque el que saciare, él también será saciado, dice la Biblia.
¿Pero usted va a decirme y qué hay de mí? Pero es que al sentirte merecedor de algo, en lugar de ser una parte de la luz, te conviertes en un obstáculo de la luz que puedes irradiar para ti mismo y para muchos.
Piensa en tu vida. Cuando te das el gusto de la gratificación instantánea y te comportas de forma egoísta, cuando no haces un esfuerzo, o no asumes la responsabilidad de vivir esta vida, es cuando te limitas a vivir con tus deseos fáciles y limitas el potencial de brillar que hay en ti. Es entonces cuando te desconectas de la luz y tu comportamiento se está basando en el deseo de recibir para ti mismo y todo gira alrededor del “yo, yo yo”.
¿Qué trae esto a tu vida? Caos y oscuridad. Hastío. Aburrimiento. Falta de plenitud. Y vas de placer en placer hasta sentir hartazgo.
Esto es un asunto de conciencia. Si tu conciencia trata solamente del “yo, yo, yo” entonces tu capacidad alcanzará sólo para una persona. Para ti mismo. Pero si estás pensando en apoyar al que se encuentra al lado tuyo, cuando encuentras una forma de detenerlo de caer, cuando al menos lo escuchas, es cuando el potencial que reside en ti puede cambiar vidas, sanar a las personas, no permitiendo que fracasen o se desmoronen y poderlas llevar a la plenitud, de la cual tú ya disfrutas.
Esto significa resistir la tentación y tus necesidades más innobles, rechazar el dinero fácil, la mentalidad de obtener algo a cambio de nada, que son las emociones inconscientes del Ego. Es renunciar a la mentalidad de víctima, quejándote continuamente de que el mundo no te trata bien.
Si aplicamos este concepto a la relación matrimonial, que es la unión más importante y de grandes repercusiones para la humanidad; nos damos cuenta que estamos gestando la célula básica de la sociedad y el espacio donde se levantan generaciones. Es un proyecto entre dos extraños, unidos por el vínculo del amor, donde se comprometen a vivir la mejor aventura de sus vidas, donde tendrán recios enemigos, como la rutina, la monotonía doméstica, los increíbles detalles que fustigan nuestros sentimientos para lograr acoplarse el uno al otro, y muchas veces las carencias económicas del inicio, las enfermedades, infidelidades, etc.etc.etc.
Pero el que logra mantener esa pasión, y aprende el equilibrio de dar y se sustrae de solamente recibir, puede llegar a construir la Institución más importante de la vida y saborear las mieles más profundas del placer.
Es increíble las dificultades tan grandes que un matrimonio tiene que afrontar. Y en esos primeros años nos cuesta discernir que hay una generación que nos observa y que se convertirá en lo que hacemos, no en las palabras retóricas que decimos. Pero si nos sostiene el amor de dar y marginamos las necesidades innobles podemos llegar a ver en el futuro, seres nobles e íntegros que fueron desafiados por un ambiente de armonía y paz, a pesar de los obstáculos.
Nada supera en nuestra vejez verlos caminar en valores y principios donde el amor pudo mantenerse entre dos extraños que se atrevieron a vivir sirviéndose el uno al otro.
En la viudez no hay soledad. Pero hay mucha soledad en el abandono de una mujer a través del divorcio. Aunque a veces es la única salida.
Pero en estos tiempos modernos pareciera que es el divorcio la salida más oportuna. El post-modernismo nos presenta una relatividad extrema, una serie de opciones sexuales y una falsa ideología de género donde lo único que cuenta es el placer personal. Por eso se venden tantas pastillas para dormir, tanto ansiolítico y tanto anti-antidepresivo.
Las personas han perdido la alegría de vivir, la tranquilidad. El aparato sugestionador de la sociedad le atiborra de ideas y necesidades, de deseos superficiales y de anhelos superficiales de alcanzar un éxito deslumbrante. Y estas son cadenas mucho más fuertes que las exteriores, porque es vivir tratando de congraciar un Ego que no tiene límites.
La meta no es el logro, el título ni el ingreso. Nos peleamos con nosotros mismos y empezamos a exigirles a nuestros hijos un status que ni nosotros hemos alcanzado.
Lo único que cuenta es dar, dar a manos llenas del dominio propio que he desarrollado en mí, y que me hace capaz de saborear cada momento sabiendo que yo no soy esa pequeñez mental que a veces me hace sucumbir. Yo no soy mi debilidad. Soy mucho más. Pero se nos olvido que éramos valiosos por lo que éramos, no por lo que hacíamos.
Lo que tú tienes muchos lo pueden tener, pero lo que tú eres, nadie puede ser.
Empecemos a dar: buenos días, un beso, un abrazo fuerte. Un ramo de flores, una caricia extema. Tratemos de escuchar y de respetar a los demás. Que no sea el enojo el que dirija nuestras vidas, ni la duda, ni la preocupación. Es tiempo de vivir y no de sobrevivir.