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Mary Peralta

Mary Peralta

La ansiedad, una enfermedad de adolescentes y adultos

24 de noviembre de 2025/en Opinión/por Mary Peralta

Mary Ayala de Peralta

La ansiedad no es fruto de una sola causa.  No surge como parte de la genética y que nacimos ansiosos. LA ANSIEDAD viene a ser como si se pone de moda usar gorra, y la gorra nos produce dolor de cabeza, pero no nos la podemos quitar porque todos la usan.  Y la usan como un Mecanismo de Defensa para apaciguar los pensamientos repetitivos, y muchas veces “PENSAMIENTOS  tóxicos y negativos”, que no obtienen una solución consoladora. 

Tampoco es un rasgo obtenido en la infancia, ni viene como consecuencia del mundo moderno.  Es el resultado de la interacción entre múltiples dimensiones del ser humano:  biológicas, psicológicas, sociales y espirituales. 

Podría ser que existe evidencia científica que la predisposición a la ansiedad puede heredarse, pero dicha predisposición no define el destino emocional de la persona.  Nuestra capacidad evolutiva es mucho más poderosa que cualquier predisposición.

Cuando aprendemos a manejar el cerebro y a no permitir que el cerebro nos maneje a nosotros, estamos dando el primer paso para poder controlar todo síntoma de ansiedad anticipatoria.    El cerebro es un órgano, sumamente habilitado para producir, organizar y avanzar en el desafío de retos, metas y alcances personales.   Pero el cerebro no es inteligente.  Depende de las ordenes que recibe, de las motivaciones gruesas a las que el Protagonista se atreve, y depende de la calidad radical de los pensamientos que alberga y archiva en su cajón de experiencias. 

Aunque la ansiedad ha existido siempre, la era moderna la ha potenciado profundamente, porque hoy vivimos bajo rapidez constante, sobrecarga informativa, hiper-productividad, falta de silencio interior e interrupciones permanentes a través del aparato móvil; y sobre todo un escaso descanso real.  

El Sistema Nervioso humano diseñado para ritmos lentos se ha vuelto incapaz de procesar un flujo emocional y cognitivo tan acelerado.  La modernidad hizo de la ansiedad, no sólo un malestar, sino en muchos casos, un estilo de vida.

La cultura de hoy en día ha convertido al ser humano en un evaluado perpetuo.  Desde que ingresa a estudiar, hasta el trabajo que inicie, desde el cuerpo que posee hasta el éxito económico; todo se mide, se compara y se exhibe en las redes. 

Esto genera:  en primer lugar, presión.  Luego busca el perfeccionismo, y surge el miedo al fracaso y una sensación de insuficiencia.

La ansiedad surge cuando la persona vive creyendo, que, si se deja rendir, deja de valer y ese mensaje cala profundamente en la identidad.  El éxito dejó de ser un logro y se convirtió en un deber.  Ya no es fruto del crecimiento personal, sino un mandato social.  Este “éxito vacío” produce ansiedad porque, primero, uno cree que nunca se llega a la meta, que siempre hay más que alcanzar, y es entonces cuando el logro se vuelve adictivo.  La persona se desgasta intentando llenar un vacío emocional antiguo.  La ansiedad aparece cuando el ideal personal se vuelve inalcanzable, pero la persona insiste en alcanzarlo a cualquier costo.

Y la vida real comienza a parecer insuficiente frente a la vida digital.  Esto nos lleva a dos terribles consecuencias:  1.  La necesidad ansiosa de sostener una imagen que no coincide con la identidad real.   Los verdaderos ocupados en alcanzar sus retos no tienen redes sociales.      2.   La sensación de fracaso al compararse con vidas idealizadas de otros. 

Una diferencia profunda entre generaciones es que los adultos conocieron momentos de juego libre, mayor contacto con la naturaleza, aburrimiento creativo, relaciones presenciales, y rutinas lentas. 

En cambio, los jóvenes nacieron dentro de un mundo hiper-conectado, sin pausas, sin espacios interiores, sin tregua cognitiva.  Para muchos jóvenes, el silencio es un territorio desconocido y, por lo tanto, incómodo. 

La ansiedad aparece cuando la mente, saturada de estímulos continuos, intenta procesar más de lo que puede manejar.

Nunca en la historia el ser humano había estado tan expuesto a compararse.  Hoy, se miden contra cuerpos perfectos, vidas editadas, viajes costosos, talentos exagerados, logros ajenos imposibles de replicar, y estándares irreales de felicidad.   El resultado es devastador.  La identidad se fragmenta y aparece una ansiedad que nace de no sentirse suficiente de ninguna manera. 

Los adultos también lo sufren, pero los jóvenes son más vulnerables porque su identidad aún está en construcción. 

La ansiedad tiene mayor terreno cuando existen divorcios, poca convivencia familiar, más individualismo, padres ausentes por el trabajo, vínculos frágiles.    Si a esto agregamos que el futuro pareciera muy incierto y que los valores originales están en continuo debate, además que las ideologías son muy volátiles; es entonces cuando el sentido de la vida se vuelve muy difuso. 

Esto genera una sensación global de inseguridad existencial, caldo de cultivo perfecto para la ansiedad.   Eso nos lleva a reconocer que el acecho de la ansiedad no ha disminuido, probablemente ha cambiado de rostro.  Y es entonces cuando vemos a adolescentes que ni siquiera han vivido lo suficiente para acumular fatiga, pero que viven atrapados en un sistema que exige demasiado, pero demasiado rápido.  Esto es lo que opina el mundo y la manera de enfocarlo de parte de los expertos, pero nos queda todavía un renglón muy importante que tratar.  Si le permitimos a Dios entrar a la ecuación, qué es lo que nos enseña la Biblia acerca de este tema tan necesario de entenderlo, porque no es un defecto personal, ni debe llegar a ser amenazante en ningún momento; porque es tan solo un grito del alma que está pidiendo un ritmo más humano y más armonioso. 

Qué dice la Biblia de la ansiedad

 No podemos olvidar que Adán por primera vez en su vida sintió miedo.   Qué sentimiento y que experiencia más dura haber sentido miedo, porque el miedo es algo terrible que nos limita y nos causa devastación.  Dice la Biblia: “ En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo.  De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. 

Adán no había experimentado estar separado de ese perfecto amor.   Dios era su compañero, su confidente, su asesor diario, su paciente escucha de todos sus proyectos acerca del huerto tan increíble que tenía a su cargo.   Y sabía que había sido creado por Dios para grandes propósitos y que sus generaciones llenarían las expectativas de Dios y las suyas.   Pero nunca había tenido miedo de ese futuro glorioso ni incertidumbre alguna.  Las dudas y esa falta de certeza que en un momento sintió lo abrumaron de tal manera que cuando Dios lo buscó, se escondió y le dijo:  Tuve miedo, porque estaba desnudo, y me escondí”    Y cosieron hojas de higuera, como queriendo tapar todo el conocimiento del mal que recibieron por la desobediencia; y el corazón de misericordia de Dios derramó la primera sangre de un animal para hacer túnicas de pieles que con seguridad podría neutralizar ese miedo absurdo.  Adán y Eva habían muerto.

Estaban tan muertos como más de la mitad de la humanidad hoy en día.

Es decir, seguían vivos, pero su Espíritu, que es la forma de estar conectados con Dios se había muerto.   Y esa experiencia sigue gritando a nuestras emociones y a nuestros sentimientos y llega el momento en que reaccionamos con el mismo miedo absurdo de hace 6 mil años. 

Y  ¿En qué podemos creer en nuestro mundo terrenal?

Si usted se atreve a creer en la persona que ama, yo no le puedo asegurar que nunca le va a fallar.  ¿Y sus padres?  Pues no son perfectos.   Y déjeme decirle que hay heridas profundas y de mucho dolor, muchas veces, de parte de las personas más cercanas a nosotros.   Y si le parece sano confiar en sus posesiones y en su salud para enfrentar las adversidades, tampoco estos renglones materiales le pueden asegurar nada.

Y entonces, lo mas sabio sería confiar en usted mismo.  Pero le tengo malas noticias.  El ser humano duda mucho de si mismo.  Le cuesta tener asertividad.  Le cuesta aceptarse a sí mismo.  Y decididamente no se gusta.  Si no es el rostro, son las piernas, la altura, el pelo, etc. etc. etc.    Hubo un desgarre en el Huerto del Edén de nuestra identidad, y caminamos un sendero largo y tormentoso, buscando agradar a la gente, para poder considerarnos parte del grupo y ser tomados en cuenta.  Qué trabajo tan fastidioso.   Del cien por ciento de personas que nos rodea, hay un 25 por ciento que nunca nos van a aceptar.  Otro 25 por ciento a quienes le somos completamente indiferentes, ni nos aceptan; ni nos rechazan.  Y un 25 por ciento más, a quienes definitivamente le caemos mal y no miran nada bueno en nosotros.   Y queda un resto, un 25 por ciento más que nos va a adorar, aunque no tengamos nada bueno en particular.   Por qué no dedicarnos únicamente a ese 25 por ciento, con el cual no hay que ponerse máscaras ni adoptar actitudes falsas para poderlos agradar.   Esa cantidad es suficiente para tener buenos amigos. 

Y cómo resolvemos el asunto de creer, de confiar, y de manejar una certeza en esta vida donde las adversidades son parte de la vida.  Jesucristo es el único que no te va a fallar, y que dejó escrito un Testamento donde hay derechos, promesas y donde te explica si es posible pasar la angustia y restaurar tu vida, SIN ANSIEDAD.

Dice en la 1ª de Pedro 5:7. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.”

Esto no lo puede hacer ninguna religión.  Creer es experimentar lo mismo que un niño experimenta cuando se tira a una piscina sin saber nadar, porque su mismo padre le dice, tírate mi amor; aquí estoy yo. 

Pero hay un problema.  Hebreos nos habla de un “Corazón malo de incredulidad” que nos impide entrar en el reposo de Dios.   Y esto sucede cuando creemos en Dios, pero no le creemos a Dios. 

Dios nos invita a llamar a las cosas que no son como si fueran.  Y el salmo 46 nos dice, que Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.  Po tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar.  Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.

El es capaz de hacer todo lo que te ha prometido. SIN ANSIEDAD.

Etiquetas: espiritualidad, psicología, Salud
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https://247prensadigital.com/wp-content/uploads/ansiedade.jpg 928 1326 Mary Peralta https://247prensadigital.com/wp-content/uploads/logo-2.svg Mary Peralta2025-11-24 07:08:522025-11-24 07:08:54La ansiedad, una enfermedad de adolescentes y adultos
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