Kafka y el Burnout
Javier Payeras
En La metamorfosis, el escritor Franz Kafka narra la tragedia de un hombre que despierta transformado en un insecto. Se trata de un relato trágico que, según el mejor amigo del autor, les leía en voz alta y desternillándose de risa, en sus veladas bohemias en Praga.
Quizá Kafka no veía algo trágico sino demasiado real. Cada día me doy cuenta de que la literatura fantástica se convierte en escritura realista en esta década. Novelas como 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury son algo palpable en el deterioro posthumano que vivimos en esta aldea global, desde Guatemala hasta Tokio, desde Nueva York hasta Ciudad del Cabo.
Sin embargo, La metamorfosis, no habla de un acontecimiento misterioso, sino de algo más cercano. El personaje es un empleado con responsabilidades tanto laborales como familiares. Al despertar convertido en escarabajo, lejos del espanto que tal situación debería provocarle, le acomete una enorme culpa y angustia. El asunto no es dejar de ser humano, es dejar de ser productivo y no poder mantener a sus padres y a su hermana pequeña. La historia nos lleva a lo más abyecto, nadie se compadece de Gregorio Samsa, mas bien, lo culpan porque gracias a esta condición ha dejado desamparada a toda la familia y no puede asistir al trabajo a terminar sus pendientes.
Recuerdo que durante décadas he sido un Samsa, igual que muchos. Hay momentos de cansancio, momentos de llanto que surge de la nada, momentos cuando ni siquiera podemos terminar una película sin dormirnos o un libro que no terminamos de leer o un paseo que de no ser por las fotos que tomamos con el móvil no recordaríamos.
Sentirnos cansados es un pecado contra el mundo que nos rodea; querer estar solos es algo que nos hace sentir culpables; no poder mandar al carajo a los impertinentes nos sumerge en el abismo del terror… somos buenos únicamente cuando somos cobardes y nos menospreciamos hasta ser invisibles. Pero ojalá nos borráramos, pero no… simplemente avanzamos en la depresión funcional. La terapia es impagable e incierta. Los medicamentos no siempre eficaces. Descansar nos han dicho que es algo para perdedores, ser “funcionales” es tragarse la humillante autoexplotación lamebotas hasta que la isquemia, la diabetes, la cirrosis alcohólica o la soledad acompañada nos termine llevando a la muerte.
Priorizar en nosotros para que podamos estar para los demás. Pensar ante cada decisión, ¿esto que aceptaré me hará más libre o esclavo? ¿Realmente necesito esto que va a llevarse mi salud y mi tiempo de vida?
Ocuparse de sí mismo no debe ser ningún delito.