El sueño
Por Igumeni Inés Ayau
El sueño de mejorar la vida es un impulso interno. Se logra migrando hacia la libertad: migrando a mejorar costumbres, casa, pueblo, medios de producción, migrando de país… Migrando hacia mejores condiciones y el sueño no lo detiene nada.
La Resurrección de Jesucristo es el mejor ejemplo de migración. Migra de la muerte a la vida. Rompe las cadenas de la muerte y resurge a la vida, la eterna. Pasa por el imperialismo que lo asesina, a la libertad y nos invita a hacer el recorrido con Él como líder. Un líder que experimenta todo lo que es la envidia y opresión de su libertad, hasta la muerte injusta, de la que sale victorioso. Su resurrección impregna toda nuestra vida de esperanza, SÍ se puede. Nunca podemos quedarnos bajo ninguna muerte. Para mencionar algunas: mentales, nuestras propias pasiones empezando por la envidia; intelectuales, el maravilloso celular y la IA o las substancias embrutecedoras; afectivas, relaciones que nos aplastan; sociales, aceptar sumisamente todas las imposiciones gubernamentales; etc. Estas y otras nos alejan de la vida.
La esperanza que nos inyecta la resurrección podría reflejarse también en nuestro gobierno: en vez de colocar tropiezos y estorbos, mejor permitir la libertad individual y corporativa de producir e intercambiar y alcanzar sueños materiales; poner esfuerzo haciendo lo que debe hacer: enfocarse en la seguridad y el orden para que no proliferen los Caínes. Si logran eso podrán luego soñar con su “política general de gobierno”, o serán más de lo mismo y habrá más migración.
La “receta” de Jesucristo Resucitado es fácil de entender. Lo difícil es hacerla. Requiere una “determinada determinación” y que haya libertad para alcanzar los sueños, personales y comunitarios.