Gracias eternas, soldados de la patria
“Paladines gloriosos dejaron
en la historia sus nombres de luz,
porque en bien de la patria lucharon
con la pluma, la espada y la cruz”.
Michelle Molina Müller
Qué fácil es juzgar cuando ya se es libre. Qué fácil es opinar cuando el peligro ha pasado. Qué fácil es señalar décadas después, cuando los que un día se jugaron la vida por este país ya no están para defenderse. Qué injusto es que hoy, aquellos que mancharon su uniforme con sudor y sangre por Guatemala, sean vistos por muchos como villanos y no como los héroes que fueron.
El 30 de junio no es una fecha cualquiera. Es un día para recordar, para agradecer y, sobre todo, para honrar. Honrar la memoria de quienes ofrendaron su vida por esta tierra. Hombres que nunca buscaron fama, ni reconocimientos, pero que supieron obedecer, resistir y proteger, incluso cuando eso significaba no volver a casa.
Pienso en mi General de División, Raúl Molina Bedoya, y en tantos otros soldados que lucharon con convicción y amor profundo por su patria. Ellos entendieron que Guatemala no era simplemente un territorio, sino un legado que debía ser defendido con coraje, con disciplina y, si era necesario, con la vida.
Así, el Ejército de Guatemala es una institución noble. Una que ha enseñado desde sus inicios valores fundamentales como el honor, el respeto, la gloria, la determinación, la responsabilidad y el coraje. Una institución que forma carácter, que educa en la virtud del sacrificio y que prepara a hombres para servir al pueblo, aún cuando ese mismo pueblo muchas veces olvida su existencia.
¿Quiénes son los primeros en estar presentes cuando hay un desastre natural? ¿Quiénes llegan cuando el volcán hace erupción, cuando la tierra tiembla, cuando los caminos se cortan, cuando el caos se impone? Ahí están ellos. Con botas llenas de lodo, los hombros cansados y la mirada fija en el deber. Sin esperar aplausos, sin cámaras y sin propaganda.
Guatemala ha sobrevivido a una guerra silenciosa, una intentona de conquista ideológica que quiso imponer el socialismo por medio de las armas. Esa lucha fue real, sangrienta y brutal. Y si hoy gozamos de libertad —aunque imperfecta— es porque hubo quienes no se rindieron ante esa amenaza. Muchos de ellos ya no están; murieron sin pedir nada a cambio. Otros siguen vivos, olvidados por la historia oficial, pero firmes en su convicción de haber servido con dignidad.
El Ejército ha tenido poca asistencia, ha sido muchas veces marginado, incomprendido e incluso difamado. Y, aun así, ha seguido adelante. Ha cumplido su misión con la frente en alto, escribiendo su historia con hechos, no con discursos. Ha sido y sigue siendo una institución victoriosa, porque su victoria no se mide por medallas, sino por la paz que ha sabido preservar. Se trata de una victoria silenciosa, humilde, sin necesidad de homenajes ni recompensas, porque el verdadero soldado no busca el halago; le basta con saber que hizo lo correcto. Mientras otros han sido injustamente exaltados por destruir, ellos han callado con dignidad, sabiendo que salvaron a Guatemala. Y eso —ese amor sereno, valiente y sin pretensiones— es lo que define a un verdadero héroe.
Hoy, más que nunca, debemos recordar que la libertad no se hereda, sino se defiende. Hubo quienes, sin conocer nuestros rostros ni escuchar nuestro nombre, murieron por nosotros. Por eso, este 30 de junio, no tengamos miedo de agradecer, de llorar y de rendir homenaje. Porque cuando un país olvida a sus soldados, pierde el alma.
En honor a mi General de División Raúl Molina Bedoya, y a todos aquellos militares que, con valor y sacrificio, entregaron su vida, su juventud y su fuerza por Guatemala. A los que partieron, y a los que aún siguen firmes, con el uniforme en el alma, extiendo mi más profunda admiración y me tomo el honor de decir: «gracias. Gracias eternas». Que sus nombres jamás se borren de la historia, ni su ejemplo del corazón de la patria.
Continúen siendo soldados patriotas y valientes, de la tierra de la libertad; Guatemala será independiente si juran servir con lealtad. En ustedes depositamos el eterno orgullo de portar nuestra bandera siempre en alto muy limpia y azul.