En espera del Mesías…que no acaba de arribar
Mario Mérida
El origen
Principio por compartir las palabras expresadas por un expresidente guatemalteco pocos meses después de entregar la presidencia: “en los primeros cien días de gobierno comprobamos con mucha frustración y temor, que estábamos ante una Guatemala que no conocíamos tan bien como creíamos; pero, aun así, tratamos de hacer lo mejor que pudimos”. Esta honesta reflexión confirma el paradigma: Guatemala no es el país que muchas personas aseguraban conocer. Y, cuando se dan cuenta de la realidad nacional, les queda aceptar que su limitada capacidad para gobernar solo les permitirá entregar su mandato a tiempo.
Las expectativas
Durante cada proceso electoral se comenta en privado y públicamente, acerca de las calidades que debería tener el presidente que necesita el país. Este ejercicio informal, emerge de la esperanza en que ahora sí, existe la persona idónea para administrar el país ética y eficientemente. Es decir, antes de su elección se le reconocen ciertas características de liderazgo, que infortunadamente no se materializan al ocupar sus cargos. Es entonces, cuando quienes aceptan su equivocación en la elección terminan otorgándole el beneficio de la duda y de paso imploran a Dios que lo ilumine. En tanto, quienes dudaron de su capacidad para gobernar, cuentan con que de repente las cosas saldrán bien.
La repetida coyuntura política
Desde que recuperé el derecho de elegir y ser electo (1998), no he conocido un presidente formado para gobernar y tampoco una organización política que se considere “partido político”. Generalmente, muchos de los políticos surgen por invitación de un grupo de personas que los anima a participar para algunos de los cargos de elección popular -diputados, alcaldes o presidente-. Generalmente, los partidos resultan formados por un grupo de amigos para promover una candidatura presidencial que les parece rentable o con la expectativa de lograr por lo menos una o dos diputaciones generadoras de beneficios.
Una estructura deficiente
Para que los procesos electorales respondan a la exigencia de la democracia, es necesario una norma jurídica, una institución gestora, una estructura de partidos y una ciudadanía realmente militante, que elija con juicio crítico. La perversión política será insuperable, con el actual andamiaje de partidos políticos. A propósito, por estos días ya se escuchan los tambores que anuncian las elecciones del 2027, con sus expectativas positivas y negativas, que mantienen a flote la crisis existente en el Tribunal Supremo Electoral, que pone en riesgo las elecciones de las que surgirá el relevo de quienes hoy están a cargo de municipalidades, congreso y presidencia.
También hay que mencionar la inoperancia del Congreso con relación a la modificación y actualización de la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Reformas rechazadas por el partido TODOS, porque según los diputados de este bloque legislativo significa retroceder en el fortalecimiento de la transparencia y la institucionalidad de los procesos electorales que se lograron con los cambios realizados en el año 2016. Lo que lleva a suponer que los escenarios de la pasada elección se repetirán nuevamente.
Reflexiones finales
No hay forma de cambiar, sino no hay cambios de la ciudadanía cada vez más ajena a la participación política.
Los escenarios políticos que están dándose en Europa y América Latinoamérica, se replicaran en nuestro país, lo que significa que debemos contar con gobiernos sustentados con una fuerte base de apoyo político, para que sus decisiones no provoquen ingobernabilidad y, ello se logra con un verdadero liderazgo al frente de los partidos políticos[1].
[1] López M (1983, p 3) el origen de los partidos inicia con los escritos de David Hume (1760), Alexis de Tocqueville (1835 – 1840) y Lord Bryce (1894), quién en su obra LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN LOS ESTADOS UNIDOS, reconoce que en “América las grandes energías motrices son los partidos. El gobierno puede menos que en Europa; los partidos pueden más” (Teoría General y Regimen Legal).