El Niño Dios
Igumeni Inés Ayau
La fiesta del cumpleaños del Niño Dios se siente ya por todas partes. Los “nacimientos”, las luces, los regalos y convivios, nos recuerdan lo sucedido hace 2,025 años cuando hubo un censo en el Imperio Romano. Ese día la eternidad de Dios entró en el tiempo e iluminó al mundo con la luz de Su sabiduría. Y los pastores que estaban pastoreando cerca escucharon el canto de los Ángeles: “Gloria a Dios..” y proclamaron la maravilla; y los Magos sabios que adoraban a las estrellas, aprendieron por una estrella a adorar al recién nacido. Y la Madre guardaba todas estas cosas en su corazón mientras alimentaba y arropaba a su Bebé.
En los “nacimientos” encontramos tantos personajes: -los pastores que se resguardaban en las cuevas que todavía existen y siguen pastoreando ovejas; -la Iglesia en la ciudad de Belén que venera aquella cueva que tuvo la suerte de acoger al Bebé Niño Dios; -los ángeles que nos siguen invitando a cantar “Gloria a Dios en las alturas…”; -los Magos: Melchor, Gaspar y Baltazar, venidos del oriente con regalos de oro, incienso y mirra para ese Niño hermoso.
Hoy este acontecimiento de hace 2,025 años aproximadamente sigue vivo, el tiempo se detiene y aquel momento es hoy. Dios se hace como nosotros para que nosotros nos hagamos como Él; nos invita a creer en Él para divinizarnos. Dios entró en el tiempo y le ofrecemos más que un tributo de oro o de plata, la riqueza de la verdadera fe, pues es el Salvador de nuestras almas.
¿Y cómo es Él, ese Niño Dios? En los 4 Evangelios lo encontramos y lo experimentamos cuando vamos a la Liturgia en la Iglesia y cuando tratamos cada día y en todo el ser como Él, benevolentes.







