La política favorita del delincuente: el control de armas
Marisa Jarquin
“Desarmar al pueblo: esa es la mejor y más efectiva manera de esclavizarlo.” -James Madison.
Las políticas de control de armas son un tema actual alrededor del mundo, pero también en Guatemala, sobre todo ahora con el incremento de los hechos violentos y la ineptitud de los funcionarios. Los políticos y grupos principalmente colectivistas de izquierda suelen abocar por un un control de armas severo y por el desarme de la población. Recientemente las declaraciones de funcionarios son hacía la “despistolización”. Este concepto se origina en 1929 con la «Despistolización general» [17-11-1929] El Informador (Guadalajara) Mx (HD)
[…] el señor general don Ernesto Aguirre Colorado, fue el relativo a que el día de hoy, las fuerzas federales procedan a hacer una despistolización general, permitiendo solamente que porten armas los militares y la policía de servicio. Nadie absolutamente podrá andar armado, y quienes infrinjan esta disposición serán severamente castigados.
Constantemente los políticos y lastimosamente cada vez una parte de la población consideran que el problema de la violencia son las armas. En realidad, es algo más complejo, las armas si bien son un medio para ejercer violencia, también son un medio para defenderse ante posibles amenazas a tu vida y propiedad. Las armas permiten a las personas, especialmente a aquellas que son físicamente más débiles o se encuentran en inferioridad numérica, defenderse eficazmente de los atacantes o delincuentes. Un arma de fuego puede nivelar el campo de juego. La autodefensa es un derecho humano fundamental y está profundamente ligada al derecho a poseer y portar armas de fuego.
Ahora, el problema de muchos políticos es que al regular y controlar el uso y portación de armas de fuego, a quien perjudican no es al crimen organizado, sino que muchas veces al ciudadano que cumple con la ley y tiene un arma con la finalidad de defenderse ante cualquier amenaza de su vida. La realidad es que prohibir el uso de armas y pretender que con eso se acaba la violencia es utópico, dado que primero es una problemática más estructural y segundo a usted lector le pregunto ¿Cuál es la principal característica de un delincuente?
Exacto, que delinque, es decir, que infringe la ley. Entonces, a un criminal no le importa tener un arma ilegalmente, al crimen organizado tampoco le importa tener en sus manos un calibre prohibido por la ley. A menudo quienes cometen actos ilegales obtienen armas por medios ilegales. Como resultado, las políticas de control de armas hacen que sea más difícil para los ciudadanos respetuosos de la ley defenderse y hacen poco para desarmar a los delincuentes.
Al restringir el acceso a las armas de fuego para la gente común, el control de armas puede crear un desequilibrio de poder donde solo los delincuentes y las fuerzas de seguridad tengan armas. Esto es otro peligro, dado que el control de armas y desarme de la población es otro una de las primeras medidas que adoptan muchos regímenes autoritarios es desarmar a la población. Cuando los ciudadanos están desarmados, tienen menos capacidad para organizar una resistencia eficaz o defenderse de las fuerzas gubernamentales. El desarme de la población desplaza el equilibrio de poder totalmente hacia el gobierno y el crimen organizado (un ejemplo reciente es el caso de Venezuela), lo que facilita que quienes ostentan el poder reprimir a la oposición.
En muchas zonas rurales de Guatemala, la presencia policial es escasa o nula y los tiempos de respuesta, si los hay, pueden ser lentos o inexistentes. Para las personas y las familias de estas zonas, la autosuficiencia se vuelve esencial. Si un intruso entra en una casa en mitad de la noche, especialmente en una zona rural, las posibilidades de que la policía llegue antes de que se produzcan daños son escasas.
Un arma de fuego permite al propietario de la casa responder de inmediato y proteger a su familia. Para muchas personas, especialmente en las zonas rurales, las armas de fuego no sólo son herramientas de autodefensa, sino también para proteger sus medios de subsistencia (ej. ganado, plantaciones, etc) y sus propiedades de ladrones. Sin armas, quedan indefensos en situaciones en las que pueden estar lejos de la ayuda o de los servicios de emergencia. Incluso en las zonas urbanas donde la policía está más presente, las fuerzas del orden suelen actuar de forma reactiva.
Esto significa que, por lo general, responden a los delitos después de que se han producido, en lugar de prevenirlos desde el principio. Si bien el gobierno puede intentar proteger a sus ciudadanos, no puede garantizar la seguridad en todo momento, especialmente en zonas remotas. En esos casos, las personas deben hacerse responsables de su propia protección.
Antes de concluir hay que recordar algo, vivimos en un mundo imperfecto. La dura realidad es que el mundo está lejos de ser todo arcoíris y mariposas; el mal está ahí fuera y existe. En todas las sociedades hay criminales, individuos violentos y personas que buscan atacar a los más vulnerables. Es ingenuo pensar que el control del uso de armas pondrá fin al mercado negro de armas de fuego ilegales y al crimen organizado. La historia ha demostrado que los delincuentes, por su propia naturaleza, no respetan las leyes.
La raíz del problema no reside en la disponibilidad de armas, sino en abordar las causas subyacentes de la delincuencia y la violencia, que suelen ser mucho más complejas y estar profundamente arraigadas en cuestiones sociales que el mero acceso a las armas de fuego. Factores como la pobreza, la falta de educación, la debilidad del Estado de derecho, etc. son factores que contribuyen al aumento de la actividad delictiva. Las medidas de control de armas son entonces parte de un discurso populista y superficial que los políticos utilizan y que en lugar de resolver el problema, lo empeoran.
“Aquellos que renunciarían a la libertad esencial, para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad.” -Benjamin Franklin