El elitismo que nos hace grandes
Mary de Peralta
A los seres humanos nos gusta la gente bonita y atractiva. La gente que camina con gestos apropiados y elegantes. Aquellos que con suma naturalidad utilizan marcas de moda y puedan desfilar su elitismo delante de los círculos cerrados, que con asombro reflexionan como sabios, diciendo: “Ellos no usan nada fake”.
Y es que poder tener acceso a esas marcas no es malo, pero resulta engorroso definir la personalidad de alguien como talentoso, definido y adecuado en sus opiniones, por el hecho de tener un armario socado de estas banalidades. Este es un buen muchacho dicen a veces las posibles suegras, por el carro lujoso de donde se baja uno de los pretendientes de la hija.
La humanidad en sí ha sido consumida por sus hábitos de entretenimientos y en el reflejo de una búsqueda de éxtasis, ha incrementado modismos de hábito, al colmo de llegar a adicciones complicadas, hablando de analgésicos, ansiolíticos, anfetaminas; buscando combatir una depresión causada por un vacío existencial, donde el exterior está sumamente cuidado, con el botox adecuado y muchas otras drogas sociales que abundan en el abanico actual de las opciones viables.
Y todo esto, tratando de obligarnos a nosotros mismo a dejar de sonreír, para poder experimentar una risa pasajera y poder lograr entrar en el túnel de la aceptación.
Qué sucede en el interior del ser humano. Necesita una píldora para levantarse y otra diferente para poderse dormir y un traqueteo fuerte para sostener un ánimo que no alcanza el equilibrio suficiente para adecuarse al despropósito de una cultura post-modernista donde se terminaron los límites que nos hicieron humanos.
Pareciera que nos era necesaria la cultura woke para sensibilizar nuestra poca coherencia que nos queda, y agregar a la lista de desaciertos que libertad consiste en dejar a cada quien funcionar como le venga en gana, sin que destruir a la familia y bajarse de un soplido los valores y principios que nos mantienen vivos por dentro, fue la única manera de sostener las sociedades en los siglos pasados.
En la cultura woke se agrupan los derechos de las minorías, no las de una nación y los desatinos de los logros de las mujeres que quieren ser mejores que los hombres y los deseos insaciables de los hombres por querer ser mujeres, aunque en los juegos deportivos competir contra ellas, los hace superarlas; aunque utilicen su fuerza de hombres.
¿Será esto una manera normal de querer vivir en una sociedad donde la Democracia (que ya no funciona) pueda establecer reglas que nos permitan vivir en paz?
Y suponemos que teniendo acceso a una Inteligencia Artificial, la cual podría darnos la oportunidad de sostener la poca preparación educativa actual del ser humano en una agenda de trabajo, sin todo el cortisol que nos produce funcionar con un desempeño aceptable, nos acomodamos más a la ignorancia y disminuimos la capacidad de la lectura, preparándonos para entrar a una Agenda 20-30 donde ya no vamos a tener ni la oportunidad de opinar.
Parece ser que hasta las prédicas dominicales de los Pastores son elaboradas por la Inteligencia Artificial, porque esta máquina se conoce muy bien la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis. Y la unción puede ser puesta de lado y centrarse en la elocuencia de hablar, porque lo exterior sigue siendo la prioridad en nuestro caminar Progre.
Si la ciencia y la tecnología con sus grandes logros nos ha hecho la vida más llevadera, (padres e hijos adictos a un Smartphone que ya no les permite hablar ni en los restaurantes) y los aditamentos exteriores a los cuales podemos recurrir pareciera que nos hace grandes, como las cirugías estéticas, los gimnasios, el ozempic, y la buena ropa, entonces, cuál sigue siendo la causa desenfrenada del ser humano por acaparar prestigio falso y frágil, que únicamente intenta competir con los demás.
Considero que los límites que se perdieron perseguían saciar ese interior deteriorado, donde si la urgencia era un aborto para no interrumpir un proceso educativo o una carrera laboral prominente, lo normal era recurrir a una solución donde todos fueran beneficiados, olvidando el hecho comprobado que ese embrión era un ser humano con derechos y privilegios, y el acto se convertía en un vil asesinato.
Pero es que el post-modernismo abrió sus puertas para la saciedad a plenitud, de todos los deseos. Si usted es hombre, y quiere ser mujer, no significa que no puede. Estamos convencidos que podemos hacer todo lo que se nos antoja, hasta casarnos con una gallina.
Aquellos hombres soberbiamente hermosos en su masculinidad, se atrevieron a desaparecer sin entender que siguen siendo hombres y siempre serán hombres. Y cómo en este delirio de estupidez, quisieron transformar hormonalmente a niños, cuyos procesos de decisión no han logrado madurar.
El DSM 4, el libro de los Trastornos de Psicología tenía el homosexualismo como un trastorno, y era facultad del Psicólogo o Psiquiatra tratar con esa confusión que a ciertas edades aflora, en ciertos casos. La ONU decretó, que eso había que removerlo y el homosexualismo no iba a figurar como un trastorno, sino como un derecho del ser humano y no es permitido a los Psicólogos hacerlos cambiar de idea.
Nuestro mundo moderno, elitista, vanaglorioso y arrogante, equivocó el camino.
De seguro necesitamos un Juan Calvino que utilizó sus talentos y su conocimiento para hacer brillar a Ginebra como una Sociedad que figuró como notable en su debido tiempo.
Pero el día de hoy Macron, quiere mostrar con documentos que su esposa es mujer, cuando eso con un examen médico podría ser llevado a cabo con la mayor sencillez de tiempos pasados.
Quizá la voz de Charllie Kirk llegaba con signos de esperanza para mucha juventud confundida, a ofrecer soluciones concretas y estables que ya fueron dadas hace 2 mil años por Jesucristo.
Y muchos de ellos despertaron con la fe que alegra y engrandece el espíritu, y estamos seguros que su legado no se detendrá.
Todavía podemos pensar. No lo deje de hacer.