Vientos de cambio (séptima parte)
Las ametralladoras apuntan hacia adentro
El 19 de octubre de 1944, el Alto Mando del Ejército ya tenía información sobre un probable levantamiento militar en contra del presidente Ponce Vaides, alertados, pero sin tener la certeza de su origen e integrantes, el mando tomó algunas medidas, que en vez de resolver el problema, precipitó el desenlace de los acontecimientos:
1. Ordenaron la movilización de compañías de voluntarios de El Progreso y Quiché hacia la Guardia de Honor. (Por aquello que quisiera levantarse en armas El Fuerte de San José de Buenavista o El Fuerte de Matamoros)
2. Enviaron a la Guardia de Honor la orden perentoria de entregar, el mismo 19 de octubre, las piezas de artillería que correspondían al Castillo de San José (donde hoy se ubica el
teatro nacional) y al Castillo de Matamoros. (Procurando establecer un equilibrio de fuerzas ante la incertidumbre del probable movimiento armado)
3. Ante la psicosis, los servicios de inteligencia pusieron los ojos en una compañía de tropa de la Guardia de Honor que ya había cumplido su tiempo de servicio obligatorio y qué, debido al temor de un levantamiento militar, fue retenida para apoyar al gobierno sin la voluntad de los soldados, razón por la cual habían dado muestras de descontento.
Debido a esa actitud, desequiparon a toda la unidad incluyendo tropa y oficiales y el mismo ministro de la Guerra, General Daniel Coronado se presentó a la Guardia de Honor para ordenar que el día 20 fueran diezmados, oficiales junto a su tropa. Es decir, formados en una sola fila, los múltiplos de 10 serían fusilados.
Esto no era acto alguno de aplicación de justicia, era una innecesaria y exagerada demostración de fuerza -del régimen- para disuadir a los poténciales y desconocidos conspiradores; disposición que indignó el espíritu de cuerpo de la oficialidad que de inmediato se solidarizó con las víctimas.
El día 19 de octubre de 1944, amaneció lloviendo, las unidades no salieron al Campo Marte a recibir instrucción.
Después de la formación de las 06:00 horas, la alegría natural que nace en la camaradería, ese orgullo de pertenencia desapareció y un silencio escalofriante acompañaba la fría brisa de fin de año en todas las instalaciones.
La mayoría de elementos, casi escondidos limpiaban y lubricaban armamento, poco a poco y con cautela absoluta se hizo correr la voz entre los oficiales comprometidos, que estuvieran alertas porque ese día sería el movimiento.
Un Capitán se trasladaba constantemente, en breves contactos con los Comandantes de unidad, dando instrucciones y resolviendo dudas.
Sin embargo, no fue sino hasta las 21:45 horas cuando el Capitán Manuel de J Pérez luego de presionar al Mayor Arana para que diera la orden de ataque, se presentó al dormitorio de los oficiales para ordenarles que se equiparan y con sus unidades salieran a cubrir los objetivos que les habían asignado: Palacio Nacional, Fuerte de San José y Fuerte San Rafael de Matamoros.
El ánimo del Mayor Arana había amainado luego de enviar un mensajero, al finalizar la tarde, a recoger al coronel Carlos H Diaz y al mayor Carlos Aldana Sandoval quienes habían ofrecido la movilización de estudiantes y obreros. Regresando, el enviado, con la novedad que no los habían podido localizar en ningún lado.
En sus memorias, todos los oficiales coinciden, pero existe un detalle muy especial en los hechos relatados por el teniente de Caballería Manuel Bran Lemus, porque además de habérsele asignado la tarea de integrar el grupo que capturaría al General Corado, estaría de comandante de la Guardia de Prevención, la llave del Cuartel.
Le correspondía, además, apuntar todas las entradas y salidas de ese Comando.
Un día antes, el 18, el Capitán Manuel de J Pérez le asignó, al Teniente Bran, la misión de integrarse al Grupo qué, junto al Capitán Alberto Escobar Calderón, Teniente Víctor Manuel Archila y los Sargentos de Caballería Ovidio Casasola, Carlos Arriaza y Virgilio de León, deberían capturar al General Corado Comandante de la Guardia de Honor y le previno que el día 19 se ejecutaría el plan elaborado.
Luego que el Capitán Pérez, en presencia del Mayor Arana ordenara equipar a todas las unidades incluyendo la que había sido condenada a ser diezmada al día siguiente y arengarlas para alcanzar sus objetivos, el grupo nombrado se dirigió a capturar al comandante quien salió de su dormitorio disparándoles con una pistola en cada mano, hiriendo en una pierna al Capitán Escobar Calderón y en un brazo al Sargento Virgilio de León. El teniente Archila se vio en la necesidad de dispararle con una sub ametralladora Thompson habiéndole dado muerte en el mismo sitio.
A las 23:30 horas salieron los tanques y la artillería a tomar sus posiciones, una media hora antes, afirma el teniente Bran Lemus, ya había curiosos agrupados frente a la Guardia de Honor.
(Continuará)