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Berit Knudsen

Berit Knudsen

Crisis institucional sin árbitros en Perú

25 de junio de 2025/en Opinión/por Berit Knudsen

Berit Knudsen

La confrontación entre la Junta Nacional de Justicia (JNJ) y el Ministerio Público expone el deterioro institucional en Perú. Lo que parecía ser una controversia jurídica sobre la restitución de Patricia Benavides como fiscal de la Nación se ha transformado en un enfrentamiento entre dos órganos autónomos, donde las partes reclaman autoridad sin reconocer límites. El resultado es un Estado atrapado en el conflicto, sin árbitros eficaces.

Los nuevos integrantes de la JNJ declararon la nulidad del proceso disciplinario contra Patricia Benavides, señalando que se habían violado principios elementales del debido proceso. La resolución restablece la juridicidad quebrantada por sus antecesores, ordenando su restitución como fiscal de la Nación. Sin embargo, la actual fiscal Delia Espinoza ha decidido atrincherarse en el cargo, ignorando las resoluciones e iniciando incluso una investigación preliminar contra los miembros de la JNJ como una suerte de revancha.

Estos actos de rebeldía comprometen la imparcialidad y objetividad que exige el Ministerio Público. Lo que corresponde conforme a ley es que la fiscal deje el cargo, iniciando luego los procesos de reclamo que estime convenientes. No es tampoco jurídicamente admisible que quien encabeza la institución utilice su posición para investigar a quienes emitieron una decisión por el simple hecho de sentirse afectada personalmente. Este solo hecho es suficiente para ser destituida.

Pero no es la primera vez que ocurre. El caso del fiscal supremo Tomás Gálvez es otro ejemplo elocuente. El Tribunal Constitucional ordenó su restitución, pero la actual fiscal de la Nación optó por desacatarlo, patrón reiterativo donde mandatos judiciales o constitucionales son ignorados por resultar inconvenientes. Esta conducta instala una anarquía institucional, erosionando la legitimidad de la Fiscalía.

Cabe recordar que Patricia Benavides fue la fiscal de la Nación que se atrevió a investigar al régimen de Pedro Castillo, vista como figura clave para frenar un proyecto autoritario y corrupto. Esa actuación la convirtió en una fiscal incómoda para algunos sectores, apartándola del cargo mediante un apresurado proceso que hoy la misma JNJ califica como viciado.

Las instituciones no pueden funcionar sin reglas ni mecanismos de solución de disputas. El desacato, convertido en práctica recurrente, ignora resoluciones del Congreso, del Tribunal Constitucional o de la JNJ. Cada órgano actúa como soberano de sus propias interpretaciones, generando pérdida de confianza y una inseguridad jurídica que pone en riesgo la imagen del país, ahuyentando las inversiones.

Los fiscales, además, han convertido los conflictos en instrumentos de propaganda. Lejos de respetar la reserva que exige su función, se exponen en los medios victimizándose, convirtiendo procesos internos en espectáculos mediáticos. Lo que debería resolverse jurídicamente se discute con comunicados, entrevistas y ruedas de prensa, filtrando incluso información confidencial. Así, el Ministerio Público va perdiendo el respeto institucional y la confianza ciudadana.

Lo que está en juego es la estabilidad institucional. El Ministerio Público no puede operar al margen de la ley, desacatando sentencias, ignorando resoluciones, actuando según su propia conveniencia. La ciudadanía necesita una Fiscalía que funcione, reglas claras, independencia y autoridades que respeten la legalidad, aunque resulte incómoda.

La salida a esta crisis no será con cámaras o redes sociales. Se requiere una reorganización profunda del Ministerio Público, nuevos liderazgos comprometidos con el país, con voluntad para restaurar la confianza en la justicia. Cuando las instituciones no respetan sus propios límites, la confianza en el país simplemente se desintegra poco a poco.

Etiquetas: gobierno, Perú
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