Cabeza reloj
Javier Payeras
La vida es un lento caer en el destino. Sabemos, no necesariamente aceptamos, que este segundo es el próximo pasado. El presente es una porción del ayer y una porción del mañana. Prolongar la vida es mantenerse en un presente elástico.
Sin embargo, no existe otra idea de la vida que no sea una acumulación de segundos, minutos, horas, días, meses y años. Gaston Bachelard -filósofo y poeta que tengo de cabecera y que recomiendo a cualquier persona interesada en pensar-, menciona que la vida no es duración, la vida es conciencia dentro del tiempo.
La duración es la medida de números que nos marca el reloj de la pantalla. El horario desde el Renacimiento se convirtió en el valor de las cosas. Una métrica que a todos nos marca la vida. Aunque existían relojes en la antigüedad, fue hasta el siglo XIII, acaso en Italia, cuando la primera máquina de engranajes dividió el día en dos partes. La intención no fue otra que la clasificación de la vida en tiempo productivo y tiempo de descanso. Sería ingenuo pensar que aquella máquina que se le imponía a la sociedad feudal no tenía otro motivo que calcular los intereses para aquellos viajeros que hacían préstamos para sus expediciones a lejanas tierras en busca de materias primas deslumbrantes. La emergente riqueza no monárquica nacía de los aventureros exploradores que intercambiaban pólvora, tinta, papel y opio con esos reinos lejanos del Oriente. La usura señalaba la hora de salida y la hora del regreso; la ecuación daba el porcentaje de incremento para el capital prestado. Así nace el fundamento de nuestra civilización: el tiempo es dinero.
El tiempo es dinero, pero no es vida. La vida en el sentido metafísico es conciencia. Trabajamos muchas horas en lugares que no son necesariamente agradables, ahí está nuestra presencia, pero no está nuestra vida. El trabajo mecánico no necesita conciencia. Nuestra vida está en los momentos de conciencia que llamamos instantes. No existe un reloj de instantes, no existe una edad de los instantes… la vida es el recuento de cada despertar… entre el olvido y la memoria se va la realidad de la vida.