Presentación de María: Fe y devoción
Cada 21 de noviembre, los cristianos celebran la Fiesta de la Presentación de María, un recordatorio de su consagración a Dios desde su infancia. Aunque no aparece en los Evangelios canónicos, esta tradición se basa en relatos apócrifos como el Protoevangelio de Santiago y en las narraciones populares transmitidas a lo largo de los siglos.
Redacción
La historia narra cómo San Joaquín y Santa Ana llevaron a su hija María al templo de Jerusalén cuando tenía apenas tres años, dedicándola al servicio divino. Este acto, reflejo de su entrega y humildad, prefigura el papel trascendental que tendría como madre de Jesús.
Desde el siglo VI, esta celebración comenzó en Oriente y se institucionalizó en Occidente en el siglo XIV, marcando un hito en la liturgia cristiana.
La Fiesta de la Presentación de María sigue siendo un momento de encuentro espiritual para los fieles, recordando que, como María, todos están llamados a vivir en plena disposición al servicio de Dios y de los demás. Su vida, llena de gracia y santidad, continúa siendo una fuente inagotable de inspiración para la comunidad cristiana.
María: un ejemplo de santidad
Durante su vida en el templo y junto a sus padres, María llevó una existencia sencilla, marcada por el crecimiento espiritual y la oración.
La liturgia de la Presentación aplica a María pasajes bíblicos que exaltan su consagración: «En el tabernáculo santo, en su presencia, le di culto, y así me establecí en Sión» (Señor 24,15-16). Estas palabras subrayan la profundidad de su dedicación y la grandeza de su llamado.
La presentación de María, no solo recuerda un episodio simbólico, sino que también inspira a los fieles a reflexionar sobre su propia relación con Dios, destacando el ejemplo de María como modelo de fe, obediencia y entrega total a la voluntad divina.