La guerra por envidia
Por Igumeni Inés Ayau, Uomac
Desde que existe la humanidad existen los conflictos. La causa está ilustrada en la historia de los dos primeros hermanos, Caín y Abel. Ese conflicto llegó al exceso y Caín asesina a Abel. Dios entonces maldice a Caín y lo manda al exilio, a sentirse amenazado para siempre. ¿Cual fue el motivo de ese primer asesinato? La envidia y la ambición de dominar al otro.
No debe sorprendernos que los conflictos existan. Sorprende que después de tantos siglos se sigan resolviendo de forma violenta, con asesinatos y guerras. Asombra que la humanidad avance tan despacio en su desarrollo personal mientras la tecnología avanza a la velocidad de la luz. La razón y el sentido común no logra vencer la envidia en las mentes y corazones.
Hoy, muchos envidiosos se unen, logran el poder estatal y provocan desórdenes, incendios, robos legales o expoliación legal, hasta llegar a la guerra. Es un estatismo, una casta. Ellos llaman a este estatismo “socialismo”, como si el social-ismo les perteneciera y utilizan símbolos bellos y útiles para disfrazar sus pasiones: rosas rojas, hoz, martillos, arcoíris, plantas, etc. Distorsionan los símbolos, el lenguaje, la historia. La envidia los carcome. Entrampan a los que quieren producir riqueza para su bienestar y el de la sociedad que es el verdadero socialismo que solo funciona si hay respeto y libertad de producir e intercambiar con libertad, a nivel nacional e internacional, o sea el mercado libre. Son parásitos que ni producen, ni dejan producir. Tenemos cerca países dominados por envidiosos que multiplican la pobreza y solo la casta vive bien; cuidado, no los copiemos.
Que gane el respeto y la alegría por el bien ajeno. Desterremos los sentimientos de envidia que producen guerras y pobreza.
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