El Cascanueces: el ballet que nació en la Rusia imperial y se convirtió en tradición universal
El 18 de diciembre de 1892, en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, se estrenó El Cascanueces, uno de los ballets más célebres de la historia. Aquella noche contó con la presencia del zar Alejandro III, testigo del nacimiento de una obra que, con el paso del tiempo, trascendería fronteras y épocas hasta convertirse en un símbolo cultural asociado a las celebraciones de fin de año.
Redacción
La música fue encargada a Piotr Ilich Chaikovski por el director de los Teatros Imperiales de Rusia, Iván Vsévolozhsky. Chaikovski, ya reconocido por ballets como El lago de los cisnes y La bella durmiente, creó una partitura innovadora, rica en matices y melodías memorables, que con los años alcanzaría mayor fama incluso que el propio estreno coreográfico.

La historia de El Cascanueces se basa en la adaptación que el escritor francés Alexandre Dumas realizó del cuento El Cascanueces y el rey de los ratones, del autor alemán E. T. A. Hoffmann. La versión de Dumas suavizó los elementos más oscuros del relato original y dio paso a una narrativa más fantástica y accesible, centrada en la imaginación infantil, los sueños y la magia de la Navidad.
Aunque en su estreno la recepción fue discreta y el ballet no alcanzó de inmediato el éxito esperado, el tiempo le otorgó un lugar privilegiado. La música comenzó a interpretarse de forma independiente en conciertos, y varias piezas como la Danza del Hada de Azúcar o el Vals de las flores, se volvieron populares en todo el mundo.

A lo largo del siglo XX, El Cascanueces fue redescubierto y adaptado por distintas compañías de ballet, especialmente en Europa y América. Desde entonces, muchos países suelen presentarlo cada diciembre, cerca de la fecha de su estreno original en Rusia, consolidándolo como una tradición escénica ligada a las fiestas navideñas.
Hoy, más de un siglo después de su debut en la Rusia imperial, El Cascanueces continúa cautivando a nuevas generaciones. Su música, su fantasía y su mensaje de asombro infantil lo mantienen vigente como una de las obras más representativas del ballet clásico y del patrimonio cultural universal.










