El etnicismo toxico, la nueva vanguardia de la revolución en Guatemala
Por Julio Abdel Aziz Valdez
Ahora resulta que la junta directiva de la organización comunitaria los 48 Cantones, de la cabecera municipal de Totonicapán, son los que determinan la forma en que habrán de llevarse las acciones de descabezar al Ministerio Público de Guatemala. Quien siga de cerca mis anteriores columnas, verá que esta organización es mencionada muy frecuentemente. Podrían comenzar a surgir las suspicacias en relación a si tengo algún problema en particular, y la verdad es que si, pero no en forma personal, sino porque obviamente, este tema es especialmente sensible.
Regresemos a la coyuntura del 2 y 3 de octubre del 2023. Se ha convocado a otra serie de bloqueos que grandilocuentemente, se ha dado en llamar «Paro nacional». Nada más lejano de la realidad. Es otra vez, una serie de bloqueos sincronizados por activistas de varias organizaciones de extrema izquierda culturalista o vaya, etnicistas, que creen firmemente en los discursos que usan para conseguir dinero en el extranjero: son el pueblo elegido por la Madre Tierra para gobernar en el país. Así es, y lo dijimos antes por escrito y en vídeo, una organización que hace años dejo de ser comunitaria, a pesar de estar inscrita como tal, y se convirtió en la vitrina del etnocentrismo inflado por el dinero de la cooperación internacional, empezando por la misma USAID.
Lo que empezó como un grupo de comunitarios, campesinos, que cuidan su fuente de agua en un bosque, ahora es un grupo de renombrados profesionales, algunos que sirven en el Estado, y otros con tareas menos folclóricas, deseosos de poder y reconocimiento a nivel nacional pero que odian las urnas, por lo que han ideado un sistema de rotación de la luz para que alumbre a todos.
La tarea de definirlos es solo una parte pequeña del desenredo que la coyuntura presenta. El partido Movimiento Semilla, socialdemócrata, se está aferrando a su muy cuestionada victoria en las urnas (y por lo tanto del poder), que sienten se les escapa de las manos cuando el Ministerio Público hace algún movimiento para recabar pruebas de algo que seguramente terminará en un enorme escándalo. No quiero caer en la paranoia de las teorías de conspiración, pero no había visto tan enfáticos al gobierno gringo y a la diplomacia de la Unión Europea con los que está sucediendo acá, desde que tomaron la decisión de acabar con las armas de destrucción masiva en Irak, o con la determinación de salvar a Ucrania de la devastación rusa. Al parecer, la apuesta por Arévalo fue tal que pensar en la posibilidad de que aquel acto de imposición no se produzca provoca alarma.
La inyección de dólares a los 48 Cantones y al Parlamento Xinca ha sido tal que terminaron de convencerlos de que el delirio era real: viajes, sueldos y puntos como diría la publicidad. Este etnicismo que se ha separado de las viejas fórmulas clasistas, es la apuesta de la injerencia internacional, cuando no el feminismo radical. Se ha comprobado que es la agenda 2030 a toda máquina la que habrá de tener como responsabilidad el golpe blando. Ajá, no como ellos intentan asustar a la población, no, se trata de repetir lo acontecido en el 2015, solo que esta vez imponiendo a un candidato fraudulento en el poder.
No cabe la menor duda que de junio de 1954 a octubre del 2023 han pasado muchas lunas. Ahora es mejor tener de su lado al fundamentalismo culturalista, si, aquellos que la izquierda nostálgica y perdida en su propio trastorno de estrés postraumático califica como “los que ponen el pecho por nosotros”, cuando en realidad son los que están cobrando por todos ellos, si, una vez regresen a sus casas tendrán los proyectos de desarrollo que la rimbombante cooperación implementa en aquella región, que por cierto sigue siendo pobre, como que esos 48 Cantones y el parlamento Xinca no contribuyen en nada. Y no hacen nada, porque no les conviene. Es mejor mantener dominada a la población en rituales esotéricos y miseria junto con el aplauso de quienes no pueden convencer ni al 5% de los votantes.
Se cierran las filas en torno a Arévalo y en vez de juntar a los millones de votantes, que no va a pasar nunca, vale bloquear carreteras y como bien saben que los cientos de miles de afectados no se van a organizar para arrollarlos, aprovechan a los siempre prestos fotógrafos de los medios, activistas también, para poner a indígenas con un bastón en plena calle como si eso fuera suficiente para afirmar que sus acciones delincuenciales, son ahora digna resistencia. Así funciona la toxicidad etnocentrista del mayismo político.