México parece repetir el libreto venezolano
Berit Knudsen
Las decisiones mexicanas, alineadas con un modelo político que ha demostrado su capacidad para erosionar instituciones, subordinar la economía a la ideología y normalizar la opacidad como forma de gobierno, son preocupantes. El envío de combustible a Cuba, la expansión de brigadas médicas, contratos sin transparencia y un discurso político que reivindica al régimen cubano como referente moral marcan una situación difícil de entender en forma aislada.
Lo que hoy ocurre en México tiene precedentes claros y dolorosamente conocidos en América Latina, alertando sobre un camino ya transitado por Venezuela. Para comprender los motivos de alarma, basta recordar cómo opera la influencia cubana en los países donde ha establecido vínculos de largo plazo.
Desde el triunfo de la revolución de 1959, Cuba construyó una relación de dependencia estructural con la Unión Soviética: petróleo subsidiado, asistencia técnica, asesoría militar y compras garantizadas que permitieron al castrismo mantener ese modelo que nunca logró autosuficiencia. La dependencia económica generó una cultura política que sostuvo la ineficiencia del régimen. Con el colapso de la URSS, el sistema cubano se desmoronó, atravesando una crisis de diez años. El vacío fue llenado por Venezuela, buscando la afinidad ideológica del chavismo y recursos del petróleo para financiar el modelo político cubano.
Lo que comenzó con misiones médicas continuó con penetración institucional: asesoría en identificación civil, formación de cuadros, cooperación en inteligencia y organización comunitaria. Pero lo que Venezuela importó fue, en realidad, una estructura política de control y disciplina, sin gestión eficiente. Con Maduro, la influencia cubana se fusionó con la debilidad del Estado venezolano, generando un aparato híbrido en el que la crisis económica, represión y destrucción institucional fueron la constante.
Esta experiencia mostró una penetración gradual en sectores sociales y sanitarios, que avanzó hacia áreas estratégicas, consolidando una relación donde la autonomía estatal fue cooptada por Cuba.
Este patrón muestra inquietantes similitudes en México. Desde 2020, las brigadas médicas cubanas se incrementaron con justificaciones sanitarias, reproduciendo el modelo usado en Venezuela: contratos opacos, pagos elevados, perfiles de un dudoso personal de salud que se vuelve permanente y argumentos políticos en defensa del régimen cubano, cooperación que sigue amplificándose.
Más delicado es el componente energético. Al perder el financiamiento venezolano, Cuba ha encontrado en México un aliado para ocupar ese espacio. Los envíos de crudo y derivados, defendidos por López Obrador y ahora por Claudia Sheinbaum como “ayuda humanitaria”, siguen el mismo libreto que hizo de Venezuela proveedor estructural de la isla. Sheinbaum ha enviado alrededor de 3 millones de barriles durante el primer semestre de 2025, a pesar de la caída en la producción petrolera de Pemex. Esta lógica reproduce la lealtad política que llevó a Venezuela a comprometer sus propios recursos para sostener a un aliado ideológico.
La normalización del costo político y económico es la antesala para decisiones estructurales. En 2021, AMLO afirmó que Cuba merecía ser declarado “Patrimonio de la Humanidad”, actuando México como defensor en foros internacionales. La simultaneidad entre apoyo creciente a Cuba, debilitamiento de contrapesos internos, reformas orientadas a concentrar poder y una política de seguridad ambigua frente al crimen organizado presenta un escenario donde las lecciones venezolanas cobran relevancia.
En contextos de violencia y fragmentación institucional, imitar modelos opacos solo incrementa la vulnerabilidad del Estado. México podría corregir el rumbo, pero la dirección tomada en los últimos años se parece demasiado a la que Venezuela recorrió, con consecuencias devastadoras.








