La ética y la transparencia en la administración pública
Dr. Jorge Antonio Ortega Gaytán
La ética como tal se reduce a: la rectitud dentro de los parámetros de la moral, lo cual requiere de una formación integral de la persona en principios y valores, no hay alternativa alguna que permita un actuar del ser humano en forma paralela, manejar principios relativos y moral relajada o manejar en el actuar del día a día de doble moral.
La palabra «ética» proviene del griego «ethos», que significa carácter o costumbre. En términos filosóficos, la ética es la rama que estudia la moral, el conjunto de principios y valores que orientan el comportamiento humano hacia el bien común. La ética examina qué es correcto y qué es incorrecto, y ayuda a las personas a tomar decisiones responsables en situaciones complejas.
Pero la ética no es solo un sistema abstracto de valores; es una práctica cotidiana. Desde el respeto por la dignidad de otras personas hasta la honradez en los negocios, la ética exige coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Actuar de manera ética implica asumir la responsabilidad de nuestras acciones y sus consecuencias, incluso cuando nadie está mirando.
El ejercicio en el desempeño diario de las practicas éticas se hace acompañar por las normas de transparencia en el que hacer del servicio público, la transparencia en la administración pública solo tiene sentido si se ejerce con ética, para proteger el interés de la sociedad
Una aproximación a la ética desde la administración pública
La ética es de suma importancia para lograr una comunicación asertiva con los ciudadanos, que permita generar confianza en la administración pública de la cual derive a la seguridad de que el servidor público está ejerciendo sus funciones dentro de los parámetros de las leyes, en un ambiente de transparencia en beneficio del ciudadano en general.
Las características de los valores son la manifestación de la ética en su esencia que determinan conductas, políticas, leyes, normas de gobernanza y que determinan el actuar de la persona y las instituciones en las cuales actúa.
La dicotomía entre el bien y el mal es un cuestionamiento permanente en la mente y conciencia del individuo, si a lo anterior, ingresa a la dinámica de la administración pública, donde la costumbre y la burocracia generan obstáculos para el ejercicio de la ética y la transparencia.
¿Cómo proteger el ejercicio de la ética en la administración pública? La formulación de controles y normativas es la respuesta inmediata como la ley de la probidad y/o de transparencia que obliga a demostrar el uso correcto del presupuesto general de la nación. Un desafío para las autoridades y para el empleado público, para lo cual se crean instituciones que su misión fundamental es el uso correcto del erario.
Los mecanismos de controles de la administración pública quedan cortos y aquí donde los observatorios civiles, la prensa y otros organismos que se suman a efectuar auditorias del ejercicio gubernamental.
La sociedad espera que los servidores públicos hagan lo que es correcto, bueno y justo. Un trinomio complejo desde la práctica del diario actuar si se observa con detalle todo lo que implica ese actuar en la administración pública, si el burócrata no cuenta con una formación ética sólida y con valores firmes.
¿Cómo enfrentar este vacío formativo? Las normativas obligan al cumplimiento a una conducta proba y ética, pero está claro que hecha la ley hecha la trampa y que a mayor dificultar, mayor la creatividad. Es indispensable tener claro que el endurecimiento de las sentencias disminuye en un buen porcentaje los casos que se descubren en el proceder del funcionario o empleado público.
Los códigos de ética, seminarios, charlas, los controles internos (auditores) y los observatorios sociales amortiguan en buena medida el uso correcto de los recursos estatales, pero el problema persiste en diferentes grados de intensidad en las diferentes estructuras de la administración.
¿Qué se busca con todos esos procesos y normas? En términos generales la excelencia, a través de la eficiencia y eficacia en el desempeño de la administración pública, en busca de lograr el bien común utilizando los recursos en forma transparente. La forma más simple en que se puede confrontar al funcionario o servidor público es colocarlo en la situación del ciudadano frente al aparato gubernamental para solucionar la problemática individual.
Una respuesta recae en una administración moral que implica una responsabilidad fundamental de los servidores públicos: influir en el clima ético de la organización. Esta puede ser una solución viable para una conducta ética y una administración transparente con resultados del uso correcto de los recursos.
La ética y la transparencia no son metas que se alcancen de manera definitiva, sino procesos de mejora continua, para ello es necesario indiscutiblemente reforzar los principios éticos y los valores partiendo de algo fundamental como es la congruencia del discurso y las acciones de los burócratas lo cual deriva en la confianza en las instituciones que conforman la administración pública.
Por lo anterior, es obligatorio que cada persona que conforma parte del engranaje de la administración estatal debe conducirse con rectitud debido a que sus decisiones impactan la vida de los connacionales, la ética se traduce en el ejercicio honesto y responsable de cargos, la protección del interés general sobre el personal y el respeto a los derechos de todas las personas. Cuando los funcionarios actúan con ética, promueven el fortaleciendo de la democracia y el desarrollo social.
¿Qué significa la transparencia?
La transparencia, por su parte, es la cualidad de actuar de manera abierta, accesible y clara. En otras palabras, implica que la información relevante está disponible, comprensible y al alcance de todas las personas interesadas. La transparencia es un mecanismo que permite el escrutinio público, facilita la rendición de cuentas y reduce las posibilidades de corrupción o abuso de poder.
La administración transparente es una práctica fundamental tanto en el sector público como en el privado, y constituye un pilar para el desarrollo institucional, la confianza ciudadana y la eficiencia operativa. A través de la transparencia, las organizaciones buscan garantizar la rendición de cuentas, la participación ciudadana y la prevención de actos de corrupción, creando así un ambiente donde predominan la ética y la responsabilidad social.
Si bien ética y transparencia pueden ser entendidas por separado, en la práctica están profundamente vinculadas. Una persona ética es transparente en sus acciones, porque comprende que la ocultación o manipulación de la información puede causar daño y socavar la confianza.
La combinación de ética y transparencia permite construir entornos de confianza y responsabilidad, donde las personas pueden participar, cuestionar y contribuir al bienestar común. Por ejemplo, la transparencia en la administración pública solo tiene sentido si se ejerce con ética, para proteger el interés de la sociedad y no solo como una formalidad.
Para lo anterior, se cuenta con herramientas tecnológicas que restan la posibilidad de caer en corrupción: el gobierno abierto, la rendición de cuentas, las auditorias (internas y externas), el acceso fácil a la información y comunicación clara que genere la confianza en el manejo de los recursos financieros y la seguridad de la ejecución correcta en base a una planificación que evite la improvisación en la administración pública.
Ética y transparencia son más que palabras; son prácticas necesarias para lograr sociedades donde el respeto, la equidad y la justicia sean la norma, no la excepción. Aunque el camino para integrarlas plenamente en la vida cotidiana y en las estructuras organizacionales puede estar lleno de obstáculos, el esfuerzo vale la pena.
La ética y la transparencia no solo responden a exigencias externas, sino que constituyen una convicción interna y un compromiso permanente. Al asumirlos como guía, se abren las puertas a una convivencia armónica, donde cada acción tiene sentido y el futuro se construye entre todas las personas, con responsabilidad y esperanza.
La administración transparente es crucial para el buen funcionamiento por diversas razones: la primera de ellas radica en la prevención de la corrupción, el fortalecimiento de la confianza, el mejoramiento de la eficiencia, se mejoran los controles y se facilita la innovación en la administración dando espacio a la creatividad, donde se implementan portales de transparencia, Big Data y análisis de datos, Inteligencia artificial que facilita la automatización de procesos y la detección de irregularidades; blockchain que ofrece sistemas seguros y verificables para el registro de transacciones y la gestión de documentos y las redes sociales que acercan la comunicación con la sociedad y permiten la difusión masiva de información relevante.
La administración transparente es mucho más que la publicación de datos; implica el compromiso genuino de las instituciones con la apertura, la ética y la responsabilidad social. Es avanzar hacia modelos de gestión más transparentes, una oportunidad para construir comunidades más justas, participativas y sostenibles.
El reto es grande, pero las recompensas son mayores: una administración pública ética y transparente es la base de una sociedad más justa, próspera y democrática. Que este compromiso inspire y guíe la labor de quienes, día a día, construyen el futuro desde el servicio público.
La Nueva Guatemala de la Asunción octubre de 2025