La libertad se defiende con la vida o se pierde para siempre
Por William Kawaneh
Hoy escribo con lágrimas en los ojos. Charlie Kirk, un joven de apenas 31 años, fue atacado mientras hacía lo que siempre hizo: hablar de libertad y de Dios sin miedo. Charlie no era un político de traje y corbata, era un tipo que se metía en las universidades, cara a cara con estudiantes que lo insultaban, y aun así sonreía y defendía lo que creía.
Pienso en su esposa, en sus hijos pequeños… y me duele. Dos niños que crecerán sin su papá. Y una mujer que regresa a una cama vacía. Todo por culpa de la izquierda resentida. Charlie sabía el riesgo y lo pagó. Pagó el último precio de la libertad, con su vida. Sabía que enfrentarse a ellos en su propio terreno no era gratis. Y aun así lo hizo con valentía. Porque alguien tenía que hacerlo.
Lo que más rabia me da es que la izquierda no sabe discutir. No sabe convencer. Solo sabe callar, destruir, silenciar. Como un cáncer. Es la misma izquierda que intentó matar a Trump, la que persigue opositores en Colombia, la que se infiltra en gobiernos por medio de fraude y universidades para lavar cerebros. Los mismos que hundieron países enteros. Y todavía tienen el descaro de decir que luchan por “justicia social”.
Reagan lo dijo claro: “La libertad nunca está a más de una generación de extinguirse. Cada generación debe luchar por ella y defenderla.”
Y si algo nos enseñó Charlie es que cada vez que callan una voz, nacen mil más. Charlie inspiró a miles de estudiantes, y gracias a él muchos jóvenes perdieron el miedo y levantaron la voz por Trump y por la derecha. Charlie despertó a los leones jóvenes que estaban dormidos. Y hoy su recuerdo vivirá con nosotros.
En Guatemala lo sabemos bien. Ya nos quisieron imponer esa basura ideológica y los derrotamos. Pero como mala hierba nunca muere, vuelven a aparecer. Hoy se disfrazan de “democráticos”, pero son los mismos de siempre. Y aquí también van a encontrar hombres y mujeres listos para dar la cara.
¡Ya es hora que nos levantemos! No callemos. Los peores son los tibios, los que se hacen los locos porque “no se quieren meter en problemas”. Pero si no peleás por tu libertad, la vas a perder. Así de simple.
Izquierda, no se confundan. No somos pacíficos por miedo. Somos pacíficos porque sabemos el precio de la guerra. Y lo sabemos porque muchos hemos entrenado la violencia precisamente para evitar que vuelva. No queremos repetir lo que pasó, pero tampoco vamos a temblar si nos obligan. Ese precio ya lo pagaron nuestros padres y abuelos. No confundan nobleza con debilidad.
Como advirtió James Reece: “Sería un error empujar hacia la violencia a alguien que ha dedicado toda su vida a perfeccionarla.”
Como dijo Captain Price: “These things take violence and timing… and we can do both.”
Y como escribió Ludwig von Mises: “Un hombre libre debe defenderse de los que quieren esclavizarlo.”
En conclusión, levantemos la voz hoy para no tener que recurrir a la violencia mañana. Ante la amenaza de la invasión de la izquierda, nuestra mejor arma es la verdad, nuestras ideas y nuestra fe. Reguemos las ideas de libertad y la Palabra de Dios sin miedo, con valentía.
Porque como dijo Jesús: “Nadie tiene mayor amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos.” (Juan 15:13).
La libertad no se mendiga, se defiende.
