Motines, maras y justificaciones
De junio a la fecha, por lo menos siete motines se produjeron en diferentes centros carcelarios, incluyendo la toma de rehenes en la cárcel El Boquerón y los sucesos de este lunes 25 en el reclusorio de menores Las Gaviotas.
La respuesta de Bernardo Arévalo ha sido lacónica pero elocuente: por una parte, reconoció que hubo diálogo con los criminales integrantes de las maras que están en la cárcel. Por otro lado, minimizó los disturbios en las cárceles, que considera «reacciones» de los delincuentes ante el recorte de sus múltiples privilegios y comodidades en el Sistema Penitenciario.
La duda sobre el «diálogo» entre el Estado y los criminales más peligrosos de Guatemala se suma a la muy deteriorada situación de la seguridad en el país, donde los homicidios y ataques armados son el pan de cada día.
En este contexto, lejos de recuperar el control de las cárceles, el gobierno lo pierde con cada motín en los presidios, donde lo único claro es que quien manda ahí adentro, no son las autoridades sino los criminales, como se evidencia en las «reacciones» ante el traslado de sanguinarios y poderosos dirigentes de las maras.
En junio, más de 600 pandilleros se amotinaron en el Preventivo de la zona 18. Esto se incrementó a partir del 12 de agosto, cuando hubo toma de rehenes y un funcionario murió. Del 22 de agosto a la fecha, los motines se han sucedido y el último, en Las Gaviotas, parece revelar que la maraña del poder criminal abarca incluso a los menores privados de libertad.
Todo esto sin que el gobierno tome medida alguna, excepto los «traslados» y el «diálogo» y mientras la violencia criminal se incrementa cada día.
Guatemala se desangra mientras el gobernante establece un pacto oscuro con Claudia Sheinbaum y hace caso omiso de los señalamientos sobre el «puente aéreo» del narcotráfico que iría de Venezuela a EE.UU, según Pamela Bondi, la fiscal estadounidense.