Mientras Jiménez habla de “intentos desesperados”, las maras exhiben el fracaso penitenciario
Lejos de garantizar orden, la administración de Bernardo Arévalo exhibe pasividad e incapacidad para ejecutar una estrategia real de control penitenciario. Mientras tanto, la vida de 18 personas depende de improvisadas negociaciones y de un sistema de seguridad que ya no logra ocultar su colapso.
Redacción
El ministro de Gobernación, Francisco Jiménez calificó los secuestros registrados este viernes en los penales de Pavoncito (Fraijanes) y El Boquerón (Santa Rosa) como “intentos desesperados” de la Mara Salvatrucha (MS) para recuperar influencia y presionar al Estado. Los pandilleros retienen a 18 personas entre guardias, reos rivales y personal de una empresa de alimentos.

Jiménez aseguró que tanto el Sistema Penitenciario como la Policía Nacional Civil actúan “conforme a protocolos” y que la prioridad es proteger la vida de los rehenes. Sin embargo, la falta de control en las cárceles vuelve a exhibir la vulnerabilidad del sistema y la incapacidad del Estado para contener a las estructuras criminales que operan desde adentro de los presidios.
“Los líderes de las pandillas no se van a trasladar, permanecerán en el centro de máxima seguridad Renovación 1 y seguirán sin ninguna capacidad de dirigir sus estructuras criminales”, afirmó el ministro.
Pese a la firmeza de su declaración, la realidad en las cárceles muestra lo contrario: los pandilleros continúan tomando el control y poniendo en jaque al gobierno de Bernardo Arévalo, que hasta ahora no logra implementar una estrategia efectiva para recuperar la autoridad penitenciaria.
Los disturbios simultáneos en Pavoncito y El Boquerón confirman una crisis carcelaria que ha sido ignorada por la administración actual y que mantiene la vida de 18 personas depende de negociaciones frágiles y de un sistema penitenciario debilitado.
