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Fredy Abed Alabi

Fredy Abed Alabi

Los paquetes ideológicos

18 de agosto de 2025/en Opinión/por Fredy Abed Alabi

De la forma como nos venden la moto.

Por Fredy Abed Alabi

La expresión “vender la moto“ es parte del actual lenguaje coloquial, y lo que ésta significa es, esencialmente, engañar. No sé con precisión cómo nace la mencionada locución verbal, pero el sentido es clarísimo, sobre todo cuando la vemos equivalente a otra: “dársela a uno con queso”. Nos suena como al mortal y despreciable “bocado”, que algunos descastados suelen darle a los perros con el objetivo de matarlos, y que consiste en propinar un veneno dentro de una apetitosa y llamativa comida. El animal sucumbe engañado.

Exactamente lo mismo nos pasa con las ideologías. Por supuesto que esta tajante afirmación exige una convincente explicación, la cual trataré de ofrecer a continuación.

Empecemos por unificar los conceptos de “ideología”, y quizás el que mejor y más concretamente se explica es el dado por Karl Mannheim (quien no se definía como marxista como se suele decir, sino como creyente en el Liberalismo Social) de la siguiente manera: “una forma del pensamiento que refleja los intereses de grupos sociales concretos, y que sirve para justificar sus posiciones y acciones”. Por supuesto que abundan las definiciones, algunas vinculadas al poder centralizado y otras a supuestas sociedades libres.

Sin embargo, algunas ideologías son suficientemente añejas y aceptadas por grupos grandes de personas. Pero para seguir elaborando mi explicación utilizaré el ejemplo de dos muy acogidas por gran cantidad de adeptos: el Liberalismo y el Socialismo. Para los efectos del presente artículo, y solo para lograr el fin didáctico que pretendo, desde ya me desmarco aquí de cualquier ideología.

En el Liberalismo, la idea central es la defensa del Libre Mercado y de los Derechos Individuales. El Socialismo pretende básicamente la igualdad social y la redistribución de la riqueza. Hasta aquí parece sencillo incluirse en cualquiera de las dos formas de pensar, y muy probablemente habría poco disenso entre los partidarios de cada una de las dos. Esto es así hasta que el núcleo ideológico se reviste de ideas accesorias, que muchas veces son efímeras y generan controversia dentro del mismo grupo. Estas cargas secundarias al núcleo ideológico no necesariamente tienen una relación lógica con él, aunque se presentan como indisociables de él. O sea, la idea central es tan legítima y evidente que resulta difícil de rechazar, pero como la técnica consiste en presentar las ideas accesorias como un bloque inseparable del núcleo, al no aceptar las primeras nos hacen ver como que estamos rechazando el núcleo. Esto constituye la llamada falacia de asociación. El procedimiento es un fraude intelectual, porque al estar de acuerdo con el punto central nos inclinamos a dar por válidos los demás puntos del “paquete”, aunque no estén necesariamente conectados. Estas asociaciones ni siquiera están natural o históricamente relacionadas.

A manera de ejemplo, y extremadamente simplificados, están estos dos casos: Mientras a la derecha liberal se le adhieren el rechazo al ecologismo, la prohibición absoluta del aborto, muy poca o ninguna tolerancia hacia el colectivo LGBT, apoyo al Estado de Israel, alto nivel de religiosidad, políticas contra la migración; a la izquierda socialista le corresponde, con sorprendente paralelismo, el ecologismo, pro elección en el caso del aborto, defensa a ultranza del colectivo LGBT, apoyo a Palestina, notable laicidad, protección al migrante, etc.

En ambos casos, el análisis no permite la defensa de la integración de las ideas accesorias al núcleo de las mencionadas ideologías, como parte de ellas. Veamos:

Hay “ambientalistas verdes” que son empresarios que impulsan tecnologías limpias y modelos de ellas que sean sostenibles. Por ejemplo Elon Musk o Yvon Chouinard; inversores y gestores de fondos para mejorar el desempeño ambiental como BlackRock, o Generation Investmen Management; pensadores y economistas liberales que hablan de economía ecológica, como el Nobel William Nordhaus o Herman Daly.

La legislación sobre el aborto se hace necesaria en sociedades socialistas y liberales. Así, tanto la prohibición absoluta como la opción libre de interrumpir el embarazo han sido trágicas. Por ejemplo, la falta de legislación al respecto ha llevado, en múltiples casos, a que mujeres sean acusadas de homicidio agravado por abortos involuntarios o complicaciones del embarazo, enfrentando condenas de hasta cincuenta años. En la República de El Salvador hay varios casos documentados. Pero dejar el aborto como una opción libre trae una trivialización de la vida humana.

Tanto el aborto como el apoyo al colectivo LGBT, que aparecen vinculados al Socialismo, contradicen esta endeble sujeción por el hecho de conocer a vigorosos defensores del liberalismo clásico que son abiertamente homosexuales, ateos y partidarios de la libre elección en el embarazo, lo último argumentando que el cuerpo es nuestra más básica propiedad, por lo que actuar en él es un derecho natural. (Aquí no entraré en la interminable discusión sobre el intrínseco valor humano de la vida del embrión, por razón de espacio y para limitar el tema).

En cuanto el apoyo a Israel, aunque el actual gobierno del Estado es considerado de “extrema derecha”, su fundación se basó en ideas socialistas, cooperativismo e igualdad social. Muchos líderes provenían de la Unión Soviética, Polonia, Ucrania, etc., que habían militado en movimientos socialistas. Esto con fuerte influencia de Marx, de la Socialdemocracia alemana, del menchevismo ruso y de los partidos socialistas europeos. Obviamente esto implicó una sociedad sin clases basada en la propiedad colectiva con economía planificada. Con otra curiosidad más: Entre los países de la ONU que votaron a favor de la creación del Estado de Israel, además de los esperados, estuvieron la Unión Soviética, la República Socialista de Ucrania, la República Socialista de Bielorrusia, Polonia (socialista), Checoslovaquia (socialista) y Yugoslavia (socialista). Por otro lado, abundan los casos de empresarios liberales palestinos, que no podrían ser mejores paladines del Libre Mercado.

La religiosidad y la terminante separación entre la Iglesia y el Estado, han encontrado lugar en las dos ideologías que estamos comparando. La derecha a veces utiliza una religión como parte de su identidad cultural, cuando le conviene, y a veces promulga la separación de la religión mayoritaria y el Estado, para evitar la tiranía de la mayoría y garantizar la igualdad, frente a la ley, de las minorías. El Socialismo inicialmente promovió el ateísmo, pero luego, al combinarse las políticas socialistas con ciertos valores cristianos hubo muchos líderes socialistas que fueron creyentes; al principio en Europa y luego en Iberoamérica.

Finalmente, para agotar los ejemplos que mostré, en cuanto a las políticas migratorias, valga decir que al final todos somos o provenimos de migrantes. En una línea del tiempo, aún los que se llaman a sí mismos “pueblos originarios”, son de procedencia foránea. Sin embargo, el cambio en las políticas migratorias no depende de ideologías, más bien de la necesidad de sobrevivencia demográfica, de la suficiente o insuficiente masa contribuyente para los programas de bienestar, de la necesidad de trabajadores de los diferentes niveles de capacidad, de la necesidad de fuerza laboral barata, de los prejuicios raciales, de una pretendida ingeniería social, del desplazamiento de poblaciones, de la  violencia, de las guerras, de la búsqueda de oportunidades, etc.

La penetración de los paquetes ideológicos es, básicamente, una agresión al pensamiento libre, porque no se nos proporcionan datos certeros, sino se trata de propaganda con el fin de hacernos creer algo. La forma de lograr no ser tan fácilmente arrastrados por esto es: desmenuzar los paquetes ideológicos y analizar su núcleo poniendo cuidado de no verse obligado a aceptar las ideas accesorias, esmerarse contra la censura, contrastar información, conseguir un pluralismo de fuentes de información, desarrollar un pensamiento crítico, cuestionar sin fatigarse, desvincular el activismo de la producción académica, proteger la libertad académica, resistir la presión de lobbies y de campañas mediáticas, y, no permitir ser incluidos o sentirse incluidos de forma irreflexiva, si lo que estamos buscando es estar lo más cerca posible de la verdad.

Etiquetas: batalla cultural, ideologías, penetración
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