Represión ante unas protestas, aparente indiferencia ante otras
Cinco heridos anoche como consecuencia de los bloqueos en carreteras de Río Dulce, Livingston, contrastan con el panorama festivo y la indolencia de las autoridades que se observan alrededor del Palacio Nacional de la Cultura, convertido en área de campamento para sindicalistas del magisterio que parecen «disfrutar la experiencia».
Redacción
Dos protestas ciudadanas derivan en desenlaces totalmente diferentes. La primera, son los bloqueos que afectan carreteras de Río Dulce, Livingston, donde al menos 54 comunidades exigen que los ministerios de Ambiente y Recursos Naturales y Energía y Minas, se comprometan a que ninguna empresa minera va a operar en la Sierra Santa Cruz, área verde crucial para abastecer de agua a las 54 comunidades.
Probablemente porque los contratos mineros dejan algún beneficio al Estado y muchos a los ministros de turno, la respuesta estatal ante esta protesta fue implacable. Aunque los comunitarios precipitaron la acción policial cuando detuvieron ilegalmente a las autoridades locales, la represión del Estado dejó cinco heridos, entre ellos el hijo del periodista José Raymundo Amador, quien cubría los disturbios y fue alcanzado por una bomba lacrimógena.
Entretanto, hace varias semanas los sindicalistas del Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala (STEG), acampan alrededor del Palacio Nacional de la Cultura desde finales de mayo. Su acción afecta a 300 mil estudiantes de cinco mil escuelas, además de que todo el perímetro del palacio de gobierno y toda el área de la Plaza de la Constitución están convertidos en un sitio insalubre donde los sindicalistas pernoctan en un campamento multitudinario, entre alcohol, música ambiental y comida.
Hasta el momento, el gobierno no ha tomado ninguna medida represiva para desalojar del sitio a quienes no solo degradan el epicentro del «centro histórico», sino afectan a 300 mil niños que no reciben clases, gracias a que Joviel Acevedo y sus huestes, quieren un aumento salarial más sustancial y mantener los privilegios del histórico líder sindical, quien constituye el poder detrás del trono en la educación nacional y no quiere perder sus prebendas.