De don Bernardo y el MP
Coronel Cecilio Peláez
Don Bernardo no aprende, no se ubica, no se posiciona del cargo de GOBERNANTE y menos de representante de la unidad nacional.
Nuestro país ha vivido, en su historia, diferentes épocas, en diferentes gobiernos, en cuyo análisis se puede establecer que tuvieron su momento para resolver crisis y tranquilizar las aguas turbulentas y quienes no las resolvieron, por capricho, mala asesoría o por haber perdido el horizonte político de la nación, perdieron la oportunidad de concluir su periodo constitucional.
Los más recientes son Pérez Molina y Serrano Elías, casos ya conocidos por todos los guatemaltecos.
Cuando se inicia una crisis hay que dejar un periodo de tiempo para que se desarrolle la situación, sin perder el control y debido análisis de objetivos y protagonistas, esa será la base para la toma de desiciones que conduzcan a su resolución, sin perder el liderazgo.
Antes de la toma de pocesión, el señor Arévalo sabía de sobra que el proceso electoral fue fraudulento, de esa suerte, solamente el reparto de dinero a las masas comprables, a través de líderes indecentes y desleales con esas masas políticamente amorfas, podría hacer ganar el tiempo necesario para la toma del poder.
Con dinero ajeno y en contubernio con Giammattei y su gabinete, bloquearon despiadadamente el país con graves consecuencias económicas, políticas y sociales. Pero eso no fue todo, continuaron los actos de irrespeto a la dignidad de un pueblo indiferente mediante el descarado negocio con diputados qué, contra toda predicción, vendieron su voto el mismo día en que tomaron pocesión para elegir una junta directiva ilegal e ilegítima que tuvo el descaro de tomar juramento a Bernardo antes de ser defenestrada por la CC, como en ley correspondía.
Así las cosas, logró hacerse del poder político, pareciese que bajo una alucinación que aún le tiene cautivo y que, aún así, logra la aprobación del mayor presupuesto de la historia, también bajo incentivos pecuniarios.
Creímos qué, aún bajo los efectos de esa burla al pueblo, tendría la hidalguía de combatir la corrupción, recuperar la red vial y abastecer con insumos escuelas y hospitales. Todo fue un espejismo que aún tiene embobado al pueblo.
Los hospitales están sin equipo y sin medicamentos, continúan expoliando a médicos y enfermeros manteniéndolos por contrato y sin las prestaciones que la ley les otorga. Las escuelas sin maestros, sin apoyo didáctico y con una asignación alimenticia pobre que obliga a madres de familia a dejar su hogar para preparar y repartir un banano y dos tortillas.
Hay dinero para bonos de semana Santa, incremento a diputados, agasajos a parientes de su esposa, viajes al exterior y una desmedida campaña publicitaria escondida en noticias tradicionales que busca mantener el bozal a la prensa escrita y televisada, inundando las redes sociales de apariciones grotescas de un mandatario con reconocido sobrepeso, entregando una mísera ración a un niño desnutrido.
Su raquítica administración, trata de sostenerla maldiciendo al Ministerio Público como el responsable de su tragedia. Así como el gobierno comunista de Cuba pregona su soberbia culpando a un fantasma llamado “bloqueo de USA”.
Siempre lo supo, bloquear la locomoción en el país es un delito, recibir dinero que no esté respaldado por documentos legítimos es delito.
Ahora que la justicia cae sobre los autores del lavado de dinero y los bloqueos, en cuyo camino no solamente están los directivos del grupo denominado 48 Cantones, porque faltan algunas corporaciones municipales, don Bernardo lanza, entonces, sus peores frases defendiendo a delincuentes y de nuevo a la carga, acusando al MP pidiendo auxilio a sus sirvientes que habitan el hemiciclo parlamentario.
¡Presidente! Tiene ante usted, no a un Ministerio Público con sed de hacer cumplir la ley, reconózcalo a tiempo. Tiene ante usted a un pueblo desesperado que está al límite de la vergüenza por su propia indiferencia, cansado, preparándose para darle el empujoncito que le hace falta para que las cuatro patas de la silla presidencial, caigan por su peso. No el peso de la silla, sino el suyo.