“El arte es un discurso no regulado”: Martín Díaz Valdés
Roxana Orantes Córdova
En 2023, ganó el Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo, con la novela El acto de los Wayob, que según una reseña “combina con rigor el relato negro y policial con elementos culturales ancestrales”.
Según cuenta Martín, a esa historia se asomaron recuerdos de sus excursiones a los alrededores de Xela, organizadas por quien fue su profesor de Artes Marciales, Oscar Monterroso.
“¿Sobre mí? Complicado hablar. Soy diseñador gráfico, pero me gusta más decir que soy diseñador editorial. Me gustó mucho la ilustración del diseño editorial. Me ha dado la oportunidad de hacer portadas y diseños interiores de libros, especialmente para niños”.
Parco para hablar de su persona, se extiende cuando platica de su tema favorito: el arte. Porque para este guatemalteco que ha dado un gran aporte a las letras nacionales, no todo queda en la literatura y “si la idea tiene forma de imagen, la voy a pintar. Si tiene forma de película, la escribo”, dice.
En esta época de consensos mediáticos y corrección política ¿dónde queda la voz disidente del autor?
Hay consensos en ciertas áreas, como en lo contrario. En todo caso está en la libertad absoluta que permite el arte, porque es un discurso no regulado.
En casi todos los países democráticos están de acuerdo en que la obra de arte no se regula. Se puede regular el contenido de internet, se puede regular lo que se proyecta en un cine…pero hay espacios para la no regulación y ahí está la libertad, dentro del personaje, dentro de la ficción y la fantasía puede el autor desdoblarse y proyectar tanto sus discursos permitidos como sus inconformidades.
Extrañamente, está en la alienación la disidencia del autor, en darse la libertad de ser ajeno a la realidad de los discursos circundantes, tanto hegemónicos como los contestatarios, porque también pasa que por la necesidad de ser radicales en ciertas posturas, estas posturas se van quedando anquilosadas y se vuelven lo conservador “nuevo”.
Esto fue lo que pasó entre los “liberales” y los “conservadores”. Yo lo veo en el caso de Xela, por ejemplo, que se volvió un lugar tan liberal, hablando en el sentido del partido político liberal. Se volvió tan liberal, que cuando este partido quedó obsoleto, Xela se volvió un lugar conservador dentro de lo liberal.
Así pasa, las ideas se renuevan y el lugar más amplio para renovarlas o incluso para estar libre de ellas es la ficción. Entonces, esta absoluta libertad de crear. No solo desde la escritura, sino desde el cine, los videojuegos, la pintura…desde todas las artes. Y claro, las ideas políticas de uno siempre van a estar vertidas ahí, de alguna manera y que las propias ideas salgan en un rol que después va se ajeno a uno.
Después, quien vaya a leer la obra puede estar muy de acuerdo con las ideas expuestas. También puede despreciarlas, pero la obra…no sé.
En mi caso, pienso que la voz del autor puede llegar a ser tan neutra que no es claro si uno está denunciando esas ideas para mal. Las está denostando y desechando, pero las está defendiendo. Ahí creo que está la voz disidente, en esa ambigüedad que permite todo lo demás.
¿Qué tema aborda tu novela y cómo expresas esto ahí?
Para empezar, tiene un contenido político bastante fuerte, pero no surgió de la necesidad de expresar ideas políticas. Estas vinieron después. Lo primero que apareció fue la trama…una trama muy fantástica.
Lo que acabo de decir, se expresa desde el hecho de que la columna vertebral es la trama y las ideas estéticas. Lo político es como el turrón, no quiere decir que no sea lo menos importante, pero…digamos que yo escribo pensando que las ideas políticas que expreso queden obsoletas, que sean intraducibles en el futuro.
Por ejemplo, si ahorita escribo sobre el divorcio, y lo escribo resaltando lo positivo de un divorcio, no se vería como una obra política sino intimista. Pero si lo hubiera escrito en 1800 se vería como muy política, porque la Iglesia literalmente tenía una lucha para no soltar las instituciones sociales.
La idea es que el contenido político de la obra en el futuro ya no sea político, sea intraducible y así sean el racismo, la homofobia y todas estas cuestiones duras de ahora, para el futuro sean impensables.
Entonces, por eso también la obra tiene que tener una trama fascinante, una trama bien hecha, que como digo, fue lo primero que sucedió. Pero además el libro tiene que estar bellamente escrito, para que haya algo más por lo cual regresar.
En esta estructura y superposición se expresa esta disidencia. Para mí, lo importante sí es la política, pero no es la base ni la columna vertebral, pero sí es un hecho importante.
¿Cuántas obras has publicado?
Esta es la primera novela. Antes, un libro de cuentos que se llama Escolopendra, hace diez años ya. También escribí cuentos juveniles por encargo, para la editorial Loqueleo, que no quiere decir hayan sido restrictivos por el hecho de que sean por encargo.
Si eran novelas, pero más como un cuento que se extiende, mientras la novela tiene una estructura un poco más profunda, más escabrosa…pero sí, escribí dos novelas para público juvenil. Una se llama Los cuatro de Tevián y El prodigioso de la montaña.
Además, tres libros de poesía, en 2021, 2010 y otro en 2008, con la Alianza Francesa de Quetzaltenango.
¿Cuál es tu género favorito para expresarte? ¿Dónde estás más cómodo?
Depende de la idea. Yo en realidad comencé desde la pintura. Tengo obras visuales, fotografía y cosas así. No sé cual puede ser mi fuerte. No podría dilucidarlo desde mi muy subjetivo punto de vista. Pienso que para esto si es necesaria la observación de personas externas.
Me guío por dos motores: la angustia de que exista la historia que me estoy imaginando y el placer de ejecutar en un medio esa cosa imaginaria. Mi cerebro es muy caprichoso y si la idea tiene forma de imagen, la voy a pintar.
Si tiene forma de película o narrativa la voy a escribir. No sé en qué me siento más cómodo porque fluctúa de un día para el otro. Mi cerebro funciona así. Mi brújula es que exista una idea y el placer de ejecutarla.
¿Cómo es el gremio de los autores actualmente? ¿Existen grupos literarios estilo el Rin 78, que hace muchos años hacía una especie de cuchubal para publicar?
Sí y no. Yo surgí de un grupo literario que se llamaba Ritual. Comencé a leer a los dieciséis, diecisiete años. Mi mamá notó que me gustaba la literatura. Fue por la universidad. Una catedrática nos dio cierta fórmula, y yo siendo sugestionable…y ahí me fui por Crónica de una muerte anunciada, de ahí me fui por García Márquez.
Y mi mamá al notar esto me llevó a una lectura de poesía de este grupo Ritual. La lectura era de Otoniel Guevara y yo hice una pregunta sobre un libro de Alfonso Fajardo. Y quien me llamó porque le llamó la atención la pregunta fue Julio Serrano. Casualmente, su mamá era amiga de mi abuela y vivíamos cerca en Xela.
Eventualmente, al grupo se incorporó Carmen Lucía Alvarado, de Catafixia. Había otros miembros: Gabriel Rodríguez Díaz, quien se ganó el mismo premio de poesía que yo en Xela; Marvin Rodríguez, quien ahora es el organizador del Festival Internacional de Poesía de Xela, también ganó el mismo premio.
Con ese grupo hicimos el primer Festival Internacional de Poesía y así llegamos a conocer a nuestros antecesores, otros grupos literarios de hace décadas. Esto fue gracias a que Carmen y Julio estudiaban Letras.
Además de intercambiar textos, me quedaba mucha información, era un enriquecimiento intelectual muy importante, pero más volcado hacia el clasicismo. No había mucho acceso a textos. El Internet no era lo que es ahora. Entonces, esta necesidad de leer a gente y saber lo que estaba pasando en otros lados nos hizo crear el Festival Internacional de Poesía.
El Salvador tenía una estructura fuerte. Ottoniel Guevara, el poeta al que escuché en la primera lectura a la que asistí, tenía un grupo llamado Metáfora. De ahí sale Metáfora de Xela, que actualmente organiza el festival.
Por eso digo sí y no. No somos parte de un grupo, pero estamos interconectados. Ahí fuimos conociendo a Javier Payeras, Allan Mills, Juan Pablo Dardón, Ana María Rodas y muchos otros poetas nacionales como internacionales.
Algunos que vinieron desde Egipto o Hungría. Metáfora de El Salvador tenía contactos con Metáfora de Medellín y de ahí que tuviéramos tantos contactos internacionales. Un grupo heterogéneo de poetas, ahí se fue enriqueciendo nuestro acervo, aunque el grupo se disolvió, esta misma pujanza nos llevó a conocer a poetas como Francisco Morales Santos.
Yo diseñaba la imagen del Festival y por antonomasia, Morales Santos tenía acceso a mi trabajo y le gustaba. En cuanto el diseñador de Editorial Cultura de ese entonces renunció, me llamó, por haber estado expuesto a mi trabajo.
Entonces, se volvió una red de intercambio intelectual, cultural y que se retroalimenta. Catafixia publicó mi libro. Ahí se ve un puente, entre hace veinte años y ahora. Supongo que, entre las redes sociales y las dinámicas actuales, los grupos se disolvieron o no funcionan como funcionaban antes.
Pero es desde mi perspectiva, porque ahora me viene a la mente que sí hay grupos de artes plásticas. El Sobrante, son bastante pujantes y están activos constantemente.
También en Xela, los Noventas, que nacieron en los noventas. Fundaron una editorial y tienen un espacio con Luis Morales, que escribe teatro. Y dos veces ganó Juegos Florales.
Lo conocí porque también hice títeres. Por estos llegué al teatro, estuve en una obra. Ahí conocí a algunas personas de la escena teatral, entre ellos Luis Morales. Todos estamos un poco interconectados.
Grupos que ya no están conformados pero el resultado a largo plazo ahí está.
Incluso si hay gente aislada, más de alguno lo integra y se mantiene la red literaria.