Cómo el progresismo nos divide – I. El discurso
Por Salomé
He decidido hacer una serie de artículos con el objetivo de exponer el discurso progresista que se promueve en Guatemala, que no es otra cosa que el mismo discurso progresista que se repite en todos los países que han sido influidos por las mismas agendas internacionales.
La narrativa progresista en todos los países mantiene los mismos patrones argumentativos: democratizar y descentralizar el poder. Sin embargo, en el lenguaje del poder el discurso es un recurso simbólico que se usa como herramienta política y como un instrumento ideológico. A estas alturas está claro que el discurso que manejan los progresistas en Guatemala es usado como un instrumento para una agenda política internacional. Durante la campaña de 2023, los que fuimos observadores, pudimos ver cómo el entonces candidato a presidente Bernardo Arévalo llegaba por primera vez en su vida a muchos rincones (la mayoría) del país a presentarse.
Era obvio que, si no conocía físicamente a las personas, mucho menos conocía sus costumbres e idiosincrasia, al igual que la mayoría de progresistas en Guatemala, el presidente trabaja en función de una agenda extranjera que no está sustentada en la población, su único argumento sólido es la «lucha contra la corrupción».
El discurso progresista fue cuidadosamente elaborado en instituciones extranjeras y ha sido probado y perfeccionado en muchos países sobre todo europeos, norteamericanos y sudamericanos. Cuando llega este discurso a Guatemala por medio del Movimiento Semilla, ya está bastante perfeccionado con técnicas comunicativas, psicopolíticas, semióticas, etc.
Es así como el discurso, o la narrativa busca tocar a nivel emocional a su audiencia y permear sus estructuras afectivas, el objetivo es persuadir para que apoyen causas que incluso pueden contradecir sus propios criterios y valores. Por ejemplo, vemos cómo toda la campaña progresista estuvo acompañada de florecitas, colores suaves, jóvenes sonriendo, gatitos, con el objetivo de crear una atmósfera infantil e inocente y creando una idea de un paraíso «La Primavera», es el lema.
Por el contrario, los medios progresistas como el diario La Hora, Plaza Pública, Prensa Comunitaria, etc. siempre presentan a sus adversarios ideológicos en imágenes en blanco y negro de alto contraste, procurando que las caras siempre salgan serias o desfavorables. Esto explica como muchas personas han ido cayendo bajo la influencia «buenista» y han podido movilizarlos a votar en favor de ciertas causas, por ejemplo en las recientes elecciones del CANG movilizaron a toda la maquinaria comunicativa haciendo uso de las técnicas de psicopolítica. Fue evidente que las técnicas tradicionales de los opositores no fueron efectivas. Vemos una estrategia a nivel de subconsciente que, como decia al principio, no ha sido tejida en Guatemala, sino es un modelo prefabricado en el extranjero. Sigamos.
El discurso progresista se enmascara de lucha contra la corrupción, pero solapadamente es una narrativa contra-hegemónica, esto quiere decir que busca despertar en la audiencia, sentimientos contrarios a las estructuras conservadoras que predominan en Guatemala, tal es el caso de una narrativa anti CACIF «un futuro sin CACIF» que repite Samuel Pérez, que claramente busca atacar a las élites empresariales tradicionales, o la narrativa «Pacto de corruptos» que busca cuestionar a la clase política tradicional que amalgama a personajes de todo el espectro político, menos uno: los que repiten el discurso. También tenemos una más tímida pero no por ello menos importante narrativa anti religiosa «Estado Laico», que repite Arévalo cada vez que puede, lo curioso es que en la Constitución de Guatemala desde los años 80’s, Guatemala se reconoce como un Estado Laico ¿por qué repetirlo? ¿Por qué forma parte de su discurso? claramente el objetivo es socavar a la institución de la iglesia, sea católica o evangélica, pues claramente son objetivos a derribar según los manuales de la agenda progresista internacional.
Mientras el discurso progresista solapadamente busca desmantelar las estructuras conservadoras y hegemónicas, ha procurado ir creando colectivos organizados que exigen «espacios democráticos» que claramente están en contraposición a las estructuras hegemónicas. Hemos visto cómo con fondos de «ayuda» internacional se han creado multitud de ONGs que justamente sirven para ir conformando y organizando a estos grupos por todo el país.
Como mínimo es preocupante ver como las prioridades en el discurso progresista no corresponden a las necesidades y problemas endémicos de la población guatemalteca, como la pobreza, la desnutrición, la delincuencia, la falta de inversión, ni siquiera la protección al medio ambiente, sino que son un paquete prefabricado de tópicos de la agenda progresista internacional que busca reivindicar «derechos»: el aborto, matrimonio igualitario, «comunidad LGBT», mujeres y en menor grado los pueblos ancestrales. Para ello se valen de la dicotomía del socialismo del siglo pasado de opresor-oprimido, explotador-explotado, rico-pobre, hombre-mujer, etc. Que siguen siendo útiles para posicionar a las nuevas identidades sociopolíticas que han fabricado como opuestas a los valores neoconservadores.
Los guatemaltecos debemos estar conscientes que hemos entrado en la era de una narrativa posmoderna y que el discurso progresista cuenta con recursos avanzados de persuasión de los que se vale para erosionar los valores de la modernidad a la vez que intenta resignificar las narrativas socialistas del siglo XX, unas narrativas que después de una lucha armada de 36 años el país debería dejar atrás, pero que el proyecto progresista busca instrumentalizar, ahora con colorcitos y psicopolítica, con el único fin de aferrarse al poder.
Seguiré desmenuzando el discurso progresista en mis próximas columnas. Continuará.
Lea las columnas de Salomé en: https://posturaimparcial.wordpress.com/2025/02/20/como-el-progresismo-nos-divide-i-el-discurso/