¿Lucha contra la corrupción o caza de fondos? El doble discurso de Arévalo
Arévalo promete erradicar la corrupción, pero su gobierno expande el gasto con opacidad. Mientras la Comisión denuncia casos del pasado, la administración actual gestiona miles de millones sin transparencia. ¿Lucha real o simple cacería de fondos?
Redacción
En un acto celebrado en el Palacio Nacional de la Cultura, Bernardo Arévalo proclamó que “la corrupción es el alimento de la miseria”, resaltando los supuestos logros de la Comisión Nacional contra la Corrupción (CNC) en su primer año de funcionamiento. Sin embargo, detrás de esta retórica se esconde una realidad compleja: un gobierno que, a pesar de enunciar una firme lucha contra el flagelo, se muestra insaciable en la búsqueda de recursos y apoyo mediático.
Durante la ceremonia, Arévalo destacó que, gracias a nuevas prácticas de transparencia, Guatemala ha mejorado su posición en el índice internacional de percepción de corrupción, subiendo del puesto 154 al 146.
El mandatario argumentó que esta recuperación es fruto de una política que ataca la desigualdad y la miseria alimentadas por la corrupción. No obstante, la Comisión, que en un año ha presentado 235 denuncias contra funcionarios de administraciones anteriores, aún enfrenta el reto de resolver casos que se mantienen en impunidad.
Mientras tanto, el ministro de Finanzas, Jonathan Menkos, logró la aprobación en el Congreso de una ampliación presupuestaria de 4,166 millones de quetzales, una medida que, según dijo, responde a la necesidad imperiosa de financiar programas y atender contingencias, tras la suspensión parcial de artículos de la Ley del Presupuesto por parte de la Corte de Constitucionalidad.
Este contraste entre un discurso combativo contra la corrupción y una urgente demanda de recursos revela una dualidad en la gestión actual: por un lado, mantener vivo el discurso anticorrupción, y por otro, la expansión del gasto, con mecanismos poco transparentes en la ejecución de los fondos.
Además, el gobierno ha optado por una estrategia de comunicación que, con el apoyo de ciertos sectores mediáticos, busca consolidar una imagen de lucha inquebrantable contra la corrupción. Sin embargo, esta narrativa se desmorona ante la realidad de una economía debilitada y una creciente preocupación por el destino de los fondos multimillonarios que el gobierno gestiona sin claridad.
Mientras el pueblo exige integridad y transparencia, la administración se ve forzada a ampliar su búsqueda de recursos para sostener su agenda, poniendo en tela de juicio la coherencia entre palabra y acción.