Desenmascarando al Progresismo en Guatemala, Parte II – Grupo de Puebla
Por Salomé
En esta segunda parte de mi análisis, quiero comentar la relación del «Grupo de Puebla» con el gobierno de Bernardo Arévalo en el contexto de la geopolítica global. Quiero tratar con objetividad cada uno de mis argumentos, con el fin de que los guatemaltecos puedan tener un panorama más claro de lo que hay detrás Bernardo Arévalo y el Movimiento Semilla. En una próxima entrada analizaré la otra cara de la moneda que es el Progresismo Internacional.
Orígenes
Como mencioné en la primera parte del análisis, la genealogía ideológica del «progresismo» del que habla Bernardo Arévalo se remonta muy atrás en el marxismo. Durante sus 74 años de existencia, la Unión Soviética difundió su proyecto en el mundo mediante el Comunismo Internacional (COMINTERN), logrando una Revolución Cubana desde donde hasta el día de hoy se siguen promoviendo dicho proyecto por toda Latinoamérica.
Cuba sirvió como un «hub» desde donde se apoyaba a los grupos insurgentes en Centroamérica desde los años 60s hasta la caída de la Unión Soviética en 1991, ahí fue cuando se les acabó el financiamiento y por eso no es casualidad que en Guatemala los Acuerdos de Paz se hayan firmado a finales de 1996, cuando ya la insurgencia literalmente se había quedado sin munición. Al ver la caída del principal patrocinador del comunismo, que era al final de cuentas la Unión Soviética, Fidel Castro toma la iniciativa y junto con Lula da Silva (el hoy presidente de Brasil) y otros políticos de una «izquierda revisionista», formaron el Foro de Sao Paulo.
A esta nueva vertiente se le podría llamar un «revisionismo» de las ideas marxistas, que adoptaba un matiz más «democrático», que ya no promovería la lucha armada si no que se buscaría llegar al poder por la vía democrática al mismo tiempo que procuraba alejarse de la línea dura del comunismo que aún buscaba llegar al poder a través de la revolución y la fuerza (algo que ya no sería posible sin el financiamiento y soporte de la Unión Soviética y sus recursos casi infinitos, a excepción de un país como Colombia, que se podía autofinanciar por medio del dinero que genera el narcotráfico).
Así fue como a final de los años 90 se consolidó la idea del «Socialismo del Siglo XXI» que se materializó en la figura de Hugo Chávez, quien llegó a la presidencia por la vía democrática, con un elocuente discurso socialista (y populista). Sin embargo, el régimen rápidamente se volvió autoritario y fue presa de las sanciones de Estados Unidos, más pronto que tarde el régimen se convirtió en una dictadura (aunque sigan intentando disfrazarla de «democracia»).
La posición política de Chávez era abiertamente «antiimperialista», es decir en contra de la hegemonía del poder neoliberal que encabeza Estados Unidos. Chávez recibió toda la asesoría del régimen comunista cubano para defenderse contra «El Imperio». También firmó todos los tratados que pudo con la Rusia de Putin (heredera de la Unión Soviética) para recibir todo tipo de armamento para convertirse en un nuevo bastión «anti estadounidense» en América Latina y uno de sus fines seguiría siendo expandir las ideas de ese «socialismo del siglo XXI» por todos los países latinoamericanos. Sin embargo, el régimen no logró reproducirse en América Latina y por el contrario la imagen se deterioró.
Venezuela quedó aislada y los gobiernos conservadores de derechas retomaron el poder en muchos países en Sudamérica (alrededor del año 2015 – 2016). La izquierda tuvo que volver a repensarse una vez más. Es aquí donde el político de izquierda chileno Marco Enríquez-Ominami (alias ME-O) se dio a la tarea de recorrer Latinoamérica en busca de las respuestas de por qué la izquierda no lograba consolidarse en Latinoamérica.
Como resultado de este trabajo, se logró una reunión de lideres de izquierda en Puebla, México, entre el 12 y 14 de julio de 2019, a la que originalmente llamaron «Grupo Progresista», pero que más adelante adoptaría el nombre definitivo de Grupo de Puebla. Cabe mencionar que en ese tiempo en México gobernaba el izquierdista Manuel López Obrador. El proyecto consistía nuevamente disfrazar la lucha contra la hegemonía neoliberal con elementos todavía más democráticos y tendencias políticas contemporáneas: progresismo (ver mi artículo anterior).
Entre los personajes de izquierda que promovieron el grupo podemos mencionar a figuras como el expresidente de Ecuador Rafael Correa, el expresidente de Bolivia Evo Morales, la presidente de Honduras Xiomara Castro, expresidente de Brasil Dilma Rousseff, el expresidente de Uruguay Pepe Mujica… en fin, casi todos los máximos representantes de la izquierda latinoamericana. Al inicio no se integraron los líderes autoritarios de Nicaragua, Venezuela y Cuba, sin embargo, más adelante Venezuela se uniría al grupo, demostrando que el Grupo de Puebla es básicamente la misma izquierda revisionista de siempre solamente que ahora disfrazada de «progresismo».
Aquí es importante mencionar que varios de los principales miembros del partido guatemalteco Movimiento Semilla también son integrantes del Grupo de Puebla, tenemos por ejemplo a Samuel Pérez, actual líder de la bancada del Movimiento Semilla, a la diputada Andrea Villagrán, Anabella Giracca, actual ministra de Educación, Jonathan Menkos, actual ministro de Finanzas, incluso a la diputada del movimiento Winaq Sonia Gutiérrez, que según pudimos observar durante todo el año legislativo 2024, jugó un papel en el Congreso casi como si fuera parte del Movimiento Semilla.
Los integrantes del Grupo de Puebla se autodenominaron «progresistas» con el fin de alejarse todavía más de las ideas autoritarias de las líneas más duras de la izquierda y presentarse ante el electorado como una especie de socialdemocracia al estilo moderno europeo. Después de todo ¿Quién podría criticar a los socialdemócratas de Suecia o de Alemania? Pero como hemos visto, en el fondo se trata de los mismos líderes, la misma línea ideológica, pero con disfraz que oculta su verdadera naturaleza. Pero sigamos.
Los objetivos políticos del Grupo de Puebla
El objetivo principal del Grupo de Puebla sería: coordinar las fuerzas políticas de la región para «frenar el avance de la derecha conservadora», la que según ellos promueve un «agresivo nacionalismo conservador y neofascista». Está claro que en el fondo el objetivo final es combatir al orden hegemónico neoliberal y presentarse como un proyecto político alternativo.
Esta hegemonía neoliberal se refiere al poder político y financiero que ejerce «occidente» con Estados Unidos a la cabeza a través del uso del dólar como moneda internacional y que regulan organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, el sistemas de pagos internacionales SWIFT, y en general toda la estructura financiera internacional que domina principalmente Estados Unidos y una especie de poder detrás del trono que podríamos llamar un lobby «Anglo-Sionista», que se refiere a un grupo poderoso de judíos que controlan o ejercen un significativo rol en los bancos, las acciones, la bolsa de valores, aseguradoras, y en general en todo el sistema financiero, y que a su vez promueven al Estado de Israel, es decir el llamado sionismo (que tampoco quiero entrar en detalles, pues esto da para otra entrada de mi blog).
Contexto geopolítico global
Detrás del combate a esta hegemonía neoliberal, están otros poderes globales como China (gran potencia rival económica de Estados Unidos), Rusia (potencia en decadencia que aún reclama su lugar en el orden mundial mediante su poderío militar, es decir sus bombas atómicas y sus vastos recursos energéticos y minerales), Irán (gran enemigo de Israel y del sionismo por motivos religiosos principalmente, que aunque no tiene el poder económico de China ni las armas de Rusia, sí representaba hasta hace poco una amenaza real para el Estado de Israel, pero ese es tema de otro Blog, las cosas están cambiando rápidamente).
Este grupo de países «no alineados» con las reglas del juego occidental, es decir, con el llamado orden multilateral basado en valores y normas, formó hace aproximadamente dos décadas un grupo de acción geopolítica denominado los BRICS, por las siglas de sus países Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, este grupo poco a poco ha ido creciendo y pretende presentarse como una alternativa a occidente, es decir a la hegemonía neoliberal. Este grupo de los BRICS promueve un sistema financiero alternativo, una moneda alternativa al dólar, y una serie de alternativas correspondientes a cada esfera de poder geopolítico, aunque para ser realistas, los éxitos reales han sido muy limitados.
Es en este juego geopolítico donde actualmente las potencias están reconfigurando el balance del poder global que marcará las futuras décadas. Es aquí donde los BRICS han inventado un nuevo concepto que es el del «sur global», es decir una agrupación de países emergentes ubicados sobre todo en el «sur» en contraposición con un norte industrializado y occidental que representa a la hegemonía neoliberal. En este «sur global» se puede ubicar no solo a China, India, sino que también a los países de África (en rápido crecimiento demográfico y que cuentan con muchos recursos) y a los países de Latinoamérica, cuya principal economía está representada por Brasil y luego México, cuyos líderes ahora son miembros del Grupo de Puebla.
No hace falta hacer mayor análisis para entender todos estos planes globales de los BRICS que sugieren alternativas a la hegemonía neoliberal están en plena sintonía con los objetivos del Grupo de Puebla. Y a pesar de las múltiples diferencias que puedan existir entre estos países, el principal objetivo sigue siendo el mismo: derribar o por lo menos debilitar al ya mentado orden hegemónico neoliberal, para que puedan surgir los proyectos alternativos.
Es obvio que coordinar proyectos globales de esta envergadura es una tarea titánica y es imposible que todos los políticos estén de acuerdo con todo, sin embargo la cooperación de países como China, Rusia e Iran, con países de sudamérica, como Venezuela, Colombia, Brasil, etc. es una realidad. La Argentina «progresista» de Alberto Fernandez iba encaminada a unirse a los BRICS, estaba cooperando con China y todo parecía que se sumaría a ese sur global, sin embargo Javier Milei, un político extraño de una línea libertaria o «anarcocapitalista» ganó las elecciónes y cambió el rumbo de ese país. Está demás decir que ser un «libertario» es como decir que está en sintonía con la hegemonía neoliberal. ¿Por qué ganó Javier Milei? eso es tema de otro análisis.
Pero ¿dónde quedan el Grupo de Puebla y el Movimiento Semilla a todo esto? Esto está por verse ahora que en México continúa gobernando la izquierda con la reciente elección de la presidente Claudia Sheinbaum y en Estados Unidos volvió a ganar Trump. Seguramente el Grupo de Puebla alineará sus políticas junto con los BRICS en contra de las políticas de Trump.
Bernardo Arévalo queda en una posición bastante incómoda ya que fue el Partido Demócrata el que lo ayudó a llegar al poder, y está de más recordar todo el apoyo que recibió de parte de la embajada de Estados Unidos, esto por no decir cómo Arévalo abiertamente se manifestó en favor de los demócratas durante su campaña. Creo que la posición de Arévalo quedará muy desequilibrada con el nuevo gobierno de Estados Unidos.
Arévalo sabe que será siendo atacado por sectores de la derecha, de hecho él y varios miembros de su partido ya cuentan con casos judiciales abiertos y se espera que las solicitudes de antejuicios continúen en 2025 pero con más fuerza debido a la postura menos amigable que tendrá de parte de Estados Unidos. El Ministerio Público continuará presionando con cada vez más fuerza con los casos ya existentes como los delitos electorales.
El Grupo de Puebla ya en el pasado ha considerado que la persecución judicial a políticos de izquierda es una «lawfare», es decir una guerra judicial y el Movimiento Semilla no tiene control sobre el organismo judicial. Cabe notar que Arévalo no es el primer presidente de izquierda involucrado en casos judiciales, muchos presidentes de izquierdas que han sido acusados de casos de corrupción, como el presidente de Colombia Petro, que es acusado de financiamiento electoral ilícito, con dinero proveniente del narcotráfico, el mismo Lula da Silva que fue encarcelado hace pocos años por corrupción,
Xiomara Castro presidente de Honduras acusada de vínculos con el narcotráfico, el expresidente Correa de Ecuador quién tuvo que huir de su país por los casos de corrupción que tenía pendientes, el mismo Evo Morales que incluso ha sido acusado de abuso de menores, el expresidente Pedro Castillo acusado y condenado a 8 años de cárcel por corrupción, y muchos otros casos de los que se les acusan a los líderes de izquierdas.
Y este es precisamente uno de los fines del Grupo de Puebla: acuerpar a los gobernantes de izquierda en esa guerra judicial, este apoyo lo podemos ver recientemente con las declaraciones del presidente Gustavo Petro, quien indicó que un cargamento de cocaína incautado en República Dominicana, pero que salió de un puerto guatemalteco «pertenecía a una estructura criminal colombiana», en otras palabras asume parte de la responsabilidad y libera presión del presidente Arévalo y su ministerio de Gobernación, quienes con urgencia necesitan desprenderse de ese escándalo que está por alcanzarlos, pues no han podido demostrar completamente que la droga no pasó por Guatemala, un escándalo más que terminaría de rebajar la escasa popularidad de Arévalo.
De esta manera vemos como entre el Grupo de Puebla se coordinan para apoyarse y de alguna manera «resistir». También cabe decir que en Europa tienen aliados, como el presidente Pedro Sánchez, quien dirige un lobby progresista en el parlamento Europeo y que puede maniobrar ya sea para que organismos como el euro parlamento emitan posturas en favor del presidente Arévalo o en contra de sus adversarios políticos. Es decir, la estructura del Grupo de Puebla tiene un alcance bastante amplio y sirve para coordinar la defensa de sus integrantes o para coordinar ataques a sus oponentes de parte de sus afiliados, que no solo incluyen actores políticos, sino también organizaciones civiles, tanques de pensamiento, académicos, etc.
Para el ciudadano común ver que se están emitiendo comunicados de organizaciones o instituciones internacionales en favor o en contra de tal o cual persona sería suficiente para posicionar su opinión ya que esos comunicados respaldarían esa opinión. En caso que esos comunicados sean en favor de Arévalo, le darían legitimidad, y en caso que salgan en contra de sus adversarios, los desacreditarian. Como vemos, el alcance del Grupo de Puebla tiene alcance que se proyecta sobre la opinión pública.
Queda ver como se desarrollará este 2025, pero como ya expresé, el fortalecimiento de las relaciones con los países e instituciones del Grupo de Puebla sin duda se incrementará y según mi cálculo, el acercamiento con el gobierno de México será el principal proyecto.
Contradicciones en las posturas del Grupo de Puebla
La principal contradicción que encuentro es que a pesar que el Grupo de Puebla intenta posicionarse en favor de la democracia, de los derechos humanos la libertad de prensa, etc., mantiene una calculada postura tibia, sin cuestionamientos y carente de crítica contundente cuando se trata de países autoritarios como Nicaragua, Venezuela o Cuba.
Sin embargo, cuando se trata de hablar de Bukele por ejemplo, su crítica es implacable y se le califica de autoritario y de violar los derechos humanos (de los mareros que tiene en la cárcel merecidamente). Como ya vimos, el Grupo de Puebla jamás discute o cuestiona casos de corrupción cuando los implicados son de la izquierda, aunque estos se sustenten en suficientes pruebas, como en el caso de expresidentes como el de México López Obrador, Ecuador Rafael Correa, Colombia Gustavo Petro, Brasil Lula da Silva, Bolivia Evo Morales, mucho menos de los de Venezuela, Cuba o Nicaragua.
Esto por no hablar de las condiciones de libertad de prensa, la persecución política, los crímenes de estado, la escasa lucha contra el narcotráfico o la migración que se produce en muchos de los países donde gobierna lideres de izquierda afiliados al Grupo de Puebla. Otro caso emblemático ha sido que el Grupo de Puebla considera que la OEA es una organización dominada por Estados Unidos (y por lo tanto se inclina en favor de la hegemonía neoliberal y le ha criticado duramente cuando el secretario Almagro ha tenido posturas críticas con régimenes como el de Venezuela, sin embargo en el caso de Guatemala, el Grupo de Puebla ejerció presión sobre Almagro para que interviniera en el momento de la elección de Bernardo Arévalo estaba siendo cuestionada. En palabras sencillas la doble moral de los integrantes de este grupo es evidente.
Conclusiones
En lo ideológico está claro que el Grupo de Puebla mantiene una lucha híbrida contra los poderes conservadores y neoliberales a los que se acusa de ser neofascistas agresivos. El Grupo de Puebla encaja en un juego geopolítico del lado de actores poderosos que facilitan narrativas, recursos y plataformas alineados para socavar al occidente neoliberal. El Grupo de Puebla sirve de plataforma para coordinar esfuerzos ya sea para defender a los líderes de izquierda cuando estos se encuentran en apuros o para atacar a sus oponentes desde el extranjero por la vía política, académica, etc. El presidente Bernardo Arévalo inicia un 2025 en aprietos, se encuentra acorralado con una serie de casos legales, a lo que se le podría llamar una lawfare en su contra, cuenta con muy baja aprobación de la población debido a una mala gestión y acaba de perder el apoyo que le brindaba el Partido Demócrata de Estados Unidos. Mi conclusión es que sus aliados del Grupo de Puebla no tardarán en llegar en su auxilio para darle algún tipo de ayuda, por lo menos en forma de comunicados oficiales.