Elección 2023 ¿fiesta cívica o vergüenza nacional?
Con seis millones de empadronados que se abstuvieron de votar, votaron nulo o en blanco, la elección de binomio presidencial, diputados y acaldes dista mucho de ser representativa.
Los dos candidatos que pasaron al balotaje según los resultados del Tribunal Supremo Electoral (TSE), son de izquierda, aunque ambos hacen todo lo posible por ocultar una verdad demasiado evidente para negarla.
Los ganadores en esa victoria pírrica tienen un mínimo respaldo popular. La desgastada Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), logró apenas el 9.3% de menos de tres millones de votos, mientras el Movimiento Semilla, virtualmente desconocido hasta la elección, obtuvo el 6.9% de votos.
El evento fue cuestionado desde su inicio. En febrero de este año, el TSE contrató a la empresa Datasys, muy criticada por proveer servicios informáticos a países donde se habló de fraude.
A partir del 26 de junio, se desencadenó una serie de acontecimientos que ponen en entredicho la transparencia del proceso y en este momento, un grupo de ciudadanos clama porque se repitan las elecciones, ya que en el proceso, además de judicializado al extremo de que actualmente se siguen interponiendo recursos legales, hay serias dudas sobre la validez de las actas.
La revisión realizada por el TSE no cumplió lo ordenado por la Corte de Constitucionalidad (CC), en cuanto a revisar y de ser necesario, volver a contar los votos. Se revisaron copias de las actas, mas no las originales, y los resultados se dieron por satisfactorios.
Otra variable en este evento que cabe calificar de vergonzoso, fue el papel de observadores internacionales afines al nefasto Foro de Sao Paulo, así como grupos ciudadanos con claro sesgo a favor de Semilla.
Sumado a todo este aparente montaje a favor de la izquierda, el registrador José Ramiro de León Jordán permitió la inscripción de miles de candidatos con presuntos vínculos criminales y pasados dudosos. Otras instituciones, como el Ministerio Público (MP) y la Contraloría General de Cuentas (CGC), no tomaron ninguna medida sobre los más de cien alcaldes del partido oficial que aparentemente fueron favorecidos con fondos para implementar el clientelismo.
Al momento, uno de los finalistas, Semilla, sigue sin personería jurídica, mientras lo avalan cartas firmadas algunos de los ex presidentes más corruptos de Latinoamérica y España: Alfredo Cristiani, Iván Duque, Mireya Moscoso, Juan Carlos Wasmosi, Ernesto Pérez Balladares y José María Aznar. Más de uno de estos ex presidentes fueron procesados por diversos delitos de corrupción y hoy, se presentan como una “derecha progresista” y avalan la pantomima de elección guatemalteca.
Con aliados como esos, más la izquierda internacional, no es difícil inferir el rumbo que Semilla podría adoptar, si bien existe la posibilidad de que sus poderosos aliados del Norte demócrata y “donantes” europeos, logren por la fuerza que el 20 de agosto los guatemaltecos estemos obligados a elegir entre una izquierda corrupta y vinculada con lo peor de la criminalidad, como la UNE, y Semilla, portavoz de la Agenda 2030.
El colmo de este cúmulo de absurdos es que el Registrador del TSE, José Ramiro Muñoz Jordán, salió de vacaciones en un momento en que su presencia es clave. El TSE tampoco tiene jefe de cómputo. Solo cuenta con un grupo de magistrados electos por la trinca de partidos oficialistas en el Congreso, dispuestos a obedecer las órdenes (o amenazas) de la “comunidad internacional”.
La segunda elección está programada para dentro de un mes. Aparentemente, podría realizarse, pese a las mil y una irregularidades que rodean el evento. Pero se vale soñar: ¿por qué no repetir las elecciones?