Rodríguez y Pérez cambiaron sus papeles
A finales de 2020, Samuel Pérez era uno de los más férreos opositores a un presupuesto que se cuestionaba por nula transparencia y no estar financiado. El presidente del Congreso era Allan Rodríguez. Hoy, los papeles cambiaron y mientras Rodríguez ataca al gobierno por el presupuesto de Q148 mil millones discutido en la oscuridad, Pérez lo defiende a capa y espada, pero además, como no pudo ser presidente del Congreso, maneja con puño de hierro a Nery Ramos, su obsecuente operador.
Redacción
El martes 26 de noviembre, Guatemala fue testigo de una de las jornadas legislativas más ominosas de su historia, aunque pareciera difícil que existan momentos más vergonzosos que aquellos cuando VAMOS gobernaba y el presidente del Congreso, Allan Rodríguez, apagaba el micrófono a los diputados que osaran cuestionar las varias ampliaciones presupuestarias, estados de calamidad con pretexto de la «pandemia» y especialmente, las propuestas de incrementar el presupuesto nacional a niveles no vistos hasta entonces.
En aquellos días, Bernardo Arévalo era diputado de Semilla, con José Carlos Sanabria de asesor, y aunque pasó bastante desapercibido en esos cuatro años, el entonces joven Samuel Pérez descollaba por su oposición permanente y frontal contra los intentos de incrementar el gasto público, que para el partido de la hojita era fuente de corrupción y sangría para los chapines.
Pero todo cambia, y ahora, Rodríguez critica todo lo que hizo. Es histórico que VAMOS y su bancada araron el terreno para promocionar presupuestos mucho más altos que la recaudación fiscal, pero sobre todo, tanto Rodríguez como su sucesora, la mal recordada Shirley Rivera, agregaron al proverbial descaro y avorazamiento de los políticos, la modalidad de censura que ahora impulsan Pérez y la bancada independiente.
Por ello, aunque todos los argumentos del diputado Rodríguez son válidos y verídicos, parece increíble que sea él quien ahora los emite. Y exactamente pasa lo mismo con los independientes oficialistas, que hasta hace un año, satanizaban el presupuesto nacional, calificándolo como «bolsón para la corrupción» y fuente de enriquecimiento ilícito.
Paradójicamente, «la tortilla se volteó» y quienes antes aprovecharon sus posiciones para favorecer gasto público sin respaldo y censurar a los otros diputados, hoy están en el lugar que antes estuvieron sus contrincantes políticos. Para el guatemalteco de a pie, la lección es evidente: muchos de los que aspiran a puestos públicos tienen claras sus prioridades y ninguna de ellas es que Guatemala se encamine al desarrollo económico y social.