La hipocresía del 21N: ¿A quiénes responden los indignados?
A través de una publicación en su cuenta de X, el diputado Allan Rodríguez denuncia la doble moral de los diputados independientes del partido suspendido Movimiento Semilla, quienes ahora celebran los excesos del Presupuesto 2024, a pesar de haber liderado en 2020 una intensa protesta en contra de un presupuesto de Q99 mil millones.
Redacción
Hace exactamente cuatro años, cientos de guatemaltecos se manifestaron en las calles contra un presupuesto aprobado en el Congreso, que ascendía a Q99 mil millones. Lo que comenzó como una protesta por el gasto público irresponsable terminó en disturbios que acabaron con el incendio del Palacio Legislativo.
Ese día, conocido como el 21N, quedó grabado en la memoria de grupos sociales y Ong´s como un símbolo de la lucha contra el derroche y la corrupción estatal.
Ahora, cuatro años después, el país se enfrenta a una nueva aprobación de presupuesto, pero esta vez por una suma récord de Q152 mil millones, de los cuales Q46 mil millones se destinan a aumentar los salarios de los diputados.
Si en 2020 el país se levantó en un clamor unánime, ¿Por qué hoy, en 2024, parece que la indignación se ha desvanecido? ¿Qué ha cambiado para que, esta vez, los ciudadanos no se movilicen en protesta? ¿Por qué los sectores sociales y los movimientos populares, que en el pasado fueron los primeros en alzar la voz, permanecen en silencio?
El tuit de Rodríguez refleja una doble moral que no pasa desapercibida. En 2020, la aprobación del presupuesto y el descontrol del gasto público desataron una ola de protestas, que se saldó con actos de violencia y la quema del Congreso.
Manipulación mediática
Es este silencio el que alimenta las sospechas de que los intereses detrás de la protesta social pueden haber sido manipulados. La pregunta que ronda en el aire es: ¿Acaso se trata de un grupo de organizaciones que reaccionan según una agenda externa, interesada en aprovechar las situaciones para fines que van más allá de la justicia social?
Organizaciones sociales como, los 48 Cantones de Totonicapán, grupos de Derechos Humanos, movimientos sociales y la ciudadanía en general parecen haber perdido su capacidad de movilización.
Y mientras el gobierno y el Congreso consiguen aprobar presupuestos que benefician a unos pocos y a sí mismos, la pregunta sigue sin respuesta: ¿Por qué, hoy, no arde Guatemala?
Es imposible no ver en este escenario la tragedia de la hipocresía, donde los mismos actores que en su momento criticaron la corrupción y el despilfarro se ven ahora beneficiados por él.
Mientras tanto, los ciudadanos, fatigados y divididos, se ven cada vez más lejos de una verdadera capacidad de transformación. Así, la indignación, que hace solo unos años parecía un faro de esperanza, hoy se ha convertido en un eco lejano en el panorama político del país.