El Muro de Berlín y los Muros Modernos
Marisa Jarquin
Treinta y cinco años después de su caída, el Muro de Berlín sigue siendo un símbolo profundo de la lucha entre la libertad y el control. Para quienes creemos en la libertad como el valor máximo, este suceso histórico es un recordatorio de los peligros del poder estatal sin control y que la libertad es parte esencial de la naturaleza humana, es un impulso inherente que, incluso en las condiciones más adversas, lleva a las personas a arriesgarlo todo. El Muro, fue erigido en 1961, no sólo dividió Berlín, sino dos ideologías: el control autoritario del Este respaldado por la Unión Soviética y la libertad democrática del Occidente capitalista.
Construido por el régimen comunista de Alemania del Este, el Muro tenía como objetivo principal impedir que los ciudadanos abandonaran el país en busca de una vida mejor. El temor del gobierno de Alemania del Este a la emigración masiva dice mucho: la gente busca naturalmente la libertad y las oportunidades y, si se les da la opción, escaparán de los sistemas que restringen su autonomía y su potencial.
Esto nos trae a la memoria ejemplos modernos como Venezuela, Cuba y Corea del Norte, países donde el estricto control estatal y las libertades limitadas han obligado a muchos a arriesgar sus vidas para escapar. Así como los alemanes orientales buscaban un futuro mejor más allá del Muro, innumerables venezolanos, cubanos y otros han huido de sistemas opresivos en busca de libertades básicas y oportunidades económicas. Incluso en nuestros países centroamericanos, donde la libertad económica suele estar limitada por fuertes regulaciones e intervención gubernamental. La lección del Muro de Berlín sigue siendo clara: donde la libertad está sofocada, la gente siempre se esforzará por encontrarla, sin importar el costo.
Una de las lecciones más importantes del Muro es hasta dónde están dispuestos a llegar los individuos para conseguir la libertad. Entre 1961 y 1989, más de 100.000 personas intentaron escapar de la Alemania del Este, a pesar del grave riesgo de prisión o muerte. Unas 5.000 personas lograron cruzar el Muro, más de 3.000 fueron detenidas y aproximadamente 100 perdieron la vida en el intento.
En marcado contraste, no hubo multitudes de personas que arriesgaran sus vidas para escapar del Occidente capitalista y democrático al lado soviético. Este suceso unidireccional nos ilustra sobre la idea de que las personas se voltean naturalmente hacia sistemas que respetan los derechos individuales y donde la libertad prevalece.
Si bien las barreras físicas como el Muro pueden ser raras en nuestro tiempo, existen “muros” modernos construidos por políticas estatales que limitan la autonomía individual. Desde regulaciones económicas restrictivas hasta infracciones a la privacidad personal y nuestra propiedad privada. Los gobiernos continúan ejerciendo control sobre varios aspectos de la vida, a menudo justificando la seguridad, la igualdad o el bienestar del colectivo.
El Muro de Berlín nos recuerda que la libertad es frágil y que se pierde con facilidad. Que a veces no la valoramos hasta que ya no la tenemos. Por eso es que hoy, después de 35 años de la caída del muro, lo invito a usted lector a tener una vigilancia constante nuestros derechos fundamentales como son: la vida, la libertad y la propiedad; advirtiendo que cualquier gobierno, si no se controla, puede tender a limitar la libertad individual, ya sea mediante muros físicos o mediante leyes y políticas que restrinjan la elección personal. La caída del Muro en 1989 fue una victoria para la libertad, pero también es un recordatorio de que es nuestro deber defenderla.