Las víctimas olvidadas de la “Revolución Viva”: El oscuro capítulo de los experimentos de sífilis
Bernardo Arévalo insiste en destacar el legado de su padre, Juan José Arévalo, como símbolo de avance democrático. Sin embargo, esta retórica contrasta brutalmente con uno de los episodios más oscuros de su presidencia: la colaboración directa en experimentos médicos inhumanos, donde más de 2.500 guatemaltecos fueron utilizados como conejillos de indias.
Redacción
En el marco del aniversario de la Revolución del 20 de octubre de 1944, el actual gobierno de Guatemala destaca el legado de Juan José Arévalo como un pilar fundamental de los derechos humanos. Sin embargo, esta narrativa choca frontalmente con una realidad histórica que permanece en la sombra: la colaboración del gobierno de Arévalo Bermejo en los atroces experimentos médicos realizados por científicos estadounidenses durante la década de los cuarenta.
La campaña del gobierno «Revolución Viva» resulta irónica y hasta hipócrita al observar que fue bajo la administración del gobierno de Juan José Arévalo que más de 2,500 guatemaltecos fueron víctimas de experimentos médicos inhumanos, muchos de ellos soldados y pacientes psiquiátricos, quienes fueron infectados intencionalmente con sífilis sin su consentimiento.
Aunque algunos podrían alegar que el desconocimiento del presidente Arévalo lo exime de responsabilidad, no puede negarse que, como jefe de Estado, su administración facilitó y permitió la violación de los derechos humanos fundamentales de sus propios ciudadanos.
La traición detrás de la Revolución del 20 de octubre
Con pleno conocimiento del gobierno de la época, altos funcionarios como el Dr. Galich, director de Sanidad Pública, y el Dr. Carlos Tejeda, jefe del Servicio Médico del Hospital Militar, aprobaron estas prácticas inmorales. En una Guatemala que buscaba encarnar los ideales de una revolución que supuestamente luchaba por los derechos humanos, estos experimentos no fueron solo una aberración científica, sino una traición a los valores que Arévalo decía defender.
Los médicos estadounidenses, encabezados por el Dr. John Cutler, encontraron en Guatemala un campo de pruebas sin restricciones éticas, donde las autoridades locales facilitaron la experimentación en soldados, prostitutas, presos y pacientes psiquiátricos.
Las técnicas utilizadas incluyeron la inserción de pus en órganos genitales, punciones lumbares y la forzada ingestión de Brebajes infectados con sífilis, todo con la aprobación de funcionarios guatemaltecos con un saldo de más de 80 fallecidos.
El precio del progreso científico
Si bien el objetivo era desarrollar un fármaco para prevenir enfermedades venéreas, los experimentos no lograron tal avance. En su lugar, dejaron una estela de dolor, sufrimiento y muerte entre las víctimas, muchas de las cuales nunca recibieron tratamiento.
Las promesas de progreso científico quedaron vacías, mientras que los ciudadanos fueron tratados como meros sujetos de prueba, una herida histórica que el actual gobierno de Guatemala no puede ignorar.
Al celebrar el ideal revolucionario, ¿se está también dispuesto a reconocer los errores que fueron cometidos bajo ese mismo ideal?
La historia de estos experimentos médicos en Guatemala plantea una contradicción insalvable entre el discurso de derechos humanos y la realidad de las acciones perpetradas en nombre del progreso. En ese sentido, es fundamental cuestionar si el gobierno de Arévalo puede ser recordado sin enfrentar este capítulo nefasto de nuestra historia.