La visión de Arévalo para el Ejército: ¿Reformas necesarias o intervención política?
El discurso del presidente Bernardo Arévalo en el 151 aniversario de la Escuela Politécnica, aunque se presenta como un llamado a la reforma y la integridad, podría interpretarse como un intento de socavar la autonomía y la legitimidad de las Fuerzas Armadas de Guatemala. Al acusar al Ejército de haber estado «al servicio de los políticos de turno» y de ser susceptible a la influencia de actores «poco transparentes e incluso criminales», Arévalo no solo critica las prácticas pasadas, sino que, de manera implícita, lanza una sombra de duda sobre la actual estructura militar.
Redacción
Esta retórica, que aboga por una revisión exhaustiva de la doctrina militar y un alejamiento de las prácticas tradicionales, puede ser vista como una amenaza para la institución castrense, que históricamente ha jugado un papel fundamental en la estabilidad del país. Al enfatizar la necesidad de «despolitizar» el Ejército, Arévalo parece ignorar el delicado equilibrio que ha permitido a las Fuerzas Armadas cumplir con su deber constitucional en un entorno político complejo.
“Seguiremos en este camino. Guatemala se merece tener a un Ejército digno, transparente, donde sus integrantes estén dispuestos a rendir cuentas de sus actos y acciones”, subrayó.
Más aún, la insistencia en que el Ejército no debe ser un «botín de nadie» puede ser interpretada como un desafío directo a la jerarquía militar, insinuando que sus actuales miembros son vulnerables a la corrupción y al clientelismo. Este enfoque no solo podría minar la moral dentro de las filas militares, sino también generar tensiones innecesarias entre el Ejecutivo y el alto mando, lo cual es contraproducente en un momento en que el país necesita unidad y coordinación efectiva en temas de seguridad.
Además, la decisión de Arévalo de ordenar una revisión y actualización de los planes de estudio militar, bajo la premisa de alinearlos con un desarrollo «democrático e incluyente», sugiere un intento de reconfigurar la institución para que responda más a las prioridades políticas de su gobierno que a las necesidades estratégicas del país.
Este movimiento podría ser visto como una forma de intervención indebida en la formación y operación del Ejército, lo cual podría debilitar su capacidad operativa y su independencia. En última instancia, aunque el presidente Arévalo presenta su discurso como una cruzada por la transparencia y la meritocracia, existe el riesgo real de que sus acciones terminen por erosionar la confianza en las Fuerzas Armadas y socaven su rol esencial en la defensa nacional.